“Antúnez de los Los Andes”,  una muestra sin precedentes en Buenos Aires del icónico artista chileno y continental

Nemesio Antúnez es una columna vertebral del arte latinoamericano. Como la Cordillera de Los Andes entre su amado Chile y la Argentina: un punto de unión, inspiración y misterio con múltiples relieves. Y sus cortes transversales, sus piedras y sus volcanes se ven en muchos de los cuadros de una exposición antológica sin precedentes en Buenos Aires: Antúnez de Los Andes. Desde el 10 de diciembre, el Centro Cultural Matta, de la Embajada de Chile, exhibe 51 obras del icónico pintor, grabador y muralista Nemesio Antúnez (1918-1993): la vasta inspiración de un referente trasandino y continental.

Desde Chile hasta la eternidad: la muestra Antúnez de Los Andes en el Centro Cultural Matta (Tagle esquina Avenida del Libertador) abarca cinco décadas de su creación artística, desde fines de los años ‘40 hasta fines de los ‘80. Además de las 51 obras expuestas -entre grabados, acuarelas, témperas y óleos-, la muestra incluye cuadernos de apuntes, procesos de trabajo y recortes de prensa: la organiza la Fundación Nemesio Antúnez y por eso se sumaron documentos del Archivo Nemesio Antúnez; además, sus frases y reflexiones se proyectan sobre los muros del Centro Cultural Matta para la plena interacción con el público.

Antúnez de Los Andes se podrá visitar hasta abril de 2026, de martes y viernes de 10 a 18 y los sábados de 10 a 17, con ingreso -libre y gratuito- por Plaza República de Chile. “La muestra se titula Antúnez de Los Andes por esa relación de Nemesio con la Cordillera, ese gran pedazo de tierra que nos divide a la vez que nos une. Aquí está representado Nemesio en todas sus etapas, pero siempre hay un punto de referencia, que es la Cordillera de Los Andes”, señala la Directora Ejecutiva de la Fundación Nemesio Antúnez, su hija menor Guillermina Antúnez, también curadora de la exhibición junto con Pablo Orellana y con Ramón Castillo.

Nemesio Antúnez, una trayectoria

Figura esencial del arte de Chile, Nemesio Antúnez exploró una diversidad de técnicas: grabado, pintura al óleo, acuarela, murales y serigrafías. Había estudiado arquitectura en la Pontificia Universidad Católica de Chile y a partir de 1947 se formó en grabado en el Atelier 17 de Stanley William Hayter, en Nueva York, donde compartió experiencias con Yves Tanguy, Roberto Matta, Marc Chagall, Joan Miró, Max Ernst, Jacques Lipchitz y Louise Bourgeois. Ya en 1956, influido por aquella experiencia, fundó en Santiago el Taller 99, desde el cual transformó el grabado en Chile y marcó a generaciones de artistas: allí, maestro y discípulos compartían la experimentación técnica y artística.

En 1957, Antúnez fue becario Guggenheim, y en 1961 fue nombrado director del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile. Luego acentuó su deseo de acercar el arte a la gente como director del Museo Nacional de Bellas Artes en dos períodos: en 1969-1973 y en 1990-1993. Además recibió la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda y fue agregado cultural de Chile en Nueva York, entre 1964 y 1969. Allí, ya en 1980 ganó el Premio Adquisición del Museo Guggenheim. “Su obra, profundamente conectada con la memoria, la vida cotidiana y el territorio, permanece hoy como una referencia imprescindible”, dicen desde la Embajada.

“Para mí, como cocurador -dice Pablo Orellana- es conmovedora la recepción que logra la obra de Nemesio Antúnez, pero también su propio valor como promotor del arte. Él veía a la cultura como una parte indispensable de la vida democrática: una vida sin arte y sin cultura, como escribimos en el catálogo, puede ser terriblemente insoportable”. Y lo que decía Nemesio era “que el arte tiene que estar al servicio de la realidad -amplía Orellana-. Él veía que una sociedad se hace colectivamente y eso lo hermanaba profundamente con Pablo Neruda”.

“Y, al igual que el poeta, Nemesio Antúnez tuvo un profundo lazo con Argentina: entre los ‘50 y los ‘70 expuso en el Certamen Káiser, la Bienal de Córdoba, el Museo Nacional del Grabado, las galerías Rubbers, Bonino y Carmen Waugh y el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). “Con esta muestra también tomamos en cuenta el vínculo que tuvo con Argentina -cuenta Guillermina Antúnez-“.

“Por eso exponemos una cantidad de documentos y cartas de él con galerías de Buenos Aires: su última exposición aquí fue en 1985. Nos emociona trazar lazos y redes para el futuro a partir de su obra”.

Y Pablo Orellana se queda pensando: “Cada uno de los aspectos de Nemesio Antúnez es una ventana a la relación con otros creadores: su obra pictórica, su obra gráfica y su muralismo”. Nemesio recogió de Stanley William Hayter, en 1947 en Nueva York, la forma de desarrollar un taller colectivo de grabado, y en 1956 creó el Taller 99, en Santiago de Chile, el cual dio a la historia del arte chileno una cantidad fenomenal de grabadores y de artistas gráficos. Y, al igual que Nemesio, las nuevas generaciones pueden vislumbrar un futuro en el que el arte sea un espacio de experimentación y de amistades”.

Antúnez de Los Andes

“Junto con ello, la exposición Antúnez de Los Andes pone de relieve “la confluencia de Nemesio en la hermandad entre el pueblo argentino y el chileno -dimensiona Orellana-. Él era un pintor profundamente chileno, pero también profundamente latinoamericano. Y en el centro de esta muestra está la Cordillera de Los Andes, esa columna vertebral de su obra, que simboliza los dolores y solidaridades de América Latina”. De hecho, “es la primera vez que en una muestra se exhiben tantos cuadros que hablan de la Cordillera, con sus cortes transversales, piedras, volcanes y terremotos”.

Así lo describe el director del MNBA, Andrés Duprat, en el comunicado oficial: “Nemesio Antúnez  encontró la clave de su propio lenguaje. Chile se le reveló como una epifanía que debía auscultar con los oficios adquiridos. El hormigueo de las multitudes urbanas difuminadas vistas desde un rascacielos, la producción de raigambre ancestral de las ceramistas de Quinchamalí, el dramático impacto del terremoto que devastó Chile y el Palacio de la Moneda en llamas observado a través de vidrios rotos dialogan con espacios abstractos y geométricos donde forjó la nueva gramática visual para postular su concepción del mundo…”.

En 1971, Antúnez dio inicio al programa educativo Ojo con el Arte, por Canal 13 de Chile, y participó en la película Estado de sitio, de Costa-Gavras, donde interpretó al presidente uruguayo Jorge Pacheco Areco. Ya después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, Antúnez renunció al MNBA y se instaló en Cataluña. Allí, en 1974, mostró las primeras pinturas de la serie La Moneda ardiendo, que continuaría hasta los ‘80. Aún faltaba mucho para la vuelta democrática chilena: en 1990, Patricio Aylwin se convirtió en el primer presidente electo tras 17 años de dictadura, y en 1993 condecoró a Antúnez con la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral.

La Fundación Nemesio Antúnez narra en presente cómo había ido cambiando la serie de obras de La Moneda ardiendo: “Los contornos del Palacio de la Moneda van progresivamente desdibujándose: se vuelven pequeños, minúsculos. La bandera se oscurece y pierde su rol protagónico, sometida ante las llamas. Mientras tanto, el humo se vuelve inmenso, insoportable. Al final, lo que queda es una masa de aire pesado y caliente, tras la cual nos es posible divisar lo que antes fueran símbolos capaces de hablar a una comunidad. Después, la desazón”.

Apunta el curador Pablo Orellana: “En esta muestra podrán ver la serie de cuadros sobre el Palacio de La Moneda ardiendo, que marcó tanto a Nemesio en su decisión de exiliarse tras el golpe militar de 1973.

Y su compromiso también se puede ver en la serie del Estadio Negro -dedicada a Víctor Jara-, en la Carta de Luto o en el Volantín negro. Todas estas creaciones eran una forma de denuncia, pero también con la conciencia de que el arte era una manera de vivir para salir de los dolores y de las angustias, que para el artista son personales, pero también colectivas”.

¿Qué se plantea la Fundación Nemesio Antúnez hacia adelante? “Ahora estamos poniendo en valor nuestro archivo -cuenta Guillermina Antúnez-. La primera etapa de la Fundación fue poner a disposición de Chile y del mundo todo el archivo familiar, en nuestra web, para que se pudiera descargar y leer”. En otra área de trabajo “retomamos las enseñanzas del Taller 99, de Nemesio, donde los artistas y los estudiantes creaban de una forma muy colaborativa. Así que desde esa mirada del arte estamos haciendo todo un trabajo educativo en Chile. Y hacemos muchas investigaciones sobre varias líneas y temáticas”.

¿Qué otros aspectos desarrollan desde la Fundación? “También hemos hecho publicaciones con diferentes instituciones y ya tenemos cinco o seis libros editados -amplía Guillermina Antúnez-. Además organizamos exhibiciones con entidades de Santiago y, por supuesto, esta muestra itinerante de Nemesio por Latinoamérica, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (DIRAC). Por eso es tan conmovedor que se pueda ver esta obra reunida en la Embajada de Chile”. Y, así, que se dimensionen todos los planos de un creador que dejó signar su arte por ese pilar geográfico y cultural que marca los destinos unidos de Chile y de Argentina: la Cordillera de Los Andes.