En su último libro, “La tentación neofascista”, el fundador de la Revista Topía señala que el gobierno de Milei “aumenta los efectos de pulsión de muerte, la violencia destructiva y autodestructiva” en la sociedad argentina.

En su último libro La tentación neofascista (Editorial Topía), el psicoanalista y ensayista Enrique Carpintero, también fundador y editor de la célebre Revista Topía, analiza el gobierno de Milei a la luz de la fragmentación social que le facilitó llegar al poder y advierte: “No está derrotado, le faltan dos años y hay que ver cómo se recompone”.
-¿De qué tipo de fascismo habla en su libro?
-Creo que, si el gobierno tiene algunos éxitos, aparece claramente esta posibilidad de instalarse como un gobierno neofascista, que básicamente utiliza los mecanismos de la democracia para terminar con la libertad civil y democrática que hemos conseguido estos años.
Hablo de neofascismo para diferenciarlo del fascismo clásico. Obviamente hoy acá y en el mundo no existe más el fascismo clásico, el de los años 30 en Europa. Ese fascismo era estatista y nacionalista. Hoy existe un neofascismo ligado a los proyectos neoliberales. El neoliberalismo necesita gobiernos autoritarios para imponer en su política económica y social, porque no es solamente una política económica. El neoliberalismo plantea también una política social, que es este darwinismo social, donde implica el individualismo hasta sus últimas consecuencias.
-¿Cómo germina esta posibilidad en nuestro país?
-Esto se ha instalado básicamente en nuestro país a partir de, los casos en Europa o Estados Unidos, que vieron el fracaso de los partidos socialdemócratas, o del Partido Demócrata de Estados Unidos. Y acá en Argentina se vieron los límites de una política progresista, en la cual se dedicaron a paliar los efectos del neoliberalismo, pero sin terminar con el neoliberalismo. De allí que se asienta sobre esta perspectiva este neofascismo imponiéndose en sectores de clase media, clase media pobre. Y les genera una ilusión en un mundo de crisis social.
-¿Qué aspectos señala desde el psicoanálisis de esa crisis social?
-Hoy aparece el auge de patologías muy graves, como depresión, suicidios, intentos de suicidios. Esto es característico, por ejemplo, de las poblaciones jóvenes, donde hay casi una pandemia de suicidios y de intentos de suicidios. Sobre esta base hay una desesperanza, acá, básicamente, en las poblaciones jóvenes. Y esto está muy claro en la estadística: hay una sensación de desesperanza, de no salida. Y sobre esa base se asentó la ilusión del neofascismo de Milei, generando la ilusión de que uno puede salir solo de esa situación, gracias a la voluntad y sólo en la medida de que voy contra el otro. Esto es una fantasía, no es posible. Pero sobre esa base se asentó esta política neofascista.
-Milei perdió en las legislativas en la Provincia de Buenos Aires. Ahora recibió oxígeno económico desde el gobierno de los EE UU. ¿Qué panorama se abre de aquí en más?
-Primero, el gobierno de Milei no está definitivamente derrotado. Le faltan dos años y hay que ver cómo se recompone. Segundo, hoy tenemos una oposición, tanto en el peronismo como en los sectores liberales de derecha, fracturada, sin proyecto y sin plan de gobierno. Además, si uno analiza las últimas elecciones, por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires el 40% de la población no votó. En Capital Federal, el 50% no votó. O sea que prácticamente la mitad de la población, en un país donde la elección es obligatoria, no votó. Esto es un dato a tener en cuenta. Y, por otro lado, creo que acá tenemos que ver cuáles son las reacciones de los sectores medios, los sectores medios pobres. Evidentemente, hay que reconocer que se han incorporado pensamientos de derecha que acá en la Argentina donde no había antes. Hay que ver cómo se trabaja esto desde un lugar que permita enfrentar desde todos los planos a este neofascismo. Hay que seguir afirmándose.
-¿Cuáles son los problemas de base a revertir?
-Acá el principal problema que existe es el problema de la alteridad. El problema de reconocer al otro. Creo que, en este auge del individualismo, la gente empieza a darse cuenta que uno solo no puede salir, que necesita de un otro. Reconocer al otro en el plano individual, familiar, social, político, me parece que es una tarea que tenemos que seguir impulsando.
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