Camila Segli sufrió la divulgación no consentida de fotos íntimas. La justicia cerró su caso. Junto a otras víctimas armaron el grupo Ley Olimpia que presentó esta semana dos proyectos de ley ante Diputados.

Las características son todas similares: videos filmados en algunos casos con consentimiento y en otros sin que las mujeres lo sepan. Lo que no cambia es la no autorización para su difusión. Las imágenes sirven para extorsionar y generan en muchas mujeres un daño irreparable.
Camila Segli es una joven estudiante de Derecho y fue víctima dos veces de violencia digital. Una cuando tenía 17 años. En ese momento, sabía quiénes habían difundido el material, pero no sabía si eso era un delito y, además, le daba vergüenza denunciar. Trató de olvidar el asunto y seguir. Sin embargo, dos años después, un perfil falso de Facebook comenzó a difundir esas mismas fotos.
“Esa persona se encargó de mandarle todo a mi familia y a mi novio. Fue el momento más duro, porque hoy una expone su historia ante el congreso, pero no querés que la vean tu mamá o tu papá”, cuenta a Tiempo, Camila.
Esta segunda vez, Camila decidió denunciar y no tuvo lugar en la justicia, a pesar de que había extorsión. “Cuando era más chica no lo dimensionaba, pero después sufrí mucho. Alguien se encargó de generarme un daño terrible. Denuncié, pero la causa cayó porque, según argumentaron yo no había demostrado sufrimiento y que todavía no había una amenaza. Me cansé y dije que no quería vivir más escondida, y difundí lo que me pasó”.
Fue ahí cuando Camila se topó con la historia de Eliana, que la animó a contar lo que le pasó en Twitter. Ambas comenzaron a investigar y se comunicó con ella Florencia Zerda y así comenzaron a agruparse.
“Había pasado de ser una víctima escondida a querer que la gente me escuche, a exponerme y querer justicia. La primera vez que me pasó no fue tan personal como la segunda vez, pero me decidí a denunciar porque la violencia digital, como toda violencia, va en escalada. Cuando denuncié lo hice pensando que era un delito, pero me dieron un cachetazo diciéndome que no”.
“Esto no es tu culpa”
El miedo más grande de Camila era las consecuencias dentro de su familia, sin embargo, encontró cobijo en ellos. “Una espera la peor reacción, pero la familia es la que te salva. Mi novio lo comprendió, y mis padres estuvieron tristes, pero porque yo estaba sufriendo, no porque me reprochaban a mí. Inmediatamente me dijeron ‘esto no es tu culpa’. Cuando conocí el proyecto, le comenté a mi papá y me dijo que tenía que buscar justicia y buscar una ley para que no pasé lo que me pasó. Esta ley no va a ser para mí, la ley no tiene efecto retroactivo. Nunca va a ser para mí, ni para Florencia, ni para Eliana. Va a ser para las demás”.
En octubre de 2020 el femicidio de Paola Tacacho conmovió a la sociedad tucumana. Había pasado años denunciando a su femicida quien, entre otras cosas, la acosaba digitalmente. Paola cerró sus cuentas de mail, de redes sociales y denunció una y otra vez. Nunca fue escuchada ni protegida de esta amenaza que se materializó cuando la asesinaron.
“Paola sufrió violencia digital. Tuvo que alejarse de todas las redes sociales porque su acosador la acosaba por ahí y la terminó matando, pero el caso más extremo que vivimos acá es el de Belén San Román, un caso muy fuerte”, dice la joven.
“Es un caso delicado el de Belén porque es desesperante, yo me enfermé con lo que me pasó pero tuve la oportunidad de hacer una terapia, de sostenerme en otras cosas. Es un dolor terrible y pienso en Belén, en el dolor que habrá tenido que la llevó a tomar esa decisión, por eso tenemos que tomar conciencia y que las mujeres no tengan que matarse por un video”, afirma.
Sin respuestas
Camila recurrió a los medios y a la justicia, pero no tuvo ninguna respuesta y nadie la escuchó. “De parte de la justicia siento que hay un sistema que está colapsado y le da las espaldas a lo que está tipificado y a lo que no. Mucho más a las que no. En la argentina tenemos muchas leyes que no se cumplen ni que haya una concientización. La ley Olimpia no es solamente la tipificación de la violencia digital, es también busca medidas preventivas, en lograr un cambio. No sirve de nada meter a todos presos sin profundizar en lo que pasa”, destaca Camila.
“Por otro lado, no hay información no hay asesoramiento, no saben cómo manejar la información. Le siguen diciendo pornovenganza cuando no es eso, hay que hacer un cambio de raíz en términos educativos. Todos los auxiliares de la justicia tienen que asesorarse y saber que la violencia digital existe y puede generar un gran daño”.
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