Eduardo Trasante, perfil de un hombre que convivió con la muerte hasta que lo ejecutaron

Por: Silvina Tamous

El 1° de enero de 2012 una banda narco asesinó a tres jóvenes militantes en una canchita de fútbol de Villa Moreno, en la zona sur de Rosario.

Las muertes de Jere, Mono y Patom instalaron el debate por el crecimiento del narcotráfico en los barrios y la complicidad policial en el negocio.

Claudio Suárez, el Mono, de 19 años, y Adrián “Patom” Rodríguez, de 20, aprendieron a patear juntos por el barro de Villa Moreno. Lo único que los dividía era el fútbol: Patom era de Newell’s; el Mono, de Central.

Jeremías Trasante, de 17 años, se unió a ellos en la adolescencia, cuando su familia llegó al barrio. Jeremías era el hijo de Eduardo Trasante, un pastor evangélico que comenzó reclamando justicia por la muerte primero de Jere y después de Jairo.

En febrero de 2014, cuando Jairo tenía 17 años fue acribillado en inmediaciones del bar Chiringo, en Dorrego al 1000, en la zona céntrica.

La pelea por justicia determinó que se realizara el primer megajuicio, el de la masacre de Villa Moreno, en el que la pelea en la calle de los militantes que acompañaron el reclamo de los padres de las víctimas logró seis condenas.

Pero también consiguió que la lucha por que el caso no quedara impune determinó que se visibilizara cómo los pibes mueren en los barrios.

Trasante aseguraba sobre sus otros cinco hijos y tres nietos: Gisela, de 34 años; Kevin, de 29; Jonathan, de 23, Catherine, de 20 y Anita, de 17: “Me levanto cada día por ellos. Busco cada día de mi vida abrazar la fe, la fortaleza en Dios, que nunca hace las cosas porque sí, más allá de que tenga que enfrentar situaciones extremas como la que pasamos nosotros. La Biblia dice que Dios no nos va a poner una carga más fuerte de las que podamos soportar. Con esa carga viene la fortaleza sobrenatural que es la que me sostiene, y eso me permitió seguir adelante, salir a la calle, a reclamar, a acompañar a familiares de víctimas”.

En el medio, también murió su esposa de una enfermedad terminal. Y después se volvió a casar con la mujer que lo acompañaba este martes, cuando lo ejecutaron. Trasante tenía 54 años.

Hace cinco años, Trasante habló con El Ciudadano en el marco del Día del Padre. A pesar de haber perdido a dos de sus 7 hijos, su amor de padre seguía siendo fuerte, incluso con aquellos que no eran sus hijos.

En ese momento era capellán carcelario en los penales de la ciudad y debió librar, como él dijo, una gran “batalla interna” en su mente para poder estar cara a cara con dos de los asesinos de su hijo Jeremías.

“No hay pérdida más antinatural que la de un hijo. El dolor que produce es distinto a cualquier otro, un duelo para el que nadie está preparado”, sostuvo.

“Fueron las semillas más caras de mi vida, pero ya empezaron a dar sus frutos”, dijo con abrumadora entereza.

Encuentro con los asesinos

Dos de los detenidos del Triple Crimen pidieron hablar con el pastor. Estaban alojados en el pabellón A y en el Nº 8 de la Alcaidía Mayor de la Jefatura. Luego fueron trasladados a Piñero. Después de la muerte de Jere fue a verlos una vez por semana: “Fue muy fuerte. Si el individuo cambia su manera de pensar, modifica su forma de vivir. Tratamos de llevar la mente del hombre a un renunciamiento y liberación de cosas que lo llevaron a delinquir y caer en las adicciones”.

Y agregó: “Fue una batalla interna muy dura. Mis pensamientos iban acompañados de mis sentimientos. Todo esto chocaba en mi cabeza. Me preguntaba: ¿Cómo lo hizo? ¿Era él quien portaba la ametralladora? Porque Jeremías fue el único de los tres chicos asesinados que tenía impactos de bala de ametralladora, y un tiro en la sien de calibre 9 milímetros. Traté de librar la batalla y de no ir en contra de mis principios. Los problemas hay que dejarlos en la puerta de tu casa. Creo en el cambio. A algunas personas les cuesta más, a otras menos, y son resultados que pueden durar toda la vida”.

Sobre los acusados de matar a su hijo dijo: “Aprendí a poner en práctica amar y perdonar al enemigo. Pude perdonarlos. La Biblia dice que Dios es juez. Más allá de que tengamos buenos abogados en la causa, el juez y abogado de “mi” causa es Dios y Jesús. Tengo extrema confianza en ellos”.

Política

Trasante fue concejal por el espacio Ciudad Futura en 2017, pero renunció un año después por una denuncia de acoso. Desde el partido señalaron en ese momento que el pastor se iba a someter en forma voluntaria a un protocolo preventivo de violencia de género. Su lugar en el Palacio Vasallo lo tomó la abogada Jesica Pellegrini.

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