
Titulado “Niñas madres con mayúsculas”, abordó el aborto, los pañuelos verdes, el instinto maternal, la educación sexual “preventiva” y más. Sobre las niñas, a quienes se refirió como “madrazas”, les atribuyó “ovarios casi infantiles” (SIC). Clasificó los embarazos de niñas como: “embarazos deseados, causados por una violación, por ignorancia o estado de necesidad”. Si se tiene en cuenta que todo embarazo de una niña es producto de un delito gravísimo – abuso sexual gravemente ultrajante -, el catálogo pergeñado por La Nación, merece algunas reflexiones. Ninguna niña violada “desea” un embarazo. Tampoco es producto de la “ignorancia”, ni finalmente de un “estado de necesidad”. En los abusos sexuales en la infancia, el único deseo es el del perpetrador. Los “conocimientos” de las víctimas, no tienen ninguna relevancia y jamás hay un “estado de necesidad” de ser violada. La diferenciación de la violación de las restantes hipótesis del editorial, no debe llamar la atención, aunque sea imposible desconocer que, en todas, se produjo el citado gravísimo delito. Ello, por cuanto es tradición en el medio de comunicación que lo publicó, que no tenga importancia la realidad de lo transmitido. Fue así como, en dictadura, elaboraban los mensajes que difundían a la diezmada población, llamando enfrentamientos a los fusilamientos –por ejemplo-. Y, en democracia, disfrutando y ampliando el enriquecimiento obtenido en la época más trágica de nuestra historia reciente, enaltecen en los mismos espacios editoriales, las figuras de genocidas y denuestan la justicia que los encarcela. Se trata de una ideología común a los medios canallas, sostenida por impiadosos sicarios de la desinformación, que odian y desprecian a quienes consideran inferiores. Sostener como se dijo, que una niña puede ser violada por su “deseo de embarazarse”, o por “ignorancia” o por “estado de necesidad”, no es una distracción del anónimo y cobarde editor. Es una línea editorial de décadas, coherente y brutal. Y desde allí, con absoluto desprecio por la verdad y la justicia, han sido y siguen siendo parte del sector más poderoso, enriquecido y vil que tiene nuestra sociedad, el mismo que hoy lamentablemente, gobierna junto a ellos.
Los ovarios de las niñas violadas no son “casi infantiles” como dice La Nación, son parte de un cuerpito de niña al que, criminales despiadados, le arrancaron su infancia, aunque inescrupulosos editores, pretendan disfrazar o minimizar la tragedia.
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