Nacida como un injerto de tres series japonesas sin ninguna conexión narrativa entre sí, la saga conquistó al público occidental a partir de una fórmula que incluyó romance y naves transformables. Se la puede ver completa en Netflix.

Tanto en términos narrativos como estéticos Robotech representó un salto para los chicos y no tan chicos que crecieron a mediados de la década de 1980, acostumbrados a consumir productos de factura más simple y argumentos esquemáticos. Basta recordar que cuando en 1986 la serie desembarcó en Canal 9, que por entonces dirigía con astucia Alejandro Romay, las tiras animadas más vistas eran He-Man y los Amos del Universo, Transformers y Mazinger Z . Todos ellos buenos ejemplos de relatos de aventuras que iban del fantasy a la ciencia ficción de manera candorosa e ilustraciones de trazo simple. Robotech iba más allá en todo sentido. Por un lado su arco argumental alcanzaba altos picos de tensión dramática al relatar la lucha de la humanidad para sobrevivir a la invasión de los Zentraedi, un poderoso ejército extraterrestre. E incluso se permitía poner en escena un triángulo amoroso, algo que en esa época era esperable en una novela de Arnaldo André pero muy jugado en un producto infantil.
La serie también aportaba un plus en materia de diseño. Porque ahí donde otras abordaban con inocencia el género Mecha (variante del manga y del animé japoneses donde los robots ocupan un lugar central), ofreciendo criaturas mecánicas que a veces parecían imaginadas por sus propios televidentes, Robotech proponía un diseño complejo que dialogaba de igual a igual con la tecnología más avanzada del momento. Alcanza con comparar las líneas estilizadas de los Veritech, las naves transformables que pilotaba el protagonista Rick Hunter, con algunos de los aviones de guerra más modernos de la época para notar las coincidencias. Sobre todo con el F-14 Tomcat, el mismo avión que Tom Cruise volaría en Top Gun, que con sus alas de geometría variable ya era una nave del futuro en sí mismo.
A pesar de estos puntos a favor, Robotech tenía también debilidades notorias, surgidas de su ya mencionada naturaleza ensamblada. El creador de la serie fue el estadounidense Carl Macek, responsable de la productora de contenidos Harmony Gold, aunque en su caso el término de creador adquiere un carácter sui géneris. Es que en realidad Robotech no es otra cosa que el rejunte de tres series de animé que por separado habían sido muy exitosas en el Japón apenas unos años antes: The Super Dimension Fortress Macross (1982), Super Dimensional Cavalry Southern Cross (1984) y Genesis Climber Mospeada (1983). La historia cuenta que en realidad lo que Macek quería era comprar los derechos de la primera, pero que los 36 capítulos de la serie eran insuficientes para los estándares de la televisión estadounidense, que exigía un mínimo de 65 episodios para un producto de ese formato. Ese obstáculo no lo detuvo.
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