El gran festival vuelve a reunir a figuras del cine global, pero también dejó espacio para declaraciones punzantes. Con escasa presencia argentina en pantalla, el actor de "El jockey" fue convocado como jurado y denunció las políticas de Javier Milei.

Las fotos, las tapas de revistas, los memes y las redes sociales están para Tom Cruise y su ambiciosa y entretenida saga de espionaje internacional, que —¿ahora sí?— concluye con Sentencia final, octava entrega que se estrena en Argentina el 22 de mayo. El día anterior, en la apertura, todas las miradas estaban puestas en Leonardo DiCaprio entregando una Palma de Oro honorífica a Robert De Niro y aplaudiéndolo mientras el parco pero comprometido actor de Buenos muchachos despotricaba contra las políticas de Donald Trump. No presentaban películas nuevas, pero eso era lo de menos. Están entre las máximas estrellas de la historia del cine, unidas por su conexión con Martin Scorsese, con quien trabajaron tanto juntos (Los asesinos de la luna) como por separado.
Scorsese no estuvo, pero sí los acompañó en escena un hiperexcitado Quentin Tarantino, que también trabajó con uno y otro en Django sin cadenas y Jackie Brown, respectivamente. Ellos tres —más la diva local Juliette Binoche y Jeremy Strong, estrella de Succession— le dieron a los primeros días el star system con el que Cannes se conecta con el mundo entero, más allá de la cinefilia dura. Por cada pequeño film japonés, cada drama chileno o autor español que interesa a unos, hay una red carpet colmada de celebridades que entretiene a otros. Un día es Kristen Stewart, otro es Robert Pattinson. Una noche es Scarlett Johansson, la siguiente, Emma Stone. Y así.
Lo mejor de Cannes ocurre cuando esos dos mundos se combinan. Y Argentina tuvo mucho que ver con uno de esos momentos. Si bien el festival contó con una presencia local casi nula —solo el cortometraje Tres compitió en la sección de escuelas de cine—, hubo argentinos participando como parte de jurados, equipos técnicos o del mercado. Entre ellos, destacó Nahuel Pérez Biscayart, actor de El jockey, presente como jurado de Un Certain Regard. En la apertura de esa sección, subió al escenario y fue directo al grano: denunció el vaciamiento cultural del actual gobierno argentino.
“Estar acá nos da fuerza, apoyo y amor para resistir a un gobierno que quiere destruirlo todo, incluso la cultura”, dijo el actor, muy querido en Francia, donde ha desarrollado gran parte de su carrera. El propio Thierry Frémaux, director artístico del festival, aludió a la situación en su conferencia de prensa: “El cine es importante para la cultura, para valorar la historia y la fuerza de un país. No hay que reducir su potencia, sino desarrollarla”. La ausencia de películas argentinas puede —o no— atribuirse al desmantelamiento del INCAA. Lo cierto es que el impacto del desfinanciamiento solo será totalmente visible en los próximos años.
En lo cinematográfico —más allá del efecto bomba de Tom Cruise y sus aventuras geopolíticas—, el festival comenzó mejor que en otras ediciones, con películas que abordan temas complejos y de fuerte contenido sociopolítico. Two Prosecutors, de Sergei Loznitsa, analiza los excesos del estalinismo en una historia que conecta indirectamente con la actual guerra entre Ucrania y Rusia. Sirat, del español Oliver Laxe, aborda con lirismo las tensiones ligadas a las migraciones de África a Europa, uno de los ejes recurrentes de este año.
Especialmente efectiva es Caso 137, thriller francés de Dominik Moll basado en hechos reales. La trama gira en torno a una investigación interna por el accionar policial durante una marcha de los “chalecos amarillos” en 2018: un disparo de bala de goma deja a un joven con una herida cerebral permanente. Tal como ocurre con el caso de Pablo Grillo en Argentina, el film pone el foco en el abuso institucional desde un enfoque inquietante.
Quizás la única película de la competencia no ligada directamente a lo político sea Sound of Falling, de la alemana Mascha Schilinski. Sin embargo, este sólido film sobre cuatro generaciones de mujeres atraviesa la Segunda Guerra Mundial y las divisiones que marcaron la vida en Alemania durante el siglo XX.
Fuera de competencia, se destacaron La misteriosa mirada del flamenco, del chileno Diego Céspedes, una original reflexión sobre las luchas de mujeres trans y otros integrantes de la comunidad LGBT+ en los años ’80, y Enzo, obra póstuma de Laurent Cantet (Recursos humanos), centrada en un adolescente burgués que, al rebelarse contra su entorno, se convierte en obrero y se enamora de un compañero de trabajo.
Los contextos políticos cambian, pero Cannes sigue siendo un reflejo singular de lo que ocurre en el cine y en el mundo. Con sus contradicciones y excesos, el festival mezcla lo banal con lo profundo, lo ligero con lo comprometido, el glamour de las alfombras rojas con las vidas de quienes, a través del arte, intentan dar testimonio de su tiempo.
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