En su sexta visita a nuestro país, el cuarteto de Düsseldorf ofreció un show demoledor con una propuesta de avanzada que hace décadas sigue demostrando su vigencia.

Curiosamente, en las dos horas que duró el concierto, la mayor parte del público priorizó poner todos los sentidos en el espectáculo visual y sonoro, más que entregarse al baile como si estuviera en una rave. Y eso que sobraron climas y ritmos que invitaban a mover el cuerpo.
Posicionados en línea, cada uno detrás de una consola, los integrantes de Kraftwerk se convirtieron en un elemento más en la propuesta visual, algo que se subrayó aún más con las vestimentas repletas de tiras blancas que refractaban la luz de manera fluorescente, con lo cual iban adoptando distintos colores.
Cuando apenas habían pasado unos diez minutos de las 21, la pantalla de fondo dio inicio al concierto con imágenes de números y los primeros atisbos precisamente de «Numbers», el tema que abrió el show y que tomó definitiva forma cuando los miembros del grupo ingresaron al escenario y tomaron posiciones.
A partir de allí, se fue sucediendo el repertorio elegido con imágenes alusivas para cada una de las composiciones, aunque cada gráfica presentó distintas estéticas. Así se fueron sucediendo visuales abstractas con dibujos definidos y viejas cintas realistas.
Tras el arranque, vino un bloque temático dedicado a las computadoras con «Computer World», «It´s More Fun to Compute» y «Home Computer», las cuales se ilustraron con imágenes de viejos y aparatosos ordenadores, lejanos a los diminutos actuales aparatos.
«Spacelab» llevó a la audiencia de viaje por el espacio exterior a bordo de una nave cuya cabina también denotaba cierta antigüedad a través de las imágenes proyectadas. En el imaginario periplo se rumbeó para Argentina, se sobrevoló la cancha de River y finalmente se aterrizó en un vacío Movistar. Una libre interpretación podría decir tal vez que fue el recorrido realizado por Kraftwerk para llegar a nuestro país.
Para «Airwaves», la pantalla se ocupó con las ondas sonoras que supuestamente generaba la música, que por su parte mostró uno de los beats más marcados de toda la noche. «The Man Machine» y «Electric Cafe» prepararon el terreno para la explosión del público con «Autobahn», en una versión más reducida de sus 22 minutos originales, mientras que el dibujo de estilo más realista propuso una recorrida por una autopista alemana a bordo de un auto del modelo conocido como «escarabajo».
Luego de una transición con «Computer Love», fue el momento del gran hit con «The Model», pasaje en el que por primera vez se vieron figuras humanas en la pantalla, a partir de la proyección del video de esa canción en el que aparecen en blanco y negro modelos femeninas de mediados del siglo pasado.
«Neon Ligths» jugó con la obviedad de una seguidilla de carteles de neón y «Radioactivity» se posicionó como un alegato antinuclear, en el que se recordaron las explosiones en Hiroshima y Chernobyl, entre otras ciudades sedes de grandes catástrofes.
La saga del «Tour de France» despertó de nuevo la ovación del público mientras se sucedían imágenes de la competencia de ciclismo más famosa del mundo, que mutó a una gráfica de un tren que avanzaba por un descampado cuando llegó la hora de «Trans Europa Express», la cual enganchada a «Metal on Metal» y «Abzug» marcaron el primer final.
Por supuesto que aún quedaba tiempo para los bises y Kraftwerk no solo que no decepcionó, sino que hasta se reservó un pequeño gesto humano cuando se produjo un problema técnico. Ocurrió cuando las pantallas que debían iniciar la proyección del tema que abría los bises quedó congelada y los integrantes del grupo se sumaron quedándose petrificados como si estuvieran conectados a un mismo sistema.
Fueron apenas unos segundos, pues de inmediato se pudo continuar con «The Robots», otro clásico de la banda que define en gran parte su espíritu. «Planet of Visiones» ofició de bisagra para que las onomatopeyas de «Boing Boom Tschak» -con gráficas que recordaban los carteles que ilustraban las peleas del «Batman» de la serie pop de los `60-, «Techno Pop» y «Music Non Stop» pusieran el broche final.
Aunque la música no paraba en el cierre del concierto, los integrantes del grupo, en esta vez sí su único gesto humano, se fueron retirando de a uno, previo saludo con reverencia al público, hasta que el escenario quedó vacío.
En tiempos donde los sonidos electrónicos ya no son materia de rechazo en un concierto, incluso para los rockeros más radicalizados, Kraftwerk vino desde los `70 para recordar que lo habían hecho antes que todos y que aún están en condiciones de seguir marcando caminos. Para ellos, el futuro había había llegado desde hacía un buen rato.
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