Los sueños y la realidad en un clásico sin tiempo

Por: Diego Gez

El Casamiento, un de los textos más representativos de Witold Gombrowicz, vuelve al Teatro San Martín. Roberto Carnaghi reflexiona sobre su rol en una propuesta a la que considera un auténtico desafío.

Que una obra sea revisionada a más de siete décadas de  su nacimiento claramente habla de una vigencia. Ese factor que supo esquivar al tiempo para vivir en sintonía con nuestra contemporaneidad es lo que encontramos por estos días en el Teatro General San Martín. El Casamiento, la obra escrita y publicada en la primera mitad del siglo pasado por el polaco Witold Gombrowicz –actualmente interpretada en la Sala Martín Coronado bajo la conducción de Michal Znaniecki– supo ser estrenada originalmente a finales de la década del setenta también en el San Martín, aunque hoy por hoy el drama que recorre su historia llega cargado de tecnología, música en vivo y la siempre mirada irónica de su autor, acompañada de una escena que completan 14 actores, entre los que se destacan Luis Ziembrowski, Laura Novoa y el siempre activo Roberto Carnaghi en los roles centrales. «Actuar en esta obra es hacerlo en el marco de una serie de diálogos insólitos. Llevar esas líneas y transformarlas en algo actuado es algo que me llevó tiempo, pero todo el teatro es construcción», dice Carnaghi resguardado en su camarín y poco tiempo después de las pruebas de vestuario que antecedieron a su encuentro con Tiempo.

Para él, trabajar con un director como Znaniecki –quien adaptó y participó de la traducción del texto, originalmente escrito en polaco– representó un factor siempre interesante, sobre todo porque supo captar la esencia de lo hecho por su coterráneo como autor: «Se trata de un realizador al que no conocía pero que me demostró que sabía bien lo que quería con la puesta en marcha de esta obra. Es alguien que te explica las escenas y que como actor te abre a un espacio de expresión siempre atrapante. Algo que también hizo como responsable fue crear un equipo de trabajo sobre el escenario que resultó fundamental para dar a conocer una historia donde todos los que actúan deben trabajar en función del libro. Eso no es fácil, entonces, y cuando se da, todo comienza a gustarme porque hay mucho de desafío por sortear. Es algo puro», aclara Carnaghi.

Pero a esta altura, ¿por dónde pasan los desafíos para un actor que comenzó su carrera a finales de la década del cincuenta? Carnaghi detalla que el texto y su complejidad son factores determinantes para mantener la pasión: «Es una obra difícil de hacer por todo lo que el guión propone, y en eso siempre está su autor. Este no es un espectáculo en donde vos llegás y el director crea con vos. Esta es una propuesta que tiene mucha música y que fundamentalmente Gombrowicz comenzó a escribirla acá, en Argentina y entre argentinos; pero es una obra que habla de Polonia. Ese factor geográfico es al mismo tiempo algo cercano y distante para nosotros como argentinos. Pero no hay que olvidarse de que se trata de una obra onírica donde viven los sueños y la realidad por igual».

En El Casamiento, Roberto Carnaghi interpreta a un tabernero casado con una buena mujer, que de repente se transforma junto a ella en los padres del protagonista de la obra. «Hay mucha metamorfosis arriba del escenario pero también lo hay en el texto. Acá no hay que entender nada, sino más bien tratar de disfrutar lo que sucede con un texto maravilloso que tiene música, danza y vuelo. Y mi personaje se encuadra dentro de esa vorágine de hechos que suceden con fuerza y locura. Al comienzo podemos decir que hasta es posible encontrar una propuesta que bien puede emparentarse con Hamlet, pero luego gana un surrealismo que lo invade todo», concluye. «

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