La reforma laboral libertaria, un desafío y una oportunidad para la oposición

Por: Martín Piqué

El consultor político Raúl Timerman y el abogado laboralista Damián Descalzo coinciden en que es clave no oponerse desde el pasado a la "modernización" de Milei, sino desde la propuesta a futuro y contemplando los cambios en el mundo del trabajo. Qué dicen los focus group.

El proyecto de “modernización laboral” llevará al arco opositor a un desafío. Una encrucijada que también es un dilema. ¿Cómo enfrentar la batería de reformas que promueven la Casa Rosada y el gran capital sin quedar asociado al pasado? ¿Cómo disputarle al mileísmo la representación del futuro, pero al mismo tiempo defender los pilares del modelo sindical argentino? ¿Cómo proteger las conquistas gremiales en este contexto de fractura de la masa laboral entre precarizados plataformizados y asalariados registrados?

Estas y otras preguntas configuran un gran interrogante del clima de época, al menos en relaciones laborales. El consultor Raúl Timerman lo resumió en una frase. “El que se oponga a los cambios debe tener mucho cuidado con algo. No oponerse a los cambios desde el pasado. Por el contrario, tiene que oponerse, pero desde el futuro”, señaló en diálogo con Tiempo. Director de la consultora La Sastrería, Timerman sostuvo que la mejor recomendación para la dirigencia opositora es: “Presentá una alternativa, no te aferres al pasado”.

La sugerencia del consultor tiene bastante aceptación entre los laboralistas. El abogado Damián Descalzo, docente de Elementos del Derecho del Trabajo en la UBA y profesor de Derecho Colectivo del Trabajo en la Universidad de San Isidro (USI), planteó que frente a este tipo de debates “nunca se gana solamente por la negativa, por el rechazo”. Particularmente cuando la iniciativa parece estar del lado de tu adversario. “Vos siempre tenés que proponer otra cuestión. Y en el caso específico de la reforma laboral desde hace años pienso que hay que discutirla y no solamente oponerse”, amplió Descalzo.

Damián Descalzo, abogado laboralista

El abogado reconoció que la actualidad del empleo en la Argentina es compleja y desigual, con diferencias entre asalariados, registrados, sindicalizados por un lado, y una gran parte de la población económicamente activa que busca su sustento en la informalidad, con el auge exponencial de plataformas y transacciones digitales. Pero esa fractura tiene cruces: por la caída del poder adquisitivo, muchos trabajadores ‘en blanco’ salen a hacer trabajos complementarios, como manejar un auto para una aplicación de alquiler como Uber, Cabify o DiDi, a los fines de sumar ingresos. La expectativa -o fantasía- de quienes impulsan la reforma laboral es que los cambios legislativos contribuyan a generar empleo privado registrado, algo que ha sido un déficit para la Argentina del estancamiento con inflación desde hace más de diez años.

Consultado sobre el escenario general, Descalzo reconoció que “hay cambios” pero enseguida advirtió que “son cambios producto de un declive”. “Yo no estoy negando que hay cambios culturales, tecnológicos y económicos. Pero trabajar en estas condiciones no es producto del progreso o la prosperidad sino del declive. Por eso yo sostengo que no hay que aceptar esos cambios con resignación. Argentina podría tener millones de trabajadores en mejores condiciones”, subrayó.

La intención de producir reformas en las leyes regulatorias del empleo y del funcionamiento de los sindicatos no es nueva. Quienes analizan la historia argentina desde la puja entre capital y trabajo suelen recordar que en varias coyunturas específicas se implementaron ideas muy parecidas. Así sucedió con la Revolución Libertadora de septiembre de 1955; también durante el gobierno radical de Arturo Illia. Premisas similares se llevaron a la práctica con el dictador Juan Carlos Onganía. La ofensiva patronal, por supuesto, se profundizó con durante la dictadura genocida de 1976.

Otro capítulo -en este caso trunco, porque no llegó a aplicarse- fue la llamada “ley Mucci” (proyecto de reordenamiento sindical) impulsada por el alfonsinismo. La ley quedó sepultada en el Senado: fue rechazada por apenas un voto, a partir de la intervención de Elías Sapag del Movimiento Popular Neuquino. “Lo que propone Milei ahora es un nuevo ataque al modelo sindical argentino, que es la vieja táctica de todos los gobiernos antiperonistas desde 1955 en adelante”, analizó Descalzo en diálogo con Tiempo.

Y sobre los pormenores de esta gran controversia histórica, amplió: “La Revolución Libertadora, por ejemplo, intentó eliminar el modelo de la unidad promocionada sindical, que establece que el sindicato más representativo de cada actividad tenga algunas facultades especiales, y es al que se le otorga la personería gremial. Eso es un logro del peronismo, porque lo fortalece en la negociación.”

Según Descalzo, los cambios que quiere concretar el mileísmo a través de su proyecto de “modernización laboral” reflejan una visible mutación del propio Milei. “Lo que está mostrando este proyecto reafirma lo que quedó claro en la última elección, que Milei es un fenómeno del antiperonismo. En estos dos años Milei ha fortalecido su identidad antiperonista. (Federico) Sturzenegger es la muestra de eso”, resaltó.

Con su mención a Sturzenegger, Descalzo aludió a unos dichos que éste pronunció en un foro de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Ocurrió a principios de noviembre, en Madrid. Sturzenegger dijo allí que el objetivo del gobierno argentino en materia laboral es “cambiar el orden de la prelación” para que los convenios por empresa prevalezcan sobre “el convenio que hace el sindicalismo a nivel nacional”. Ese cambio, siguió el ministro, permitiría “desarticular” la estructura sindical.

La pelea por el futuro

La intención de la Casa Rosada es producir una transformación radical en las relaciones laborales y la organización gremial. Desde el campo adversario, por el contrario, contestan con una definición contundente. Una advertencia que suena a sentido común: “La generación de empleo no depende de leyes, sino de políticas económicas que promuevan la actividad económica”.

La reforma mileísta, se sabe, apunta a introducir cambios en cuestiones claves como el cálculo indemnizatorio (del conteo se excluyen el aguinaldo, las vacaciones y los premios) a los fines de abaratar los despidos; en las negociaciones salariales, para hacerlas “dinámicas” y focalizadas en la productividad; en la duración de la jornada laboral, para ampliarla a 12 horas; en las vacaciones, para que puedan ser fraccionadas por el empleador.

Además, se promueven cambios en la limitación del derecho de huelga (se amplía la declaración de “actividades esenciales”); también en la ultraactividad de los convenios colectivos (principio por el cual el convenio sigue vigente más allá de su fecha de vencimiento, hasta que sea reemplazado por uno nuevo); lo mismo en el cobro por parte de los empleadores de la cuota de afiliación sindical.

Otros artículos conflictivos apuntan, por un lado, a instaurar la primacía de los convenios por empresa; por otro, establecen la figura de un “repartidor independiente” para definir la tarea de los trabajadores de plataformas de delivery como Rappi o Pedidos Ya.

Entre todos los lineamientos de la reforma, la propuesta de crear Fondos de Asistencia Laboral (cuya sigla, acaso un signo admonitorio, será FAL, como el fusil automático liviano de Fabricaciones Militares) se perfila como una de las mayores polémicas.

El FAL es un fondo que (siempre que se apruebe la ley) se colocará en la Comisión Nacional de Valores (CNV): su utilización permitirá financiar indemnizaciones por despido, cuando sea necesario. Se nutrirá de un 3% de aporte obligatorio por parte de los empleadores: ese 3% se restará de los fondos que hasta ahora recibe el Estado nacional para solventar el sistema de seguridad social instrumentado por la ANSES.

Dicho de otro modo, los despidos del corto plazo se solventarán con el vaciamiento progresivo de ese organismo: la flexibilidad laboral implicará desfinanciar jubilaciones futuras.

El proyecto de reforma que Milei firmó esta mañana ya había generado una discusión fuerte. Es un debate que promete escalar. Consultor y analista político, Timerman se especializa en campañas electorales. Suele hacer estudios de opinión pública -encuestas y focus group– asociado a su colega Shila Vilker, de Tres Punto Zero. Con relación al proyecto de “modernización laboral”, Timerman contó lo que percibe en los humores y placas tectónicas de la sociedad.

“La gente quiere seguir apostando a la esperanza en el futuro, más que en un retorno al pasado”, resumió, tajante. Por eso, añadió, hay más aprobación que rechazo ante la batería de reformas que intenta el Gobierno, tanto en materia laboral como impositiva, educativa y, quizá, en un segundo momento, también jubilatoria. “La gente quiere cambios”, insistió sobre lo que ve en los sondeos. Al menos por ahora.

Raúl Timerman, consultor

“Yo creo que la CGT estuvo muy inteligente en poner en el triunvirato a Jorge Sola (secretario general del sindicato del Seguro). Es un hombre de alternativas a futuro, muy formado, política e ideológicamente. Es un hombre moderno, con gran capacidad para comunicar”, agregó Timerman en diálogo con este diario.

Para el analista, Milei está encarando este shock de iniciativas por el resultado electoral del 26 de octubre; Timerman, de todos modos, advirtió que el mandatario outsider que empezó siendo panelista tiene “dos talones de Aquiles” en su vínculo con la sociedad. “El Estado nacional está llamado a colaborar con los gobiernos provinciales; no debe entorpecer la gobernabilidad de las provincias. Pero, ahora, el gobierno no sabe qué hacer con el endeudamiento que solicita la provincia de Buenos Aires”, cuestionó.

Según Timerman, los votantes no suelen ver con buenos ojos cuando un gobierno nacional perjudica notoriamente a una administración provincial. “Ese puede ser el talón de Aquiles de Milei”, reiteró. Y añadió: “El otro posible talón de Aquiles es la corrupción. Hay más gente que piensa que el gobierno nacional es algo o muy corrupto que los que piensan que es poco o nada corrupto”, contó.

El laboralista Descalzo, por su lado, aseguró que la discusión que se viene sobre trabajo, condiciones laborales y organización gremial implicará un desafío muy fuerte para el peronismo. Para el abogado y docente universitario, el movimiento fundado por Perón -una suerte de laborismo a la Argentina– debe proponerse representar “las nuevas realidades”.

“El peronismo no es un partido meramente obrerista, para nada. Ahora tiene que representar a las nuevas realidades, pero para eso tenés que estar cerca de la realidad: el problema es que gran parte de su dirigencia se alejó de ella”, afirmó. Luego planteó que la principal fuerza opositora no puede renunciar al proyecto de industrializar la Argentina: en todo caso debe aggiornarlo y actualizarlo. Para finalizar, consideró imprescindible que el panperonismo impulse por ley algo básico y primordial: que los repartidores de Rappi u otras plataformas, en tanto trabajadores informales, “están en relación de dependencia”.

“Por supuesto que (en ese sector) hay condiciones particulares, pero la relación de dependencia es innegable. Eso sí, en la relación de dependencia hay infinidad de universos”, concluyó.

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