El gobierno maneja cifras diferentes a las del sector privado. La cosecha de la oleaginosa está muy retrasada y en riesgo, afirman expertos.

La inquietud general derivó en un cruce de informaciones. La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) alertó el 12 de abril que el área sembrada con soja perdida por las inundaciones y el exceso de agua sumaban un millón de hectáreas, y advertía del enorme retraso en la cosecha debido a las condiciones climáticas. «Ahora hay incertidumbre», aseguraba el informe. La respuesta provino del Ministerio de Agroindustria una semana después, en la que aseguraba que sumaban 750 mil hectáreas sembradas con soja inutilizadas por el agua.
Hay que tener en cuenta que las lluvias de diciembre y enero habían dejado fuera de combate a 600 mil hectáreas sembradas con soja en los campos más vulnerables a las inundaciones.
Con todo, una y otro mostraban cierto grado de optimismo porque mantenían la proyección de producción total de soja inalterable, en 56,5 millones de toneladas, cifra que se maneja desde fines del año pasado.
Pero ahora surge una realidad más amarga. Con el terreno algo más firme tras una semana sin lluvias, las máquinas volvieron a la trilla y «a medida que progresa la cosecha, aumenta la desazón», según un informe de la BCR del pasado jueves. La razón es que el exceso de agua arruinó parcialmente las plantas de soja, al punto que los rindes en algunas zonas de Santa Fe son la mitad de lo esperado.
La inquietud se debe a que la cosecha viene lenta por las lluvias. En la región núcleo (eje de la producción sojera), quedan 4,5 millones de hectáreas sembradas con soja por trillar, que al rinde promedio anterior a las lluvias de abril representaría unos 16 millones de toneladas, algo así como U$S 6000 millones. «Están en peligro por la demora en la recolección y las condiciones de anegamiento e inundación», señaló un medio especializado.
En el caso de la soja, bien se puede decir que sobre llovido, mojado. A las pérdidas producto de las lluvias y las inundaciones se suma el deterioro del precio internacional, que pasó de los 265 dólares por tonelada al momento de la siembra a los actuales 237 dólares, o un 10,5%, lo que equivale a una caída de valor de la cosecha (suponiendo que se producen los 56,5 millones de toneladas) de U$S 1600 millones. «
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