Juicio al espía: «El Estado siempre infiltra a las organizaciones populares»

Por: Gastón Rodríguez

Américo Balbuena cubrió como periodista durante más de 10 años marchas y otras actividades de grupos sociales, políticos y sindicales, pero en realidad hacía tareas de inteligencia para la Policía Federal.

El por entonces periodista de la Agencia Rodolfo Walsh, Américo Balbuena, era el primero en llegar y el último en irse. Cubrió con asistencia perfecta los juicios por el asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra y la muerte de 194 personas en el show de Callejeros en Cromañón. Donde hubiera una movilización, Balbuena rondaba con su grabador.  

“Dentro de la agencia él se ocupaba de la agenda, pero lo que en realidad hacía era trazar perfiles de los compañeros: quién era el temperamental, quién era el armonizador. En las marchas hablaba con todo el mundo, se quedaba tomando mate con los trabajadores del subte, charlaba con la gente de los partidos y organizaciones de izquierda, grababa horas, pero después nada de todo eso salía publicado», dice el periodista Oscar Castelnovo.

«Cubría para infiltrar y lo hizo hasta con los familiares de Cromañón, padres que perdieron lo más preciado. ¿Qué peligro implican para el Estado?”, agrega Castelnovo, testigo en el juicio que por estos días afronta Balbuena por el delito de “abuso de autoridad e incumplimiento de deberes de funcionario público”.

Porque, ahora se sabe, no era periodista, sino integrante del Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal; un infiltrado que hizo su trabajo por más de 10 años en medios de comunicación popular como la ya mencionada Agencia Walsh o FM La Tribu.

Castelnovo entró a trabajar en la Agencia Walsh en 2006; ahí conoció a Balbuena, quién estaba desde el 2002 por su relación con Rodolfo Grinberg (habían ido a la escuela juntos), uno de los fundadores del medio.

“Yo tenía una tarea específica –recuerda Castelnovo–, visitaba las cárceles, buscaba casos de gatillo fácil, cubría violencia estatal, mientras que Balbuena se ocupaba de la agenda de actividades que se realizaban en el campo popular. Un día, no me olvido más, publicó el anuncio de una misa de FAMUS (Familiares y Amigos de Muertos por la Subversión). Imaginate lo que significó que un medio de izquierda como el nuestro publicara un engendro del terrorismo de Estado de la dictadura. Lo quise matar. Mis compañeros me calmaban, me decían que Balbuena no era malo, sino boludo, y entonces en el momento me la comí. Después resultó que los boludos éramos nosotros”.

Palabra de espía

El jueves, en la tercera audiencia del juicio que se desarrolla en los tribunales de Comodoro Py, finalmente Balbuena respondió sobre las acusaciones en su contra. “Cuando dije que mi trabajo de periodista era un hobby –empezó– quise decir que yo lo realizaba como una pasantía no remunerada, para tener en el CV para poder ejercer después de mi retiro. No le hice daño a nadie, a ninguna de las personas (que entrevisté) le pasó nada».

Frente al juez Daniel Rafecas, y ante la atenta escucha del fiscal Ariel Quety y los querellantes Myriam Bregman, Matías Aufieri, Liliana Mazea y Carlos Platkowski, el policía Balbuena agregó que él “no iba a la casa de nadie» y que solo «asistía a lo que me hacía Rodolfo Grinberg asistir. No me interesaba hacer política, me interesaba el periodismo».

Además de Balbuena, están siendo juzgados sus ex jefes de la Policía Federal Adolfo Ustares y Alejandro Sánchez. El próximo jueves 22 de marzo será el turno de los alegatos.

“Del juicio –concluye Castelnovo– espero que, como mucho, le den dos años de cárcel que es una pena excarcelable. Va a ser como un tirón de orejas. Por eso me parece más importante la condena social y que este caso sirva como ejemplo de que el Estado siempre infiltra a las organizaciones populares gobierne quien gobierne”.

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