En el Museo Nacional de Bellas Artes se exhibe “Carlos Gorriarena. Retrato de un momento”, en el centenario de su nacimiento, con su estética siempre vigente.

La muestra, con cuadros de pequeño, mediano y gran formato que él realizó entre 1967 y 2006, abarca desde sus pinturas cercanas al informalismo de los años ‘60 hasta sus trabajos más icónicos, con la figura humana como elemento central: es un recorrido exhaustivo por las diversas etapas creativas de Gorriarena, nacido en 1925 y fallecido en 2007. Allí en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473), la exhibición puede visitarse de martes a viernes de 11 a 19.30 y los sábados y domingos de 10 a 19.30: “Carlos Gorriarena. Retrato de un momento” revela su arte desafiante.
Dice el Director del Bellas Artes, Andrés Duprat, en el documento oficial: “Esta muestra invita a recorrer cinco décadas de trabajo de un artista y maestro que transmitió con generosidad su forma de sentir la pintura a quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo. La figura de Gorriarena trasciende su tiempo”. Y la curadora de la muestra e investigadora del museo, Gabriela Naso, da varias claves en el mismo documento: “Carlos Gorriarena logró una imagen inconfundible. Una paleta de combinaciones estridentes, una pincelada cargada de gestualidad y una estudiada distorsión de las figuras y los espacios son algunos de los recursos que combinó para alcanzar un léxico propio”.
Así, el pintor “abordó los aspectos de la realidad que consideró urgentes, esenciales, ineludibles”, amplía Naso. “Al promediar los años ‘60, Gorriarena empezó a desandar el camino que lo había llevado a una pintura informalista. Banderas nacionales y seres amorfos aparecen como los primeros indicios de la construcción de un universo iconográfico en el que la forma humana permanecerá como elemento central a lo largo de cuatro décadas”.
Luego detalla Naso: “Si durante la década de 1970 se concentró en quienes detentaban el poder político y militar, con el retorno de la democracia amplió ese enfoque para abarcar otros aspectos de la vida social y personal. Convertido en un referente de la llamada ‘pintura-pintura’, entendida como lugar de reivindicación y de pertenencia, en los años ‘80 Gorriarena buscó reinterpretar las claves de un presente que aún se percibía incierto”.
Para graficar estas etapas estéticas en Gorriarena la muestra del Bellas Artes está organizada en tres ejes temáticos. El primero es “Desde el caos primigenio”, con foco en los años ‘60, cuando algunas pinturas de Gorriarena mostraron a los Estados Unidos en la guerra de Vietnam y a la dictadura de Onganía. El segundo eje es “Los rostros del poder”, con sus obras de los ‘70, cuando el artista representó, a partir de fotografías de prensa, arquetipos del poder. Sus colores exagerados ejercían la denuncia social.
El tercer eje de la muestra es “Bestiarios contemporáneos”, en sintonía con la vuelta de la democracia. De los dictadores y políticos afines a aquéllos, Gorriarena pasó a pintar a la clase media -el nuevo actor social-; reflejó hábitos de consumo, atravesó los ‘90 y llegó a sus últimas obras, de 2006, incluidas en la exhibición. En diálogo exclusivo conTiempo Argentino, Gabriela Naso agrega: “Además de sus pinturas informalistas, están aquellas en las que Gorriarena nos quiso mostrar las relaciones de poder. Luego están las otras, en las que se abre a la vida cotidiana, a los vínculos sociales e incluso a los de pareja o de mayor intimidad”.
Y explica: “Esta disposición en tres ejes temáticos nos pareció una buena idea para eludir lo cronológico, ya que no necesariamente todas las obras en las que se alude a lo político son de los ‘70: en los dos mil, Gorriarena tiene imágenes sobre la guerra y el imperialismo, por ejemplo. Además, buscamos que la exposición pudiera ser recorrida en dos direcciones”. Para Naso, algo central en la curación de la muestra fue la relación con Sylvia Vesco, viuda de Gorriarena: “Ella fue súper generosa conmigo en las etapas de la investigación y me contó muchas de las cosas que debatían con Carlos”.
Por ejemplo, “yo pregunté sobre el momento en que Gorriarena se alejó un poco de sus imágenes más políticas -evoca Naso-. Sylvia me contó que se acordaba perfectamente el día que Alfonsín ganó las elecciones, cuando Gorriarena dijo: ‘Esto es lo que eligió la gente. Ahora voy a tener que pintar a la clase media’. Él tuvo esa visión de cuál era el actor por excelencia del momento, así como en los años de la represión había sido el poder político y militar. Y, desde ahí, Gorriarena se abrió a temas que no estaban presentes en su obra”.
Sylvia Vesco le dio acceso a Gabriela Naso a los cuadernos a partir de los que trabajaba Gorriarena; en la muestra también se exhiben bocetos, apuntes, documentos y fotografías. “Hay algo que me sorprendió -revela Naso-. Hay una obra famosa de él, ‘El palco’, que es de la colección del museo y que para mí estaba asociada a un momento de la historia argentina. Pero al ver el recorte periodístico que Gorriarena tomó como fuente descubrí que era una imagen de Jimmy Carter, el expresidente de los Estados Unidos, en la Casa Blanca. Gorriarena usó esa foto para hacer un arquetipo de lo político”.
Por eso Naso extiende: “Haber encontrado los recortes de Gorriarena fue, para mí, muy revelador de su trabajo. También tuve en cuenta, para la curación, las muy buenas publicaciones ya existentes sobre su obra: las de María Teresa Constantin, Diana Wechsler y Raúl Santana”. ¿Cuál es, para Gabriela Naso, la vigencia de la obra de Gorriarena? “Su iconografía, que tiene que ver no sólo con el poder, en el sentido estricto de lo político, sino con la manera en que las asimetrías de poder se expresan en la sociedad y en los vínculos sociales”.
Y esa elección pictórica, y a la vez ética, “nos habla también en el presente”, sabe Naso. “Además, Gorriarena es de absoluta referencia no sólo para quienes fueron sus alumnos, sino para quienes siguieron trabajando con la pintura a lo largo del tiempo”. Y, por supuesto, “la cualidad expresiva, y la forma en que él trata esas imágenes, también lo vuelven muy vigente. Gorriarena es un artista al que mucha gente miró para luego alcanzar sus propios medios expresivos”.
Había nacido en Buenos Aires y falleció en La Paloma, Uruguay, a los 81 años. Sus pinturas de violencia contenida, de exhuberancia y contrastes plenos, perturbaban a la vez que imantaban por su reflejo satírico del poder: eran un crudo espejo de las tensiones en la sociedad argentina. Como dice Gabriela Naso en el documento oficial de la muestra: en Gorriarena, “un trazo del pincel, un gesto captado de forma fugaz o las sombras proyectadas sobre una pared son capaces de condensar el clima de una época con la más potente elocuencia”.
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