Malvinas, donde las palabras cuentan

Por: Alberto López Girondo

Quizás la UE necesite de la jungla de la CELAC mucho más de lo que quisiera admitir.

Las palabras pueden servir para decir, ocultar o mentir, como bien saben poetas, abogados y diplomáticos. Hubo medios nacionales que ningunearon uno de los puntos del documento final de la cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños del martes pasado. Ese que el gobierno argentino resaltó como un triunfo diplomático, cifrado con el número 13.

“En cuanto a la cuestión de la soberanía sobre las Islas Malvinas, la Unión Europea ha tomado nota de la posición histórica de la CELAC, basada en la importancia del diálogo y el respeto del Derecho internacional en la solución pacífica de controversias”, dice el texto firmado en Bruselas bajo la presidencia protémpore de la UE del español Pedro Sánchez.

El canciller Santiago Cafiero sacó pecho celebrando que la organización europea reconociera que hay una disputa, lo que permitirá, adujo, profundizar el diálogo para encontrar una salida negociada a la soberanía de las islas. Según un artículo de Clarín, sin embargo, “los miembros de la UE no cambiaron su posición respecto a las Islas Malvinas”, al decir del eslovaco Peter Stano, portavoz del Alto Representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores, Josep Borrell.  Para Stano, el documento solo refleja “el interés mostrado por Argentina y los Estados de la CELAC en abordar la cuestión de las Malvinas/Falkland”.

La doble mención para esos territorios usurpados en 1833 no aparece en la versión en español, por lo que llama la atención que desde Buenos Aires se le baje así el precio al logro. Si fuera una avivada del gobierno para mostrar éxitos en algo tan sensible para los argentinos no hubieran saltado en el 10 de Donwning Street, que protestó por la “elección de palabras lamentable” para referirse al documento en cuestión. Más aún, según el premier Rushi Sunak fue una chicana de los europeos para castigar el Brexit.

Para el gobierno británico, dice el Daily Mail, “en el referéndum de 2013, el 99,8% de los isleños votaron por ser parte de la familia del Reino Unido” y por tanto no piensan acatar ninguna recomendación de organismos multinacionales, como la Resolución de la ONU de 1965.

Que el Brexit no iba a resultar gratis  es algo palpable también en esto. Bajo el amparo del Tratado de Lisboa, Malvinas era un territorio de ultramar británico. Ahora ya no, y si bien no forzó la devolución ni reconoce soberanía, la sola mención a Malvinas irrita en Londres. Que por otro lado, tiene otros territorios en disputa, como el de Gibraltar con España.

Acotaciones al margen: Los ingleses, tan “respetuosos” del deseo de los lugareños en Malvinas y en Gibraltar, rechazan los referendos de los pobladores del Donbass para unirse a Rusia. Borrell, por su parte, es el mismo que en octubre pasado dijo que “Europa es un jardín (…) mientras que la mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín”.

Otra: en Malvinas el RUGB construyó una base con unos 3000 soldados y hasta armamento nuclear que sirve de apoyo para la OTAN, aunque está en el Atlántico Sur.

Y una perlita: Cuando se pone en el traductor de Google un texto en inglés donde se mencione a las Falkland Islands, las traduce como Islas Malvinas. Hagan la prueba.

Finalmente: los europeos tuvieron que aceptar varias observaciones de latinoamericanos y caribeños para firmar el documento del 11-J. Uno fue el de Malvinas. Quizás necesiten de la jungla mucho más de lo que quisieran admitir.

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