La flamante temporada de la serie que continúa la saga de las películas Karate Kid suma nuevos-viejos personajes y ajusta la trama con inteligencia e ironía. Disponible en Netflix.

En este contexto no podía faltar el tributo a Karate Kid. La amistad entre el adolescente solitario y el sabio anciano japonés que oficia de padre a través de la enseñanza de las artes marciales ya tiene su lugar inmortal en el cielo de la cultura de masas y es una postal paradigmática de una época. Y, aunque la muerte en 2005 de «Pat» Morita, el actor que interpretaba al entrañable sensei Nariyoshi Miyagi, trunca el retorno de la relación, eso no impide que regrese gran parte del elenco de la película original y que “el señor Miyagi” esté siempre presente en el recuerdo a través de flashbacks recurrentes y de sus consejos perdurables para las luchas en los torneos y para la vida.
La serie Cobra Kai que comenzó en la plataforma YouTube Red en 2018 y desde mayo de 2020 pasó a Nettflix. Hace escasas horas se estrenó su esperadísima tercera temporada, que sigue narrando treinta y cuatro años después de los sucesos de la cinta original –y en los mismos escenarios californianos– las desavenencias entre los antaño competidores Daniel LaRusso (Ralph Macchio) y Johnny Lawrence (William Zabka). Claro que el tiempo hizo sus estragos y el inmaculado adolescente que era Daniel, hijo al fin tanto de las instrucciones del espiritual Miyagi como de la neocapitalista era Reagan, devino en empresario exitoso de una cadena de automóviles y el antaño bravucón y odiado Johnny se convirtió en uno de esos adorables perdedores con los que los televidentes suelen empatizar.
Retomando el espíritu de las películas Karate Kid, la serie se centra en los tópicos que llevaron a la franquicia al cenit de la fama: por un lado, renueva la idea decimonónica del Bildungsroman, la novela de educación en la cual un muchacho supera los obstáculos y los miedos y se convierte en «lo que se es”. En la saga Karate Kid esto se consigue mediante la introducción y el adiestramiento al mundo de las artes marciales. Si en los ’80 los maestros de iniciación eran el señor Miyagi y el siniestro John Kreese (carácter que vuelve con más fuerza en la tercera temporada siempre de la mano de Martín Kove), en el siglo XXI Daniel y Johnny intentan tomar la posta para las nuevas generaciones: Robbie (Tanner Buchanan), el hijo de Johnny; y Miguel Díaz (Xolo Maridueña), un latino que, como Daniel en su pubertad sufre lo que para los lejanos ’80 no teníamos un nombre preciso: bullyng. A ellos se suman otros muchachos vulnerables que se debaten entre el bien y el mal. Como signo de los tiempos que corren se otorga cierto protagonismo a las mujeres que por primera vez acceden al patriarcal universo del karate. Porque uno de los aciertos de Cobra Kai es la original manera en que renueva viejas ideas a los nuevos contextos, no siempre de manera políticamente correcta. Es decir, no lo hace criticando sino muchas veces exagerando y poniendo en evidencia el machirulismo de Karate Kid y sus personajes. Así, por ejemplo, Johnny se ríe del lenguaje sexista e insiste en su ancestral trogloditismo de género provocando jocosos gags.
El otro tópico es el deseo triangular. Como en la primera película, las rivalidades en el campo del deporte lo son también en el campo de los afectos. Así como en su juventud Daniel y Johnny luchaban por la misma chica e iban en busca de la figura paterna, ahora el triángulo afectivo se reactualiza entre Robbie, Miguel y Samantha, la hija de Daniel.
Para clímax de los fanáticos o de los melancólicos, la tercera temporada se regodea particularmente en la cinta original, vuelve a Okinawaba allí donde empezó todo y como sorpresa reincorpora a personajes caros a los recuerdos –casi golpes bajos– de Karate Kid 2: viejos amores orientales de Daniel y algún cruel y sádico enemigo del pasado que ahora se redime en una “tierna” reconciliación a su manera. Y la fruta del postre es el regreso más esperado: la codiciada Ali Mills (Elisabeth Shue), la chica de los sueños de Daniel y Johnny en 1984 ahora metamorfoseada en sensual madura que viene dispuesta a sacudir el avispero y de la que se esperan nuevos conflictos. Por ahora solo se limitó a poner las cosas en su lugar: a develar que las disputas eternas encubren más igualdades que diferencias y más deseos de cariño que de enfrentamientos entre los enemigos. Así, mediados por el antiguo objeto de deseo y unidos menos por el amor que por el espanto al malvado Kreese, Daniel y Johnny finalmente están dispuestos a aceptar parafraseando a –sepan disculpar la asociación– Ricardo Balbin que “este viejo adversario acepta a un amigo”.
Y como orquesta y telón de fondo, Queen, la música pop, las desmesuradas canciones románticas, ineludibles referencias y citas cinematográficas e íconos bizarros de la cultura de masas y, por supuesto, las esperadas y antológicas luchas que coronan todos los excesos de los ’80. «Elenco: Ralph Macchio, William Zabka, Courtney Henggeler, Mary Mouser, Elisabeth Shue, Martín Kove. Disponible en Netflix.
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