Un ejército de técnicos no sólo se despliega en la élite sino que circula por las provincias, los pueblos y los clubes de barrio. Diego Placente, al mando de la Sub 20 en el Mundial de Chile, fue campeón en Malasia 97 bajo la conducción de Pekerman. De sus 18 integrantes, 15 son entrenadores.

Quizá esos debates hacia adentro del fútbol, que por supuesto contenían una enorme pasión por el juego, también fueron alimento para la cantidad inmensa de entrenadores que existe en el país. El fútbol argentino está hecho de ese ejército de técnicos que no sólo se despliega en la élite sino que circula por las provincias, los pueblos, los clubes de barrio. Porque en el fondo la proliferación de entrenadores también se explica en la inmensa red de clubes argentinos.
Ya se dijo mucho que está lleno de cracks el suelo de la Patria, que salen de debajo de las piedras, que crecen en los campitos de la pampa húmeda pero también en el norte y en el sur. Esos cracks son los indispensables de este fútbol. Y están los entrenadores, los de arriba y los de abajo. Del profesor de fútbol al técnico de Primera. Muchos de ellos no sólo hacen jugar a un equipo, son además formadores.
Este es el país de Diego Maradona y Lionel Messi, de René Houseman y Mario Kempes, de Juan Román Riquelme y Ricardo Enrique Bochini, pero también es el país de César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo, de Carlos Bianchi y Carlos Timoteo Griguol, de Ernesto Duchini y José Pekerman, de Ángel Labruna y Marcelo Bielsa. En la pedagogía del brasileño Paulo Freire, el educador es cercano al educando, reflexiona junto a él, con diálogo, con debate, transmitiéndole una mirada crítica. Los formadores se forman en ese intercambio. Y no es distinto si se lo lleva al fútbol.
Hay que mirar a los formadores de los formadores de los formadores actuales. Diego Placente, el entrenador de la Sub 20, tiene 49 años. Fue campeón del mundo en Malasia 97 bajo la conducción de Pekerman. Llegó a la estructura de AFA en los inicios de Lionel Scaloni como técnico de la mayor, cuando todavía todo era provisorio. Ya estaban Pablo Aimar y Walter Samuel. Todos ellos habían jugado en Malasia, igual que Bernardo Romeo, que es coordinador de las selecciones juveniles.
Hay que revisar ese plantel porque de los dieciocho que lo integraron al menos quince se dedicaron a ser entrenadores o a tener algún similar. El periodista Joaquín Dolz hizo el relevamiento esta semana para Fox Sports. Leandro Cufré viene de acompañar a Fernando Batista en Venezuela. Diego Markic integra el cuerpo técnico de Rodolfo Arruabarrena. Esteban Cambiasso también acompañó a Pekerman en Colombia. Leonardo Franco es asistente técnico en el Atlético Madrid B. Cristian Muñoz es entrenador de arqueros en Boca. Nicolás Diez es el técnico de Argentinos. Juan José Serrizuela dirigió el último año a Acassuso. Sebastián “Chirola” Romero está en la Reserva de Racing. Diego Quintana es técnico de la ADIUR de Rosario en infantiles. Son algunos. Y están los que hoy trabajan en las selecciones de AFA: Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel y Diego Placente. La generación Malasia 97.
Por eso, esta Sub 20 es legado, el que toma y del que dará al futuro. Es transmisión de conocimiento. No es tan común, no pasa en todos lados, y quizá acá también radique una diferencia, una explicación acerca de por qué el fútbol argentino siempre está en competición. Porque hay ciclos, por supuesto, hay derrotas y victorias, hay procesos y etapas distintas, pero el fútbol argentino (sus selecciones) siempre tiene la manera de rearmarse. El fútbol argentino es formador, está sostenido en una gran escuela que va más allá de las diferencias y de los estilos. Incluso, quizá, se enriquezca de esas diferencias. Cuando Scaloni, Aimar, Placente y Samuel llegaron a Ezeiza para hacerse cargo de las selecciones, lo primero que se propusieron fue esa formación: “Vamos a transmitirles a los que pasen esa puerta lo que nos transmitieron a nosotros”.
Esta selección juvenil que vuelve a ser finalista consiguió lo importante en la cancha, en su defensa de una idea. Porque se puede ganar o perder, son circunstancias, pero lo más importante es la defensa digna de una idea de juego. Diría, incluso, de una tradición. Estos pibes, que además tuvieron ausencia de figuras, como también las tuvieron otras selecciones, defendieron esa idea en este Mundial de Chile. Se puede ganar o perder, este domingo espera Marruecos, pero el legado está bien defendido.
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