Es dueña de una potencia actoral reconocible que combina sensibilidad, humor y compromiso. El futuro de la ficción y los riesgos de vivir en una democracia condicionada.

–¿Las plataformas perjudican a la ficción nacional?
–Hay menos trabajo. Estas grandes producciones están bien y son bienvenidas, pero hace falta que la ficción nacional vuelva fuerte y que los canales apuesten más para generar empleo local. Parece difícil, pero se puede con voluntad y decisión. La televisión pública con los unitarios fue lo último fuerte. Antes la ficción era el centro de todo, y eso era genial.
–¿Cómo recordás esa época dorada?
–Las tiras duraban un año, con 120 capítulos, y pasaban muchos actores. Era otro nivel de laburo. Muchos tuvimos nuestras primeras oportunidades en esos formatos. Hoy hay muchas menos grabaciones y eso afecta a todos.
–¿Actuabas mientras estudiabas?
–Sí, hice teatro independiente con Muscari. Fuimos pioneros en que vuelva el teatro a la gorra en la ciudad, algo que se había perdido. Trabajé en obras como Pornografía emocional, Marchita como el día y Mujeres de carne podrida, que me dieron visibilidad. Después hice un piloto para sitcom y entré a Gasoleros. Todo explotó con Son amores, que tuvo mucho rating y me valió un Martín Fierro como Revelación.
–Desde ahí no paraste.
-Vinieron Costumbres argentinas, Los Roldán, Botineras, Lalola y muchas series más. Me fui con Seba Ortega y trabajé casi siempre en comedia, pero también tuve chances en cine con grandes directores como Néstor Montalbano, Adrián Caetano y Alberto Lecchi.
–¿Cuál es tu película favorita?
–Todas tienen su valor, pero La memoria del muerto (2012), de Javier Diment, fue mi primer protagónico en un género raro para mí, el terror y drama, y me llevó a festivales internacionales. También quiero mucho a Un día de suerte (2002), la ópera prima de Sandra Gugliotta, que fue a San Sebastián y me permitió mostrar mi lado dramático.
–¿Cómo llevás la exposición pública?
–Siempre me trataron con respeto. Para mí, actuar es para la gente, el arte es para interpelar y atravesar. Lo mejor es que reconozcan lo que das. Nunca fue difícil: naturalicé que es parte del trabajo.
–¿Tu militancia afectó tu carrera?
–Para nada. Desde siempre me gustó involucrarme para cambiar lo que se puede. En la secundaria, en el terciario y después, siempre puse el cuerpo para defender los derechos de quienes trabajan. Participé en Teatro por la Identidad y en la Asociación Argentina de Actores, donde fui secretaria general. También milito con Madres y Abuelas, y dirigí el Centro Cultural Haroldo Conti, hoy lucho para se reabra después de la arbitraria y poco democrática decisión del Gobierno de cerrarlo. La cultura y los Derechos Humanos siempre fueron centrales en mi vida.
–¿Cómo te distraés?
–Depende del día. A veces hago pan, otras limpio la casa. Soy muy cinéfila, desde chica. En casa veía muchas películas, desde clásicos como Fitzcarraldo (Werner Herzog) y La dolce vita (Federico Fellini), hasta películas de directores como (Darío) Argento, (Pedro) Almodóvar y (Francis Ford) Coppola.
–¿Alguna serie que te gustó últimamente?
–Adolescencia, filmada en plano secuencia, me fascinó. Una historia dura que te mueve y te deja pensando varios días.
–¿Cuál es tu plan ideal para un almuerzo o cena?
–Una de las cosas más lindas de la vida es hacer un asado al mediodía con amigos y que dure hasta la noche.
–¿Qué reflexión te merece la detención y proscripción de Cristina?
–Era algo que se venía anticipando. Ella misma lo había dicho. Todo resultó muy obvio. Tenemos una Corte Suprema que demora años en muchos fallos, y sin embargo, desde que Cristina apareció en televisión diciendo que iba a ser candidata, en 48 horas firmaron un dictamen impresionante. Y es terrible el manejo que hicieron algunos medios presionando a los jueces. Es todo tan, pero tan evidente. ¿Cómo puede ser que una figura de la magnitud de Cristina diga públicamente que será candidata por la tercera sección electoral en la provincia de Buenos Aires, y a las 48 horas ya salga el dictamen que la proscribe? Creo que la sociedad tiene que tomar conciencia de que estamos viviendo en una democracia condicionada.
–¿Cómo viviste el veredicto de la Corte?
–Estaba en la sede del PJ porteño, porque sentía que tenía que estar ahí. Después fui a la casa de Cristina con amigos y amigas. Tengo memoria y sé lo que hizo por mis viejos, por mí como actriz, por el crecimiento de la cultura cuando ella estaba al frente. Para Néstor y para Cristina, la cultura fue siempre una inversión, no un gasto. Lo mismo que la universidad, la salud pública, la educación. Esto que pasó atenta contra la democracia: le quitaron al pueblo el derecho de votar a quien quiera. «
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