
En el año 2010 llegamos finalmente ya como antropólogos al Chaco, a la famosa Isla Cerrito, en el marco de la Cumbre Social del Mercosur, militando la muestra fotográfica “Prisioneros de la Ciencia”, que incluía las historias de caciques Qom fusilados o asesinados por el ejército y la policía entre 1881 y 1887 durante la conquista del “desierto verde”, que fue la continuación del genocidio patagónico pero contra los pueblos Qom, Mocoi, Wichí, Pilagá, Guaraní, y más etcéteras.
Entonces entró en nuestras vidas Juan Chico, referente de las comunidades Qom de Napalpí. Juan, impactado por la muestra, nos invitó al Primer Encuentro de Jóvenes Comunicadores Indígenas, en la casa de la militancia de HIJOS en la ex ESMA, ni más ni menos. Entonces los impactados fuimos nosotros.
A partir de allí y durante más de una década caminamos juntos, caminamos por Napalpí claro, pero también por numerosas localidades y provincias compartiendo encuentros y charlas en escuelas, radios, congresos, militando Napalpí y también la restitución de los Qom fusilados y asesinados durante el genocidio roquista.
Entendiendo que en Napalpí se conjugaban el genocidio indígena y la represión a los trabajadores organizados (a los que les pagaban con vales, con monedas de la empresa, trabajos casi esclavos), enlazábamos las luchas de resistencia hasta la actualidad. Obreros indígenas asesinados como los de la masacre de la Forestal y los de la Patagonia. Rebeldes, sí. Un momento histórico, en esa segunda década del siglo XX, en la cual estaban descabezando al movimiento obrero argentino que le costó luego 20 años resurgir.
Finalmente, los Qom asesinados y fusilados fueron restituidos y descansan, desde el 19 de julio del 2020, en el Memorial de Napalpí. Memorial que cuando se cumpla un nuevo aniversario de la Masacre será declarado, a pedido de las comunidades, como sitio sagrado indígena.
Hoy Napalpí ya es causa nacional. La visibilización del juicio así lo demuestra. Es un hito a la memoria. Hay tres juicios de lesa humanidad iniciados por pueblos originarios en Argentina y el resultado de este juicio sienta un precedente de reparación que, en primer lugar, tiene como objetivo la restitución de los territorios.
Pero Napalpí sigue doliendo. Falta mucho para saldar esta herida genocida en pleno Chaco Gualamba. Falta agua, falta trabajo, sobra exclusión y racismo. Falta Juan y su fuerza.
Pero están las miles de compañeras y compañeros en quienes, en su breve pero intenso paso por nuestras vidas y militancias, Juan supo sembrar la semilla de Napalpí, dejando así entonces la antorcha prendida mucho, muchísimo, más lejos de cuando la tomó.
La lucha de tantas mujeres y hombres no fue en vano, hoy son estrellas que nos guían señalado el camino de luchas y resistencias. Por ellas y ellos: Memoria, Verdad y Justicia.
*Fernando Pepe es antropólogo, titular del Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas
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