Este movimiento creó un polo conservador que busca influir en la política y cultura regional.

“Dios no requiere que tengamos éxito,
sólo requiere que lo intentemos”.
Jimmy Swaggart. Pastor Pentecostal
El fenómeno es parte de un proceso histórico que se remonta a los años ’60. La relación entre religión y política en el continente se fortaleció a partir de estrategias de los EE UU para contrarrestar los efectos de la Teología de la Liberación. Desde 1969, con críticas de Nelson Rockefeller a la tendencia revolucionaria de la Iglesia Católica y hasta los ’80, con diferentes intervenciones desde el gobierno de Reagan, se promovió la expansión de las iglesias evangélicas financiadas por agencias de cooperación como la USAID y el apoyo de figuras carismáticas como el argentino Luis Palau, asesor de G. Bush; el pastor bautista Billy Graham, asesor espiritual de presidentes como Truman y Obama; y J. Swaggart, quien desde los ’80 organizó las cruzadas evangélicas en América Latina y Asia.
La presencia evangélica en América Latina tiene sus raíces en la oleada migratoria de luteranos, anglicanos, metodistas y menonitas europeos llegados a finales del siglo XIX. Según datos históricos, en 1910 apenas el 1% de la población latinoamericana era evangélica, llegando en 2024 al 25 por ciento. Implica que más de 100 millones profesan la religión que ejerce una influencia significativa en la dinámica socio-política del continente.
En Argentina, su presencia se consolidó con organizaciones como los Hermanos Libres, que establecieron alianzas con los gobiernos de facto. Originarios de Inglaterra, se opusieron durante la primera presidencia de J. D. Perón a la nacionalización de los ferrocarriles, a los derechos de los trabajadores y a las políticas sociales considerándolas «prácticas deshonestas».
En los ’80 se constituyeron en ONGs como ACIERA y FECEP, que consolidaron su influencia en el país. Estas organizaciones mantienen una línea ideológica conserva-dora, antiecuménica y poco dispuesta al diálogo interreligioso, a diferencia del Movimiento Ecuménico por los DD HH y la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas.
Este movimiento adquirió una dimensión sociopolítica significativa, creando un polo conservador que busca influir en la política y cultura regional. El impacto de los grupos evangélicos en las sociedades latinoamericanas es considerable, siendo la corriente pentecostal, surgida a mediados del siglo XX, como la fuerza lobista dominante.
En lo político han apoyado a diversos partidos desde centro izquierda a extremas de-rechas. Líderes como Lula, Daniel Ortega y López Obrador al igual que Bolsonaro, Bukele, Áñez y Fujimori recibieron su respaldo. En estos últimos tiempos se aliaron con las derechas más reaccionarias impulsando lawfare, golpes de Estado y persecuciones políticas, siempre defendiendo valores tradicionales en lo social y lineamientos neoliberales en lo económico. Puede verse en el documental Apocalipsis en los trópicos, cómo estas iglesias en Brasil han ido ganando terreno dentro del campo político. En la destitución de Dilma Rousseff (2016), por ejemplo, el Frente de Diputados Evangélicos contaba con 91 legisladores: hoy cuenta con 203.
La utilización de la tecnología y la IA permitieron una relevante influencia de la religión en la política. Los sermones apasionados de sus pastores marcan las agendas y promueven campañas contra gobiernos progresistas que impulsan derechos de minorías y proyectos sociales, y reavivan debates sobre el laicismo del Estado ya consagrado en las constituciones modernas. Su crecimiento en la región transformó el panorama religioso y sociocultural, compitiendo con la Iglesia Católica en su propio territorio.
Es relevante su presencia en la región. En Brasil representan un 33% de su población. En México, Colombia, Honduras y El Salvador, entre el 20/25%; en Argentina, un 15. Chile, Perú, Paraguay, Venezuela, Bolivia, Costa Rica y Ecuador alrededor del 10 por ciento. Uruguay es el de menor crecimiento entre el 5 y 10 por ciento.
Frente a este panorama no es casualidad que LLA se apoye en estas nuevas expresiones religiosas que también durante la dictadura cívico-militar fueron los primeros en apoyar al genocida Jorge Rafael Videla y en 1982, fueron los mismos Hermanos Libres quienes organizaron la ceremonia por los 100 años de la Iglesia Cristiana Evangélica con el ex dictador Bignone como orador principal.
Está visto que estas iglesias son parte de una estrategia de fragmentación social que no dialoga, no reconoce a las instituciones democráticas y debilita a las organizaciones políticas progresistas. «
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