Mara Gómez es parte de una comunidad con una expectativa de vida de 35 años. Ella tiene 22. Siete años atrás, a la edad en la que un chico promedia su tránsito por las inferiores de un club, Mara se encontró con el fútbol. Sufrió todo lo que sufre una chica trans, la exclusión y el bullying. Sintió lo que siente una chica trans, el asco y las ganas de morir. El fútbol la mantuvo viva. Después de cuatro años en ligas de La Plata y Chascomús, con organización amateur, Mara Gómez podría ser la primera jugadora trans de una primera división femenina que una temporada atrás ni siquiera era profesional.

La irrupción de Mara como incorporación de Villa San Carlos, todavía no terminada de tramitar en los formularios de la AFA, despertaron los argumentos biologicistas para invalidar su participación en el torneo. El más meneado es la ventaja física que podría tener sobre sus rivales. Juan Manuel Herbella, exfutbolista, médico y periodista, escribió un artículo extenso en Perfil sobre el caso con una mirada que se resume en el título: «Es la testosterona, stupid». Basado en las determinaciones que el deporte ha tomado a partir de otros casos, como el umbral de los diez nanomoles, retoma las resoluciones que se adoptaron en casos de atletas con hiperandrogenismo, una condición hormonal que eleva sus niveles de testosterona, como ocurre con la india Dutee Chand y la sudafricana Caster Semenya. Son ellas las que tienen que demostrar un año antes de cada competición que no superan esa línea. Antes la humillación era superior: tenían que ir al baño para demostrar que no eran hombres. Herbella concluye que el derecho de las deportistas transgénero vulnera el derecho de la mujer en el deporte. Porque a mayor nivel de testosterona, explica, hay mayor potencia muscular. Mara, dice el exdefensor, no debería competir.

Ingresar en el argumento biologicista es ingresar en una trampa. Porque esto es, por sobre todo, un asunto de derechos y de exclusión, de algo que todavía está en disputa, lo que el argumento biologicista pasa por encima como si lo que estuviera a su alrededor fuera terreno yermo. La perspectiva del nivel de testosterona va directo a enfocarse en la eventual ventaja de la jugadora trans por haber nacido en el cuerpo de un hombre y en la desigualdad que podría suponer para las mujeres. Lo inicuo de lo trans. Que genera una ventaja es todavía discutible y hay argumentos que demuelen esa idea. Pero como si el deporte profesional de alto rendimiento no estuviera construido sobre un pastizal de desigualdades.

Atletas que sólo dedican su tiempo a entrenarse gracias a los patrocinadores frente a atletas que, además de entrenarse, tienen que trabajar. Atletas que tienen un equipamiento superior, mejor ropa, desde zapatillas ultralivianas hasta bañadores aerodinámicos. Atletas que tienen acceso a sustancias de vanguardia que aún no son detectadas en los controles antidoping. Esas condiciones desiguales, tan relevantes, son naturalizadas por las autoridades y por lo biologicistas. Vienen con el sistema.

Villa San Carlos todavía no ganó un partido en el campeonato. Está último. A principios de diciembre perdió 8-0 contra UAI Urquiza, el campeón. Cuando se retome el torneo, tendrá que jugar contra Boca, el puntero, que tiene 23 contratos profesionales en su plantel femenino. La AFA obliga a ocho. Villa San Carlos cumple con ese requisito mínimo. Mara no tendrá contrato. Su salario deberá conseguirlo de manera paralela. Ahí tienen una desventaja.

El fútbol entrega una suma de equilibrios que otros deportes no otorgan. Puede ganar cualquiera, puede ser injusto, tiene sus contrapesos. Los deportes individuales son otra cosa. Y tampoco es lo mismo el atletismo que el boxeo, como no es lo mismo el hockey que el rugby. El camino tiene diversas variables. El contexto familiar, las condiciones económicas, la alimentación, el tiempo de entrenamiento, el azar, un diagnóstico a tiempo. Sin las inyecciones que se dio de niño, Lionel Messi habría medido entre diez y 15 centímetros menos. Y por ahí hasta era Messi, pero más bajito. ¿Cómo se regula todo esto al momento de competir? 

«El resistente esquiador finlandés Eero Mantyranta nació con una mutación genética que aumentó su nivel de hemoglobina casi en un 50 por ciento –escribe el periodista Ezequiel Fernández Moores–. Asombraron siempre los 2,29 m del basquetbolista chino Yao Ming. El corazón agrandado de Lance Armstrong. La genética de los kalenjin keniatas. Las piernas largas y las fibras de contracción rápida de Usain Bolt. Y hematrocritos sospechosamente altos de ciclistas. Pero el deporte, nos dicen las autoridades, no clasifica a los atletas por brazos, piernas, fibras, ácido láctico, hematocritos ni valores genéticos atípicos. Los clasifica por sexo».

Conseguir derechos es romper cosas. Es tensionar otras. Lo que viene no será igual. El fútbol no será igual. Hace un año, Macarena Sánchez dio el paso final hacia la profesionalización. Le reclamó a la UAI Urquiza por su relación laboral. Ante lo que sería un antecedente que abriría otras puertas, la AFA allanó el camino. Hubo resistencias. Lo de ustedes no es fútbol, les decían. Primero generen la plata que generan los hombres. ¿Y a qué juega esta piba Maca? Respuesta: en este torneo, Macarena Sánchez lleva 12 goles en once partidos con San Lorenzo. Falta poco: en unos años, se discutirá el fútbol mixto. Y también dirán que no se puede.