
Lo que podemos visualizar hoy después de leer el Decreto Nº 70/2023 del presidente Javier Milei no tiene que ver con un apartado especial que apunte directamente a la actividad de los vendedores y diarios y revistas. Es mucho más grave. La república y la democracia que conocíamos hasta ahora se terminaron. Y las y los trabajadores estamos ingresando, por elección, en una nueva era de quita de derechos y de menores ingresos por salarios.
El golpe directo a la clase trabajadora no tiene antecedentes en los últimos 40 años de democracia, debemos remontarnos a la dictadura de 1976 para encontrar estos niveles de regulación y limitaciones de los conflictos colectivos de trabajo, y a los cambios en las relaciones individuales y colectivas. El ataque a las organizaciones sindicales no es sólo respecto de su rol de defensa de los trabajadores sino que apunta a atacarlos mediante el desfinanciamiento de las organizaciones, provocando su asfixia e inmovilizándolas.
El objetivo es llevar a la clase trabajadora al mundo de desprotección que teníamos en la era pre peronista, antes de 1945. Sin derechos, sin igualdad, sin acceso real a la salud y la educación, sin recursos y sin cultura.
En ese escenario los canillitas ya no venderemos ni diarios ni revistas. Ni el carnicero venderá carne, ni el panadero venderá pan, ni facturas, ni bizcochos.
La tragedia que propone el presidente Milei no está dirigida a una actividad en especial. No somos los canillitas los que estamos en la mira. Somos la clase trabajadora entera la que pusimos en riesgo nuestros derechos y nuestros ingresos a favor de los mismos intereses corporativos que durante tantos años supimos enfrentar.
Con Perón aprendimos que las y los trabajadores teníamos que pelear por el 50% de lo que nosotros mismos generábamos, el famoso “fifty fifty”. Y con Perón lo logramos. Y después de muchas décadas también recuperamos el “fifty fifty” con Néstor y con Cristina. Pero hoy estamos muy por debajo de eso y Milei nos propone erradicar esa pelea.
Los trabajadores estamos en un momento bisagra, ya que están juego no sólo nuestros ingresos sino fundamentalmente nuestras fuentes de trabajo. No se trata de ajustar el cinturón, se trata de tener o no tener pantalones. Tenemos que dar una gran pelea.
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