El domingo en Moscú fue diferente. Miles de hinchas recibieron como héroes de la patria a los jugadores que quedaron eliminados ante Croacia, en Sochi.

“Jugamos por ustedes”, le dijo a la multitud Igor Akinfeev, el arquero del CSKA de Moscú, alguna vez ridiculizado por sus actuaciones en la selección. Ahora es la figura, el que atajó los penales contra España para la clasificación a cuartos. El que le tapó otro al croata Mateo Kovacic, pero no alcanzó. “Ustedes son los mejores”, les devolvió Akinfeev a los hinchas. Era todo mieles.
Rusia quedó eliminada de su Mundial contra Croacia, pero ya había sido suficiente para levantar el calor de los hinchas, para que los hinchas se enamoren de su selección, algo impensado antes el Mundial. Artem Dzyuba dio un paso delante de sus compañeros, todos con la bandera de Rusia. Es la figura, el símbolo del equipo, el jugador de moda. Mide 1,96 metro, es un tanque de noventa kilos. Todos lo aplauden. “Demostramos que somos una nación de fútbol”, dijo Dzyuba. Muchos dudaban de eso, se decía que el hockey sobre hielo era el deporte más popular de los rusos, no el fútbol. El hockey, en realidad, es el deporte en el que más ganan. El más popular es el fútbol. El Mundial lo dejó claro.
Pero las formas de vivir el fútbol siempre son distintas, como son distintas las reacciones ante la derrota. Existen los contextos. A Fiódor Solomov, el jugador que la quiso picar en el primer penal, pero que se la dejó en las manos al arquero croata Danijel Subasic, también lo aplauden. “Lo que ustedes hayan querido decir ayer y hoy sobre mí, yo también lo diría si estuviera en su lugar”, les dijo. Pero aunque el dolor continuará, ya había pasado lo más difícil, las lágrimas, la noche que los rusos se entregaron a la borrachera para olvidar cosas como las que habían pasado con Solomov.
Para Rusia el Mundial era algo más que lo que se jugaba en la cancha. Cuando el entrenador Stanislav Chercésov apareció con su bigote en el escenario, explotó el Fan Fest de Vorobyovy Gory. Esa locación está cercana a la Universidad Estatal, uno de los siete rascacielos que mandó a construir Stalin. Hubo polémica cuando se decidió instalar la carpa. Los estudiantes no querían, sostenían que los hinchas molestarían con sus ruidos. Hubo protestas y pintadas. Algunos estudiantes fueron detenidos acusados de vandalismo. El Fan Fest se abrió. El Mundial todavía se juega, aunque Rusia ya no esté. Pero Cherchésov, el técnico, resumió todo lo que pasó en el medio: “Pusimos el país patas para arriba”.
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