Una investigación detectó 43 casos de mujeres reducidas a la servidumbre, manipuladas y amenazadas por la organización religiosa. En 2014, la congregación lo envió a Roma para que intentara aplacar la voluntad reformista de Bergoglio.

En una resolución emitida el 11 de junio, la Justicia argentina sumó a un imputado de gran relevancia a la causa que investiga desde 2022 este caso de trata de mujeres reducidas a sirvientas.
El último imputado es el reverendo monseñor Mariano Fazio, nacido en Buenos Aires en 1960 y quien se desempeña como vicario auxiliar de la Prelatura de Santa Cruz y Opus Dei (Obra de Dios) en Roma.
Fazio es, además, la mano derecha del español Fernando Ocáriz, jefe máximo del grupo ultracatólico. Y el primero en la línea para sucederlo.
La investigación judicial comenzó en 2022. En ella, se expone el testimonio de 43 mujeres, con situación económica vulnerable, atraídas por la obra cuando tenían entre 12 y 16 años con la promesa de un hogar y educación.
Sin embargo, la única instrucción que recibieron fue relativa al cumplimiento de tareas domésticas. Planchar, cocinar y limpiar, todos trabajos que desarrollaron durante décadas sin remuneración y a demanda de varones del Opus Dei. Tanto en Argentina como en otros países.
Ese sometimiento laboral estaba acompañado, según la acusación, por un régimen de adoctrinamiento y manipulación psicológica.
Una de las víctimas declaró al juez Daniel Rafecas que Carlos Nannei, quien lideraba sesiones de meditación, les decía: «Irte de la Obra era como salir de la barca». Y más grave: «Salir de la barca es una muerte súbita».
«Yo iba por la calle pensando que no quería vivir más. Pensando cómo puede la gente sonreír. Ahí me mandaron al psiquiatra», dijo la misma denunciante. A ella, como a las otras mujeres, les exigían disponibilidad total para una enorme cantidad de tareas domésticas.
Esta declaración, del 6 de mayo pasado a través del método cámara Gesell, permitió a los fiscales Eduardo Taiano, María Alejandra Mángano y Marcelo Colombo ampliar la acusación hacia Fazio. El religioso había quedado originalmente excluido de la citación a indagatoria.
En 2024, tras los dos años de una investigación secreta y sin precedentes, la Procuraduría contra la Trata de Personas de Argentina (PROTEX) y la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 3 habían elevado una acusación formal contra las máximas autoridades del Opus Dei en Buenos Aires.
En ese pedido se citaba a indagatoria a los exvicarios regionales Carlos Nannei (1991-2000), Patricio Olmos (2000-2010) y Víctor Urrestarazu (2014-2022). Llamó la atención entonces que no se nombrara a Fazio, quien había estado en el mismo cargo en el período intermedio entre los dos últimos.
Fazio se desempeñó de 2010 a 2014 como vicario regional del Opus Dei en Argentina, Paraguay y Bolivia. Entre 2014 y 2019 fue vicario general de la prelatura y actualmente es vicario auxiliar, es decir, segundo en la jerarquía global.
Fazio llegó a Roma en 2014, un año después de que el también argentino Jorge Mario Bergoglio se convirtiera en el papa Francisco.
El nombramiento, primero como vicario general, no fue casual. El jefe máximo del Opus Dei entonces, Javier Echevarría, lo llevó con el fin de buscar acercarse al jesuita que, aunque recién desembarcaba en el Vaticano, ya aparecía con una impronta reformista que los alarmaba.
Según fuentes cercanas al Opus Dei y al Vaticano, la intención fue la de “controlar” a Francisco, con quien Fazio sostenía una relación cordial en Buenos Aires.
El Opus Dei fue creado en 1928 en España y se hizo fuerte durante la dictadura franquista. La organización fue acusada innumerables veces de prácticas autoritarias y retrógradas. Pero en parapelo se fue extendiendo a varios países y ganó gravitación en el seno de la Iglesia católica. Tanto, que su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, fue canonizado en tiempo récord en 2002.
La influencia del Opus fue perdiendo espacio con el papado de Francisco, pese a los esfuerzos por revertir el espíritu reformista del argentino con, entre otros, el ahora imputado Fazio.
Bergoglio tomó la decisión de reconfigurar el estatuto institucional de la organización y le recortó atribuciones, lo que minó un poder dentro del Vaticano que había crecido vertiginosamente durante el papado de Juan Pablo II.
El Ciudadano
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