La fotógrafa Clara de Estrada realiza un ensayo fotográfico en el que juega a revelar cierto aire de familia entre unos y otros, a partir de actitudes, formas y colores compartidos.

Uno de los espejos en los que las personas más disfrutan verse es el que ofrece el mundo animal, quizás porque ese juego de asimilarse con otras especies mantiene viva la propia memoria salvaje. Ese es el trabajo que realiza Avistaje (La Luminosa Editorial), un libro en el que la licenciada en Letras y fotógrafa Clara de Estrada juega a poner en paralelo algunas imágenes en las que lo humano y lo animal se espejan, revelando una familiaridad que con frecuencia solemos olvidar.
De Estrada nos presta su mirada por un rato -lo que tardemos en recorrer las más de 100 páginas de Avistaje– y a través de sus fotografías podemos descubrir un mundo propio, parecido al que vemos todos los días, pero un poco distinto. En esa realidad paralela que propone su libro no hay tanta diferencia entre un grupo de caballeros avanzando en fila india, enfundados en sus esmóquines, y una familia de patos que caminan uno detrás de otro. O entre un camarero de corbata y pantalón negros y delantal y camisa blancas, vapeando distraído en la vereda antes de volver a atender mesas y entregar pedidos, y un pingüino solitario parado en medio del yermo.
Algunas veces la autora encuentra algunas similitudes en cierta actitud compartidas por hombres y mujeres con lechuzas, caballos u ovejas. Otras propone asociaciones morfológicas, encontrando el parentesco en las formas de los cuerpos, e incluso cromáticas, como aquellas imágenes en las que el traje de baño de una señora gorda reproduce los colores del plumaje de un pavo real.
Como si se tratara de una nena un poco traviesa que disfruta de dibujarle bigotitos a las modelos que aparecen en las tapas de las revistas, De Estrada revela con gracia ese gesto animal que a veces se nos escapa a las personas cuando creemos que nadie nos ve. Pero también encuentra el lado humano de los animales, devolviéndoles de algún modo el derecho a ser tratados como iguales. En esa capacidad de encontrar el detalle oculto para ponerlo en evidencia y al mismo tiempo darle “voz” a quienes no la tienen se encuentran la ética y la poética que De Estrada construye.
A través de ella nos regala una forma de entender esa realidad a la que cada vez le prestamos menos atención, demasiado atentos a lo que nos muestran nuestras demandantes pantallas personales. Tal vez por todo eso, Avistaje incluye a modo de epílogo un oportuno texto de la antropóloga Celeste Medrano, donde se ponen en valor el lugar de la mirada y el rol que esta cumple como mediadora entre nosotros y el mundo. En especial con esos primos (no tan) lejanos a los que llamamos animales.
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