Gerardo Romano mezcla comedia con crítica social y memoria en la obra "El secreto". En diálogo con Tiempo, revela los pormenores de la obra y reflexiona sobre la situación de la Argentina.

Después de once temporadas exitosas con su unipersonal Un judío común y corriente, Romano agrega un nuevo peldaño en su trayectoria con El secreto, una comedia de puesta convencional y escenografía realista, que reproduce con detalle un hogar de clase media acomodada.
Publicada en 1998 por Eric Assous, El secreto es una comedia construida sobre la dinámica de asuntos que nunca se revelan del todo. Una trama de engaños cruzados que se van abriendo sin terminar de mostrar lo que esconden. El humor surge menos del texto que de la manera en que los actores lo juegan en escena. Romano dispara los gestos más disruptivos y por momentos convoca al fantasma de Sergio Antín, su célebre personaje en El marginal.
“Está hecho conscientemente sobre la base de Antín, donde hacía de un hijo de puta más expreso y manifiesto, pero al que nunca le faltaba humor. En un punto, el humor siempre desarma al contrincante”, afirma. En esta obra, los contrincantes son su mujer (Ana María Picchio), su hijo (Rodrigo Noya) y su nuera (Gabriela Sari).
Con Picchio lo une una amistad de décadas: “En tiempos de la dictadura coincidimos en Pinamar, en una fiesta. Yo todavía era estudiante de Hedy Crilla y no había subido a un escenario. Estuvimos seis horas hablando y nos hicimos amigos para siempre. La circularidad de la vida hizo que, de su mano, hoy esté en la calle Corrientes haciendo algo distinto”.
El primer secreto revelado es una infidelidad en la pareja que conforman Rodrigo Noya y Gabriela Sari. Sorprende que aún se tematice con mirada moralista y apta para el chiste rápido. Romano lo vincula con la lógica de la propiedad privada y el machismo. “La familia custodia valores y tabúes. Los cuernos tienen que ver con el patriarcalismo. Por eso no tengo piedad con mi personaje: es tan hijo de puta como puede.”
Ese “tan hijo de puta como puede” trae la sombra de Antín, el director corrupto de San Onofre. Cada exabrupto genera festejo en la sala. “Hay una retroalimentación entre ambos personajes. En El marginal estaba consentido el aporte autoral. A ningún guionista se le hubiera ocurrido decir: ‘xilocaína, vaselina, cocaína y no hay culo que se resista’. Eso lo hace un actor que transitó aguas tempestuosas y necesita volcar esa crudeza”.
Romano también improvisa en escena. “Agrego cosas: te hablo de Perón, del comunismo, de la Argentina, de la pobreza. Hay actores que dicen la letra estricta, yo no puedo. Soy de los que siempre agregan. Eso viene de mi forma de entender el teatro como un acto vivo”, puntualiza
Actor de ideas firmes, Romano no elude la política. Habla del dolor por la pobreza y el abandono estatal, y también del estupor ante quienes niegan esa realidad: “Tal vez de esa crisis emocional me autoprotejo haciendo comedia”. Para él, la lucha de clases sigue vigente, igual que el poder del Imperio con sus resortes mediáticos y de los otros. “Me asombra cómo se diluyen las noticias. Ocurren cosas y es como si no hubieran ocurrido. ¿Qué pasó con Libra? Nada. Ahora está el 3%. ¿Cuánto va a durar? Como todo, de un día al otro ya fue. Aunque Sartre diga que la esperanza es lo que nos puede salvar, hoy, si digo utopía, me miran raro. Y sin embargo, en los ’70 mi generación podía producir sentidos incluso en la violencia y la crudeza.”
Sobre la coyuntura Romano entiende que Milei vino “cayendo en picada” en la preferencia política de la población, y con la crisis financiera acelerada, después de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Pero afirma que sin embargo, el presidente acelera sin cambiar la dirección. “No hay ni tiempo de paladear nada, porque ya redobla la apuesta. Es impresionante la jugada de renunciar a mil y pico de millones de dólares y sacar las retenciones, para que puedan entrar dólares, porque están al borde del default. Y ahora toman un crédito con Estados Unidos en forma directa. Y están hablando de 20 mil millones de dólares, acuerdos contra Vaca Muerta, YPF y otros recursos. Creo que ni el menemismo con las relaciones carnales se animó a tanta entrega.”
Romano cierra con un gesto de honestidad brutal: en escena improvisa, altera textos, agrega política y memoria. Lo hace porque no sabe —ni quiere— callarse. Y porque, en definitiva, ese es su secreto.
Autor: Eric Assous. Dirección: Manuel González Gil. Intérpretes: Gerardo Romano, Ana María Picchio, Rodrigo Noya y Gabriela Sari. De miércoles a domingo en el Multiteatro Tabaris, Av Corrientes 831 (CABA).
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