«El campo» partido: en estas elecciones, el sector va a votar con el bolsillo

Por: Matías Jáuregui

La fractura que existe entre las entidades que concentran el agronegocio, por un lado, y los peones rurales y “el campo que alimenta”, por el otro, se ve también en la radiografía del voto en la provincia de Buenos Aires.

Un lugar común establece que “el campo” vota a la derecha, pero las elecciones del pasado 7 de septiembre demostraron que no es tan así. Lo mismo se espera que suceda en los próximos comicios de octubre. El campo no es un todo homogéneo, por eso en localidades ganaderas relativamente chicas, como Rauch o Ayacucho, y en pueblos agrícolas, como María Ignacia Vela o Estación Azucena, ganó el peronismo.

Si analizamos al sector ganadero, vemos que el productor dueño de la hacienda, representado por la Sociedad Rural Argentina, votó mayoritariamente en contra de los candidatos del gobernador provincial Axel Kicillof. “Los dueños” sienten que están en un buen momento, definido por un dólar pisado que le sirve a la hora de transformar los pesos de la venta de carne en dólares. Además, esta ecuación mejora porque que la ganadería tiene sus costos en pesos y es una actividad pastoril con bajo uso de insumos. Incluso quienes engordan a corral lo hacen con un grano barato por el dólar bajo.

Pero no todos los sectores que trabajan la tierra se ven beneficiados por esa situación. Los trabajadores ligados a la cadena de la carne, como el puestero que vive en el campo, el transportista de hacienda, el chofer del camión, el alambrador o el molinero, padecen la situación económica actual. Son parte del campo, aunque casi nunca aparecen en la foto. Son los que “la ven pasar”, con sueldos planchados y un gasoil cada vez más caro que los perjudica de manera directa. Por eso, de allí salieron más votos al peronismo.

Hace poco escuché a un productor decir con desprecio: “El peronismo gana por la envidia del peón rural”, insinuando que al empleado le da bronca ver que el patrón gana plata. Esa frase nos muestra que los mejores promotores del voto a Kicillof, sin quererlo, fueron ciertos productores “gorilas” que, cuando la carne no valía nada, exigían compromiso a sus empleados sin pagar lo que corresponde, y ahora que la carne vale, pagan “a reglamento”.  

Lo que no entienden estos productores es que, con un buen trato y buenos salarios, quizás esos trabajadores se verían influenciados por los medios hegemónicos que machacan con el lema “todos somos el campo”. Pero la realidad les muestra a esos laburantes que la solidaridad no baja desde arriba ni viene de la derecha, sino de un Estado presente, en este caso el provincial.

En la agricultura la historia se repite. No fueron los dueños de la tierra, muchos de ellos rentistas que viven en las grandes ciudades, quienes votaron a Kicillof. El voto peronista vino del tractorista, del operario de la planta de silos, del camionero que cobra un sueldo que no alcanza, del contratista rural que ya no accede a créditos para renovar su parque de maquinarias, de las familias productoras y del arrendatario que no llega a cubrir sus costos. Ese universo, “el otro campo”, es el que votó en contra del modelo concentrador que propone el gobierno nacional, donde la escala manda y los productores medianos y chicos quedan afuera.

Cuando analizamos el voto en las grandes localidades del interior bonaerense, la lógica cambia respecto a los pueblos netamente agrícola ganaderos. Estas ciudades tienen economías diversificadas, ya que además del agro, conviven la universidad, la industria, el turismo y el comercio, donde el ajuste económico, el mercado interno deprimido y la apertura indiscriminada de importaciones golpearon de lleno. Eso explica por qué el peronismo logró achicar diferencias en Bahía Blanca, en Mar del Plata y en Tandil, donde ganó Fuerza Patria, algo que no pasaba desde 1987.

En la Cuarta Sección Electoral las inundaciones jugaron un papel importante. Los productores de Bragado, Pehuajó, 9 de Julio o Lincoln comprobaron en carne propia que, sin Estado, no hay caminos rurales ni obras hídricas. El gobierno nacional paralizó el Plan Maestro Integral del Río Salado. 

Lo mismo ocurre con la conectividad digital, que no depende de los municipios sino del gobierno nacional, que paralizó las inversiones y los planes de expansión de ARSAT. Esta ausencia del Estado nacional fue cubierta por el gobierno de la provincia; el ministro de Desarrollo Agrario, Javier Rodríguez, sostuvo políticas de acompañamiento en territorios donde la Nación no apareció.

En el campo conviven dueños de la tierra y ganaderos con rentabilidad, con peones precarizados, transportistas con gasoil caro, contratistas rurales sin créditos y familias productoras y arrendatarios que están en riesgo de fundirse. La realidad oscila “entre la ganancia del patrón y el sueldo magro del peón”.

Mientras algunos pocos tienen ganancias de privilegio, otros la pasan cada vez peor. Por eso, unos y otros, votan como votan.

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