¿Qué pibe de qué club se animará ahora a sacarse una selfie con una figura del rival después de esta sanción a chicos de 9 años? Y, a partir de ahora, ¿cómo se cambia esto? Quizá, además de las correctas declaraciones de algunos protagonistas, haya que hacer alguna acción.

El dato, un hallazgo de Germán Alarcón, historiador de Rosario Central, es apenas una curiosidad de hemeroteca en la biografía del entrenador campeón del mundo con la Argentina. Su vida como futbolista, aunque forjada en Pujato, en el club Sportivo Matienzo, está emparentada con Newell’s. Chiche, el padre, lo llevaba hasta Rosario a él y a su hermano Mauro, dos años mayor, para cada entrenamiento. Scaloni, un producto de la Ruta 33, la ruta del fútbol, debutó en Primera, contra San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, el 30 de abril de 1995, a los diecisiete años.
En los tiempos de campeón cebollita, Scaloni tenía la edad de los seis chicos de Newell’s que fueron suspendidos después de sacarse una foto con Ignacio Malcorra, jugador de Rosario Central, un episodio que ocurrió hace un mes pero que se conoció esta semana. “Yo me hubiese sacado una foto sin importar la camiseta”, dijo Scaloni. También Malcorra lamentó lo que ocurrió con los pibes. Igual que Cristian Fabbiani, técnico de Newell’s, que a la vez vinculó la aparición de la foto con el año electoral en el club. Ignacio Astore, el presidente, negó que se tratara de un castigo. Contó que hubo amenazas, que se trató de preservar a los chicos, incluso que hubo acuerdos con los padres, quienes rápidamente lo desmintieron. A los chicos, además, se les quitaron las becas. El coordinador de la escuela de fútbol, Juan Ignacio Álvarez, lo justificó como una medida preventiva. “Tienen que tomar cierta responsabilidad”, dijo.
Lo que quedó fue un mensaje pésimo hacia los chicos. “La lógica del mercado en el mundo fútbol arrasa con pibes y pibas que sueñan, desean jugar y vivir de esa práctica. Ninguna de las respuestas desde el oficialismo satisface. Son contradictorias, ambiguas y tienen marcas de una concepción retrograda. Nada de lo expresado por la conducción leprosa abona la consigna: ‘Rivales No enemigos’”, escribió Juan Pablo Sarkissian, periodista y también hincha de Newell’s, en el diario El Ciudadano.
El fútbol mundial no se puede entender sin entender a Rosario. Todo sale de ahí, todo termina ahí. Ahora vuelve Ángel Di María a Central. Mientras Newell’s no resigna la idea de que Lionel Messi termine sus días con la camiseta rojinegra. Rosario cruza a la selección argentina. Ahí también están Leandro Paredes y Ángel Correa. Y Scaloni, que se formó en la misma categoría leprosa que Walter Samuel, uno de sus colaboradores. Rosario es también Marcelo Bielsa y César Luis Menotti. Y el Trinche Carlovich con la camiseta de Central Córdoba.
Pero a la vez Rosario es una ciudad electrificada por el fútbol. Newell’s y Central, Central y Newell’s son una hipérbole de la rivalidad. La ciudad se consume en ese clásico al que todo el tiempo se le debe bajar la tensión. Una colega rosarina me asegura que entre los hinchas todo está más violento que de costumbre por fuera de la lógica barra. Y me recuerda el crimen de Ivana Garcilazo, en septiembre de 2023, atacada con un cascote en Montevideo y Ovidio Lagos cuando volvía de ver el clásico vestida con ropa de Central. Todavía se reclama justicia por Ivana. Si bien hubo dos detenidos, pero un tercer acusado, Damián Reinfestuel, fue capturado recién meses atrás en Bolivia, a donde había escapado. Esta semana se autorizó su extradición para ser juzgado.
Esa violencia, me agrega la colega, que prefiere el anonimato, también se exacerba en las redes sociales. En otro ámbito es distinto: en Rosario, toda familia mantiene una convivencia con hinchas de Newell’s y Central. Y ahí quedó también la ovación para Di María en el homenaje a Maxi Rodríguez en el Coloso Marcelo Bielsa. Kurt Lutman, ex jugador de Newell’s, escritor y activista por los derechos humanos, recordó en el programa Era por Abajo el abrazo entre Julio Zamora y Omar Palma antes de cada clásico. “Era un alto el fuego. A contramano de lo que se estaba viviendo en su entorno, casi un acto poético. Ellos lo sabían”, dijo. Pero también puso el foco que vivimos un fútbol sin visitantes, una decisión que proviene desde arriba, y que también es un mensaje. No se puede estar con el otro en una misma cancha. Que se extiende también a que al otro no se lo mencione. El otro no existe. Con el otro no puede haber foto. ¿Qué pibe de qué club se animará ahora a sacarse una selfie con una figura del rival después de este episodio? Y, a partir de ahora, ¿cómo se cambia esto? Quizá, además de las correctas declaraciones de algunos protagonistas, haya que hacer alguna acción. Una foto, lo que sea. Y mucho más en esta ciudad, que es la escuela del fútbol mundial.
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