En una edición sin películas arrolladoras, los films de Jafar Panahi, Joachim Trier y Kleber Mendonça Filho muestran una leve ventaja.
Si los astros se alinearan, la película que más se destacó y la que tiene todo para ganar es Un simple accidente, de Jafar Panahi. No solo se trata de un film potente y comprometido acerca de los abusos y torturas de las autoridades iraníes sino que llega a esa denuncia a partir de contar una historia de sobrevivientes del régimen, un grupo de personas que fueron torturados por un mismo militar y que, al topárselo de civil y sin estar seguro si es o no quien creen que es, tienen que tomar la decisión de qué hacer con él: secuestrarlo, matarlo, torturarlo también o dejarlo ir. El dilema ético del filme de Panahi –que como todo preso político se cuestiona qué haría al encontrarse con alguien que lo maltrató– es lo más potente que se vio acá.
De lo que se vio en la segunda semana del festival habrá que tomar en cuenta para los premios también a Sentimental Value, la película del noruego Joachim Trier centrada en la difícil relación entre una mujer actriz y su padre, cineasta, que quiere filmar una película con ella acerca de la historia de la familia. Las reticencias de la hija para participar en esa película lleva al realizador a contratar a una estrella de Hollywood para el papel, complicando la relación de todos ellos. El film del director de La peor persona del mundo tiene como protagonistas a Renate Reinsve, Stellan Skarsgard y Elle Fanning, y es un relato contundente y emocionalmente profundo.
En los últimos días se vieron dos muy diferentes joyas del cine que, quizás, puedan optar a algún premio secundario dentro del palmarés. Resurrection, del cineasta chino Bi Gan, es una ambiciosa película que cuenta seis historias que transcurren a lo largo del siglo XX en China, utilizando en cada una de ellas distintos estilos y registros cinematográficos de acuerdo a la época en la que transcurren. Lo que empieza como una película muda a principios del siglo XX termina como una romántica aventura pop en 1999. En tanto, The Mastermind, de Kelly Reichardt, brilla por su aparente sencillez: es la historia de un perdedor que, en 1970, quiere salir de la mala robando cuadros en el museo de su ciudad. Previsiblemente, las cosas no le salen nada bien en esta muy efectiva y un tanto melancólica comedia dramática protagonizada por Josh O’Connor.
Seguramente ni lo nuevo de Wes Anderson, El esquema fenicio, ni Alpha, de Julia Ducournau (la directora de Titane) tendrán suerte a la hora de los premios, ya que la recepción de ambas fue muy tibia aquí. Sin embargo, son películas atendibles que quizás no fueron valoradas por no ser del todo fieles a los estilos de sus respectivos directores. Un poco más de posibilidades quizás tenga Romería, la tercera película de la directora catalana Carla Simón que viene de ganar el Oso de Oro en la Berlinale con su anterior filme, Alcarrás. Otra investigación autobiográfica en su pasado familiar, aquí cuenta la historia de una adolescente que va de Barcelona a Galicia a conocer a la complicada familia de su padre.
De las que se vieron la primera semana –y ya fueron comentadas en entregas previas–, hay chances para que se lleven premios Nouvelle Vague, de Richard Linklater; la actuación de Jennifer Lawrence en Matate amor, basada en la novela de la escritora argentina Ariana Harwicz, películas como la alemana The Sound of Falling o la española Sirat. Pero especialmente, la mayoría de las fichas están puestas en la gran candidata latinoamericana: El agente secreto, thriller del director de Bacurau, Kleber Mendonça Filho, centrado en los crímenes políticos que tuvieron lugar en Brasil en los años ‘70, durante la dictadura militar.
Es que, más allá de la nula participación argentina en todo el festival (oficialmente solo se vio un cortometraje), Cannes le ha dado un importante espacio y varios premios al cine de América Latina. El viernes por la noche se conocieron las ganadoras de la sección Un Certain Regard –la segunda en importancia del festival y en la que el actor Nahuel Pérez Biscayart era parte del jurado– y los dos premios más importantes fueron para películas latinoamericanas. El principal se lo llevó una suerte de western chileno de temática LGTB llamado La misteriosa mirada del flamenco, de Diego Céspedes, mientras que el segundo recayó en la comedia dramática colombiana Un poeta, de Simón Mesa Soto. No estaría nada mal completar un tríptico de premios con una Palma de Oro para el filme brasileño. En el cine las rivalidades deportivas con los vecinos, por suerte, no existen.
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