ESE DÍA

Por: Ricardo Gotta

Columna de opinión de Ricardo Gotta, periodista.

Ese día se cumplían cuatro años y ocho días de la claudicación argentina en Malvinas. Y ocho años y un día de que Antonia Acuña de Segarra, Madre de Mar del Plata, buscaba a sus tres hijos secuestrados por la dictadura. Ese día Raúl Alfonsín acababa de designar a Julio Rajneri en Educación, a la vez que recibía nuevas presiones que lo empujaban a evaluar la Ley de Punto Final que promulgaría el 24 de diciembre. Ese día las actrices Meryl Streep y Lindsay Wagner cumplían 37 años y resonaba el exterminio perpetrado por el Ejército peruano de 500 presos en las cárceles de Lurigancho, Santa Bárbara y la isla del Frontón. Ese día se anunciaba que dos pólipos extirpados del colon de Ronald Reagan eran benignos. Y que en España, el PSOE lograba el 44 % sobre el 25 de la Coalición Popular, y Felipe González se aseguraba la continuidad.

Ese día, en Inglaterra, la periodista argentina María Laura Avignolo, publicaba en The Sunday Times un poco riguroso informe sobre el «soborno a Perú en la Copa del Mundo 1978», basado en un embarque de trigo que sucedió pero que, contra lo que consignaba la nota, no fue el pago de la movida que le aseguró a la Selección el pasaje a la final del torneo en el que sería campeón. Complementaba un ardiente texto firmado por Patrick Bishop y Grudge March, «El partido de la rencilla», que cerraba: «Si hubiéramos perdido con Paraguay no hubiera sido tan malo. Pero simplemente no se pueden dar el lujo de perder contra Argentina. Tenemos que ganar». Recordaba cuando Rattín se sentó en la alfombra real (Inglaterra 66), ante el grito desaforado de los británicos: «Animals…». Al día siguente de ese día se cumplirían 20 años.

Ese día, Crónica anunciaba La revancha con los patoteros del reino. Ese día Jethro tocó en The Milton Keynes Concerts y el plantel argentino fue al Azteca oyendo Beatles y Stones. Ese día el enviado de aquél Tiempo Argentino, apenas le puso un «8» al autor de los dos goles argentinos ante Inglaterra, Ese día, Diego exhibió en el Azteca la más maravillosa sinfonía doble tañida sobre un campo de juego.