La guerra arancelaria del presidente de Estados Unidos ha trastocado el orden económico internacional, ignorando cualquier norma de la Organización Mundial de Comercio OMC.

La guerra arancelaria del presidente de Estados Unidos ha trastocado el orden económico internacional, ignorando cualquier norma de la Organización Mundial de Comercio OMC y acrecentando la volatilidad en un siglo incierto.
Especialmente improvisados , caprichosos, son los argumentos acerca de las medidas arancelarias tomadas contra India y Brasil, dos de las 10 economías más grandes del mundo.
En el caso de la India el argumento de la Casa Blanca ha sido que India compra petróleo ruso y ,peor aún, que lo revende a países cuyos gobiernos, siguiendo los dictados rusófobos de Washington, no negocian bienes energéticos directamente con Moscú.
Agrega el gobierno de Trump que India compra también material militar ruso y que de ambas maneras fortalece a Rusia como potencia económica-militar y la favorece en su guerra con el gobierno de Volodímir Zelenski, presidente autoprorrogado ilegítimo de Ucrania.
Este guión argumental ignora la historia, las bases de la teoría del comercio internacional, puede tener consecuencias económicas , geopolíticas negativas para Estados Unidos, fortaleciendo la decisión de la India de vigorizar los BRICS, solidificar su antigua buena relación con Rusia, reencontrarse con China con quien tiene una relación en los BRICS y en el Grupo de Shangay.
En el caso de los aranceles a Brasil la acción Trumpista tiene dos argumentos insólitos. El primero es falsear las cifras aduciendo un déficit comercial de Estados Unidos con Brasil. La voluntad política de un líder puede hacer muchas cosas, mas no puede convertir como mago de circo superávit en déficit. El calor de la política no puede contaminar la serenidad de las estadísticas.
El otro argumento inaceptable contra el gobierno que preside Luiz Inácio Lula da Silva es que Brasil persigue ilegítimamente a Jair Bolsonaro, un ex capitán que apoya la primera dictadura impuesta por el Plan Condor que ensangrentó América Latina en el siglo XX. Y que hoy es golpista convicto y confeso, sancionado por la justicia brasileña con prisión domiciliaria.
Eso es un intervencionismo que recuerda los peores momentos de la triste historia de la relación de Latinoamérica con Estados Unidos.
Trump ha sido víctima de lawfare en Estados Unidos. Conoce en carne propia lo que es la justicia norteamericana manipulada por intereses políticos. Sabe que su país, como muchos en el mundo, tiene una deuda pendiente con una justicia separada de intereses económicos, políticos y criminales.
Si esa sospecha es la motivación para interesarse por el tema Bolsonaro, Marco Rubio, jefe del Departamento de Estado, puede hacer formalmente las indagaciones pertinentes con discreción diplomática. Lo contrario es darle la razón a los medios estadounidenses y brasileños que dicen que su apoyo a Bolsonaro no es sólo por cercanías ideológicas sino por la amistad de los vástagos de Trump con los vástagos de Bolsonaro. No se pueden manejar así, sin profesionalismo alguno, las relaciones del país más importante de Norteamérica con la nación más relevante de Sudamérica.
India ha suspendido compras militares que tenía programadas en Estados Unidos y ha contrargumentado que EE UU compra bienes estratégicos de procedencia rusa, violando su propia prohibición rusófoba.
Brasil podría contrargumentar que el Partido Republicano y su el presidente Trump mantienen una permanente campaña mediática y parlamentaria contra señalados líderes demócratas como los Clintons, Obama , Biden y su hijo Hunter, beneficiario por un indulto otorgado por su padre antes de dejar la Casa Blanca. Aquello nunca es usado por Planalto o Itamaraty contra Trump porque Brasil respeta las normas diplomáticas en las relaciones internacionales
En el famoso cuento infantil de Cristian Andersen unos estafadores le hacen un traje mágico al rey ,un traje que sólo sería visto por súdbitos buenos e inteligentes. Esos estafadores del cuento hoy los representan personas como el rusófobo senador republicano Lindsey Graham, empleado de las industrias militares estadounidenses que financian su vida política con los beneficios millonarios que esas empresas le pagan. Siempre pide más intervenciones militares en el exterior y practica la obsecuencia con Trump. Le halaga su vanidad tratando de conseguir sus torvos propósitos.
Mas como el traje mágico no existe en el desfile triunfal de Donald Trump celebrando los éxitos de su guerra arancelaria un niño de los miles de hijos de migrantes indocumentados expulsados de Estados Unidos puede gritar “el Rey va desnudo”.
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