Pese al relato, el Gobierno desalentó esta vez la represión para que no se perjudique más la imagen de Milei

Como supo decir un poeta contemporáneo hace algunos pares de años, en Casa Rosada están convencidos que al gobierno no le cabe un quilombo más. A horas del inicio formal de una nueva movilización en favor de los jubilados, el oficialismo se abroqueló y, pese a montar un pomposo operativo de seguridad en los alrededores del Congreso y Balcarce 50, buscó desalentar todo tipo de violencia y choque con los manifestantes para evitar nuevos desbordes que puedan terminar con una escalada que impacte de lleno en la gobernabilidad del presidente.

Con el palacio legislativo y la casa de gobierno vallados desde temprano, Javier Milei siguió de cerca el operativo de seguridad desde su despacho en Rosada. El presidente se reunió temprano con el embajador de Israel en la Argentina, Eyal Sela, y con el presidente de Yad Vashem y más tarde recibió al rabino Yoni Ganger, con quien buscó profundizar los lazos con Israel luego de que se definiera la suspensión de su viaje por el incremento de la tensión política y social del país. Pese a que su presencia en la Casa es poco usual, la semana pasada también se hizo presente para monitorear el minuto a minuto del cruce entre las fuerzas y los manifestantes.

Mientras el líder de los libertarios trabajaba en su imagen internacional, su hermana y secretaria general, Karina Milei, recibió en su despacho a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Según pudo reconstruir este medio, el encuentro entre ambas estaba pactado desde hacía unos días y, aunque desde el círculo de El Jefe no dan mayores precisiones, el seguimiento del protocolo de seguridad formó parte de la agenda.

El día anterior, la ex candidata a presidenta del PRO también estuvo en Casa Rosada. Durante poco más de una hora, la ministra se reunió en el despacho que el asesor todoterreno, Santiago Caputo, tiene en el primer piso de Balcarce. Allí, Bullrich expuso las bases y condiciones del protocolo antipiquete que montó en los alrededores del Congreso que tiene al comando unificado de fuerzas -integrado por la Policía Federal, Prefectura, la Policía de Seguridad Aeroportuaria y Gendarmería- como protagonista estelar de la jornada.

De aquel encuentro también participaron el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio; el titular de la Secretaría de Inteligencia, Sergio Neiffert y su segundo, Diego Kravetz. Más tarde, también ingresó el secretario de Transporte Franco Mogetta quien se sumó para complementar el bosquejo del operativo en el área de transporte. Como adelantó Tiempo, el secretario instruyó a la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) para montar una vasta inspección en las estaciones de trenes y micros contra quienes deseen ir a manifestarse.

Al igual que dijeron tras la primera movilización, y lejos de lo que exponen los manuales de ciencia política, dentro del gobierno están convencidos que toda movilización es favorable para engrandecer la imagen presidencial. “Nos sirve que nos tiren piedras porque le va a recordar a la sociedad de que hablamos cuando montamos el operativo”, dijo sin rodeos una fuente de diálogo directo con el primer mandatario.

Pese al relato que insisten en construir, lo cierto es que la mesa chica del gobierno entiende que no hay lugar para una nueva escalada de violencia que termine con otro herido de gravedad como ocurrió con Pablo Grillo, quien aún pelea por su vida. Es por esto que, a diferencia de lo que ocurrió la semana pasada, las fuerzas fueron instruidas para sólo responder a los agravios y no iniciarlos. En concreto, los cerebros del oficialismo buscan evitar nuevas imágenes que expongan los desbordes de las fuerzas y manchen el lema de “orden” con el que se embanderan Javier Milei y su ministra con vocación policial.

«Queremos desincentivar todo acto de violencia», dijo una fuente al tanto del operativo. Si bien mediáticamente todo el oficialismo continuará justificando el accionar de las fuerzas, lo cierto es puertas adentro no son pocos los que creen que hay una sobreexcitación de la titular de Seguridad en materia represiva, que podría colaborar en el daño de la imagen presidencial. Las llamativas ausencias de la reunión previa al Día D son una muestra gratis de ello.

Atentos a lo que pueda ocurrir dentro y fuera del palacio legislativo, las fuerzas de seguridad dispusieron un cerco en Casa Rosada para alejar a los manifestantes que, posiblemente, se acerquen a las inmediaciones de la casa de gobierno como ocurrió hace una semana. Si bien no hay intenciones de que la situación escale y culmine con un índice de violencia similar o mayor al el miércoles pasado, el relato oficial estará escudado bajo el lema que el presidente adoptó como propio: “el que las hace las paga”.