Maca Sánchez: «Dimos un paso importante y ya no hay vuelta atrás: somos trabajadoras»

Por: Roberto Parrottino

La delantera de San Lorenzo abrió el paso a la profesionalización del fútbol femenino y ahora cuenta en un libro ese camino, que incluyó 700 entrevistas y un botón antipánico. "Me pregunté muchas veces si valía la pena y la respuesta es sí", dice.

Macarena Sánchez nació el 28 de diciembre de 1991. Ese año se jugó en Argentina el primer torneo femenino de la AFA. No lo supo en su adolescencia: llegó a enviarle un mail al Barcelona cuando se enteró de que tenía un equipo femenino. En 2012, se mudó de Santa Fe a Buenos Aires para jugar en UAI Urquiza. Vistió camisetas usadas y transpiradas que dejaban los varones. A la par, trabajaba en una empresa y estudiaba Trabajo Social en la UBA. A principios de 2019, en su séptimo año como futbolista, y después de que UAI Urquiza decidiera desvincularla, su vida cambió para siempre. Vértigo. Demandó al club y a la AFA por precarización laboral. En cuatro meses dio 700 entrevistas a medios de todo el mundo (a veces 12 por día). Recibió amenazas de muerte que la llevaron a vivir con un botón antipánico. Abrió el camino a la profesionalización del fútbol femenino en el país. “Sólo jugué a la pelota para los fotógrafos”, se decía. Entonces firmó el primer contrato profesional de futbolista en Argentina. En el debut con San Lorenzo, la delantera metió dos goles. Esta semana volvió a los entrenamientos. En cuarentena, publicó El fútbol es mi rebeldía. Madre con pasado de funcionaria en derechos humanos en Santa Fe y padre militante de ATE, es desde diciembre directora del Instituto Nacional de la Juventud (Injuve). En la vida de Maca Sánchez no hay respiro. Siempre para adelante. Ya.

-La discriminación en el fútbol, escribís, es propia de los adultos.

-Uno de los recuerdos que tengo desde chica es que iba los sábados a verlo a mi papá a jugar con sus amigos. Íbamos con Cucu, un amigo. Su papá también jugaba. Teníamos 10, 11 años. Uno de los días, a él lo invitaron a jugar y entró. Por el contrario, yo me quedé sentada y me terminaron comiendo las hormigas. Esa anécdota resume lo que pasamos las mujeres en el fútbol. La exclusión, creer que somos más débiles y no podemos jugar contra varones, que nos vamos a lastimar y no vamos a sobreponernos. La discriminación la sufrí de gente grande. Cuando estaba con mis pares, me veían como una más, no como una nena “rara” jugando al fútbol.

-¿Qué es ser rebelde en el fútbol?

-Es imponerse y sobreponerse a muchas situaciones que van transcurriendo cuando decidís ser futbolista. Rebeldía es plantarte contra el sistema, contra la sociedad, contra los que te dicen que no podés llegar a ser jugadora, que nunca vas a ser profesional, que el fútbol es para varones. Rebeldía es decir: “No, el fútbol también es para mujeres, quiero ser jugadora de fútbol, y voy a cumplir mi sueño”.

-¿Cómo fue convertirse en un ícono?

-Fue un proceso que tuve que llevar día a día hasta empezar a darme cuenta de que, por más que no lo busqué, terminé siendo la cara y referente de muchas chicas, incluso de movimientos feministas como la “cuarta ola” y el “Ni una menos”. Terminé siendo una persona que peleaba por los derechos de las mujeres en el fútbol y el deporte. No es fácil que otras personas te tomen como ejemplo. Es una mochila muy grande y una responsabilidad enorme. Pero te tenés que adecuar a las exigencias y presiones.

-¿Te preguntaste por qué a vos? Escribís: “Parecía que me comía el mundo, pero el mundo me estaba comiendo a mí”.

-Me detenía en momentos en los que dejaba de dar entrevistas y charlas y estaba sola en mi casa y decía: “¿Realmente vale la pena?”. Había sido amenazada de muerte. Pero siempre terminaba respondiéndome que sí. Y pasados ya dos años, lo volvería a hacer. No sé por qué me tocó a mí. Quizá le tocó a muchas jugadoras vivir la misma situación pero no tuvieron las herramientas o tuvieron miedo de llegar a lo que llegué. Tuve las herramientas para llegar a un juicio, que no es nada fácil. Me tocó a mí por el destino.

-¿Qué se logró y qué falta?

-Dimos un paso importante y no hay vuelta atrás: somos trabajadoras. Una vez que adquirís ese derecho, es casi imposible volver atrás; y más allá del salario, que es menor y muy desigual con respecto al masculino. Lo logramos en el momento político que estábamos, con un gobierno neoliberal en el que nadie obtenía derechos, que quiso vender el Cenard y que sacó el Ministerio de Salud. Falta que todas seamos profesionales, que tengamos salarios que nos permitan vivir del fútbol, que los clubes tengan infantiles y juveniles y puedan desarrollar la actividad para las mujeres desde que somos chicas. Faltan muchas cosas pero logramos que se visibilice el fútbol femenino contando la realidad, cómo la estábamos pasando.

-En paralelo, en los clubes emergieron áreas de género y se aprobaron protocolos contra la violencia. ¿Lo siguiente es el cupo femenino en las dirigencias?

-El fútbol siempre ha sido machista y patriarcal, discriminatorio con las mujeres, como la sociedad, pero el fútbol más. Tener áreas de género es indispensable, parte de la transformación en el deporte. Lo que sufrimos las mujeres en el fútbol lo sufren en otros deportes, incluso en el hockey, que está más desarrollado en femenino. Es fundamental abordar desde adentro de los clubes las cuestiones de género y diversidad. Hay que construir un fútbol más igualitario, con mujeres que estemos en la toma de decisiones, donde escuchen nuestra voz, y no que seamos una pantalla para los clubes.

-¿La función pública era lo que imaginabas?

-Siempre estuve cerca de la política por mis viejos y por decisión propia, cuando me di cuenta de que la política era la vida, y que lo personal y todo lo que hacemos es política. Mi mamá nos llevaba a recorrer los barrios. Eso me llevó a insertarme en la política y a darme cuenta de que es indispensable entenderla, porque nos atraviesa. Como funcionaria estoy contenta por la oportunidad. La tengo que aprovechar. Hay muchos jóvenes que están pasando una situación difícil y los represento en este momento. Hay que dar respuestas.

(Foto: Edgardo Gómez)

-¿Hay una nueva generación de chicas que soporta menos prejuicios al empezar a jugar al fútbol?

-Es muy diferente lo que se vive ahora. Cuando era chica, para las nenas eran las muñecas, la cocina y el muñeco del bebé. Ahora es otra cosa: hay un cambio de paradigma en la sociedad, mental. Se vienen generaciones que se replantean un montón de situaciones día a día. Después, siempre vas a tener las contras. Los que creen que no. Contra eso hay que luchar siempre y alzar la voz para contrarrestarlo.

-¿La cuestión “disidente” en el lema del fútbol femenino viene por el lado de pensar en un fútbol mixto?

-En un futuro, se podría hablar de un fútbol no binarie. Tenemos que empezar a incluir a las disidencias y las diversidades porque también están excluidas y existen sus infancias y adolescencias. Si a las mujeres se nos hace difícil, me imagino que a las travestis y trans se les hace aún más. Los deportes son un derecho. Ojalá en algún momento podamos ver el fútbol mixto, más allá de las discusiones que se dan a nivel biológico de la fuerza y la velocidad. Toda mi infancia fue fútbol mixto, me crié jugando con varones en una plaza. La discusión es media ilógica. Todas empezamos jugando con varones. No hay diferencia de físico en la niñez. Después, es otra discusión y se dará. En infantiles y juveniles podrían jugar juntos. 

-El día que se decidió la fecha de vuelta a las prácticas del fútbol en una reunión entre Claudio Tapia y Alberto Fernández, alguien dijo que Maca Sánchez “apareció” en la Casa Rosada.

-Me convocaron, no “aparecí” ni quise romper con algo. Me pareció excelente, del mismo modo que si hubiera ido cualquier representante de las mujeres en el fútbol. Que desde el gobierno se nos incluya es buenísimo. Se están haciendo un montón en cuestiones de género. Desde la creación de un Ministerio hasta estos pequeños detalles que siempre suman. Ahora tenemos que seguir.

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