Producido en Rosario de espaldas a la masculinidad tradicional, el proyecto interviene en esa caja de resonancia identitaria que es el fútbol con otros cuerpos, voces y formas de amar a una camiseta. Si el fútbol es pasión de multitudes, ¿qué sucede con quienes no encajan en la norma?

El proyecto nace impulsado en 2024 por Julia Moscatelli, periodista, trabajadora de la Secretaría de Género provincial, fanática de Newell’s. Julia lleva años pensando el cruce entre fútbol y diversidades desde los micrófonos de Radio Sí, con su columna en el programa Nadie es perfecto, y en medios gráficos y digitales. Su relación con la cancha parte de una rebeldía. “Vengo de una familia muy progresista, pero en cuestiones de género todavía costaba, entonces me mandaron a natación”, le cuenta al periodista Facundo Paredes. “Tengo el recuerdo de mi abuelo tomando un porrón, mirando fútbol hasta la noche, mi viejo diciendo que ir a la cancha es peligroso y mi tío, cuando nadie me quería llevar, lo hizo”, cuenta. Lejos de los relatos habituales del fútbol argentino, que superpueblan el cable y los streamings con “reacciones” masculinas, gritadas, lineales, “Hinchas que aguantan” pone en primer plano voces que fueron históricamente segregadas de la tribuna: las de mujeres, personas trans, disidencias sexuales.
En lugar de entrevistas convencionales, elige una voz que guía la historia y el relato en primera persona. “El tiempo extenso entre cada episodio tiene que ver con lo autogestivo del proyecto, pero también con lo difícil que nos resulta encontrar historias”, dice Julia. “Aunque conseguir financiamiento siempre es una dificultad, queremos terminar este año con tres episodios más”, agrega usando el plural para sumar a las otras patas del equipo, Emilia Pacheco en locución y Nacho Fierro en edición.
Si bien el podcast nace en Rosario, la relación entre hinchadas y diversidad sexual trasciende geografías. La antropóloga brasileña Luiza Aguiar Dos Anjos en su libro Plumas, arquibancadas e paetês (Plumas, tribunas y lentejuelas, Dolores Editora, 2022) documenta que a fines de los años ‘70 hubo en Brasil al menos 22 facciones de hinchas gays y travestis en 19 clubes. Grupos como Coligay (Gremio), Flagay (Flamengo) o Interflowers (Internacional) agitaban banderas y llenaban de purpurina el cemento de sus estadios. No eran marginales ni ocultos: compartían tribuna con las barras tradicionales y participaban de las celebraciones oficiales sobre el terreno de juego en cada campeonato obtenido.
En Argentina, sin embargo, cuesta pensar una escena similar. El fútbol sigue siendo uno de los territorios donde la masculinidad tradicional se reproduce con más fuerza. Lo demuestran los cantos homofóbicos que persisten en las canchas –que ya le valieron sanciones económicas y restricción de aforo a la AFA en partidos de la Selección– y lo reflejan los silencios, los miedos, la dificultad que señala Julia para encontrar protagonistas dispuestos a hablar. En ese contexto, Hinchas que aguantan es una forma de disputar sentido, legitimidad y pertenencia, un espacio donde esas voces acalladas encuentran expresión. “Cuando el feminismo se instaló en las escuelas, en las calles y en las casas, también llegó a los clubes y a las tribunas”, escribe la editora, periodista y leprosa Nadia Fink en el prólogo del libro chileno “[Re] Pensar nuestros clubes: Argentina” (Editorial Matecito Amargo, 2024).
“Las mujeres y las disidencias sexuales recorrimos un camino similar, tuvimos que insistir para poder ir a la cancha de chicas, debimos pasar preguntas sobre formaciones, partidos o campeonatos a modo de cuestionario para ingresar al mundo masculino de la pasión por un club”, agrega. Esa insistencia a la que se refiere Fink late en el corazón de Hinchas que aguantan. Cada episodio recupera historias que empezaron en soledad y que ahora se transforman en archivo colectivo. Historias que no sólo denuncian exclusiones, sino que celebran la posibilidad de habitar el fútbol desde el deseo, la memoria, la diferencia.
En tiempos de retroceso, donde las políticas públicas de género son recortadas o directamente desmanteladas, donde las diversidades sexuales son insultadas desde la cúpula del poder político, sostener un proyecto como este desde Rosario, lejos del mainstream porteño, se vuelve una acción de resistencia. Intervenir en esa caja de resonancia identitaria que es el fútbol con otros cuerpos, otras voces y otras formas de amar una camiseta es disputar qué historias están habilitadas a ser narradas.
Como aquellas facciones brasileñas que desafiaron al machismo -y a la dictadura- con sus lentejuelas y quiebres de cadera, Hinchas que aguantan también propone desobedecer. Porque “aguantar” no es sólo resistir; no se trata de ver cuánto dolor soporta un cuerpo o cuánta violencia puede tolerar una identidad. Aguantar es también gritar un gol sin miedo, habitar una tribuna con orgullo, amar unos colores sin pedir permiso. En cada historia late una certeza: el fútbol no será de todes mientras haya quienes deban explicar por qué están ahí.
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