En el marco del Congreso de ALAMES (Asociación Latinoamericana de Medicina Social) realizado en Rio de Janeiro, Tiempo entrevistó a Nila Heredia, exministra de salud de Bolivia. Entre otros temas se refirió a las elecciones presidenciales de este domingo.

Nila Heredia se reconoce más como política que como médica. Fue una luchadora contra la dictadura de Hugo Banzer en los 70, secuestrada y torturada, dos veces ministra de salud durante los gobiernos de Evo Morales, actual presidenta de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES) Bolivia y presidenta de la Comisión de la Verdad que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del Plan Cóndor.
Heredia dialogó con Tiempo durante el Congreso de ALAMES en Rio de Janeiro sobre los desafíos que tuvo como ministra de salud y los que tiene por delante el pueblo boliviano, que este domingo elegirá presidente.
-¿Cuáles fueron los principales problemas que encontró al asumir como ministra de Salud de Bolivia y cuáles de ellos pudo resolver?
-Es necesario poner en contexto el momento de la asunción. Nosotros salíamos de una etapa de aplicación de un neoliberalismo bien estructurado. Por un lado, la estructura del Estado que estaba en una lógica del achicamiento; y, por otro lado, una interpelación de los movimientos sociales, particularmente campesinos, que habían logrado a través de una fuerte insurrección, sacar del Palacio al presidente Sánchez de Losada y al vicepresidente, democráticamente elegidos, pero con una actitud nociva para el pueblo. Y, por lo tanto, había un descontento profundo. Reitero, una insurrección popular que se sentía victoriosa y que se sentía con el derecho de exigir su presencia en el Estado. Siempre habían estado excluidos de una u otra manera y pensaban que era el momento de exigirlo. En ese momento también teníamos a la Central Obrera Boliviana, que siempre fue muy fuerte y representada en gran parte por el sector minero, pero que en ese momento estaba debilitado porque el neoliberalismo había cerrado muchas minas y había enflaquecido a la Federación de Mineros, que era el alma sustantiva del movimiento sindical y del movimiento político en Bolivia. Ese era el contexto en el que asumí: un debilitamiento del proletariado, una fuerte insurrección campesina y de sectores periurbanos populares y un disgusto por la política. Entonces, ¿cómo respondes cuando tienes un Estado achicado y una gran demanda de la población. Evidentemente, todo el mundo dimensiona a la salud a través de hospitales, de atención, etc. Pero yo creí entender que lo que estaban interpelando era el reconocimiento del pueblo como tal, y a ello me aboqué. En La Paz el grupo mayoritario es de la nación Aymara. Y los aymaras, a diferencia de los quechuas, son una nación más antigua, pero al mismo tiempo terriblemente rebeldes. Ellos, los quechuas, no lograron dominarla, aunque se hubieran impuesto en el ordenamiento territorial. Son una nación que están acostumbrados a callar hasta que estallan, explotan y son terriblemente demandantes. Entonces, cuando yo asumí el servicio departamental de salud de La Paz -y lo asumo en ese momento crítico -es decir, antes de la elección en que triunfa Evo- fue un momento de fractura del Estado en que renunció el presidente, y el vice no tenía partido político, con lo cual se acercó a varias organizaciones para llevar adelante la transición. Yo había sido presidente del Colegio Médico de La Paz y los compañeros me pidieron que me hiciera cargo de la secretaría de salud de La Paz. Para mí era muy complicado políticamente porque era servir a un gobierno al cual habíamos colaborado a derrocar y yo no podía hacerlo. Entonces lo que hice fue pedirle permiso a Felipe Quispe, del movimiento Aymara, al MAS y a la Central Obrera. Y ellos me dijeron, entra porque vamos a ganar la elección. Entonces, acepté.
– ¿Cuáles fueron las principales demandas?
-Lo primero que tuve que atender fueron las demandas de los movimientos campesinos, y para mí fue un aprendizaje sumamente importante. Cuando accedo al ministerio nacional, de alguna manera yo había tenido esa ventaja de la experiencia previa, y, además, conocía el mundo universitario, había pertenecido del colegio médico, y desde el Servicio Departamental de Salud de La Paz ya perfilé una política que pude llevar al Ministerio nacional. Lo que no teníamos era un equipo de trabajo para tales dimensiones. Armé el equipo con compañeros muy conocidos, fiables, y lanzamos aquello. Había mucho que resolver, pero al mismo tiempo había un campo abierto, porque los movimientos populares, aunque estaban exigiendo, entendían que había un momento de construcción. Y en el gobierno, de alrededor de 14 ministros, prácticamente ninguno tenía experiencia en gestión pública. Había académicos de diferentes tendencias, pero no había una corriente imperante. Para mí lo más complicado fue articular una política con Evo, que estaba buscando llegar al campesino. Y la lógica de campesino es diferente a la lógica obrera. Tiene sus particularidades. No piensa en una lógica de poder, de la toma de un poder y construcción de un poder, como entiende el obrero, el proletariado. El campesino humilde trabaja para resolver los problemas de hoy, tal vez los de un año, pero no a largo plazo. Entonces, a Evo le interesaba resolver los problemas de salud ya, y lo dimensionaba a través de la construcción de hospitales. Pero al mismo tiempo, habría querido ya entregar esto, entregar aquello y lo que había que definir era una política de salud que incorporase el concepto de soberanía sanitaria, de lograr que la gente viva más y mejor, de entender que los niños estaban desnutridos y que no lo resolvías solo dándole papilla. La respuesta a esos problemas fue algo más grande, tratar de construir ese estado plurinacional que después se construyó. Y en ese sentido, el desafío más grande fue crear la Asamblea Constituyente, que nos permitió llevar una propuesta de política. Aquel momento fue floreciente, pero no sin conflictos: los médicos decían “¿Cómo van a definir una política sin nosotros? Los que sabemos somos nosotros, los médicos”. El poder médico estaba escindido del pueblo. Recuerdo una situación que se dio en medio de un debate, en el que una señora de pollera le dijo a un médico: “pero, doctorcito, te respetamos harto, pero nos tratas mal, pues. No nos preguntas”. En ese debate aprendimos muchísimo. Era inevitable que hubiese enfrentamientos y debíamos conducir la situación al mismo tiempo para llegar a consensos. Y en retrospectiva, siento que ese fue el principal logro: haber podido tener incidencia en la Constitución Nacional de Bolivia. Haber hecho la reforma del sistema. Fue el único ministerio que hizo todo eso. Cuando se quisieron dar cuenta, el sector salud había sentado las bases para la soberanía sanitaria y el buen vivir en la Constitución.
-Bolivia se encamina hacia una elección presidencial complicada. ¿Cuál es su lectura de la situación?
-Es una situación muy mala. La tendencia es que gane la derecha. Una derecha que quiere mostrarse más al centro que radical (Samuel Doria Medina – Alianza Unidad), pero igual su lógica es empresarial. El tema del litio y los recursos naturales van a estar en jaque, no van a tener ningún problema en saquearlos. Y por el otro lado están los desprendimientos de lo que era el MAS, porque los partidos de izquierda no supimos consolidarnos, además no hemos generado una crítica superadora a Evo, a mejorar lo que se había hecho mal. No se está buscando destruir un proceso por el cual tenemos respeto, cariño y del cual fui parte, sino mejorarlo. La izquierda progresista está representada por Andrónico Rodríguez (Alianza Popular), que representaría el interés de Evo, pero en la práctica es un hijo desconocido al que se lo está maltratando. Tiene posibilidades: es de origen indígena, es politólogo, formado, fue presidente del senado, pero en una lógica electoralista y sin el apoyo de Evo -que llamó a la abstención- se está esmerando en ser bueno con la derecha. Y el otro que proviene de la izquierda, que a mí me gusta más, aunque también es de riesgo, ha sido ministro de Arce (Eduardo del Castillo – MAS); es joven, es del oriente -y la gente del oriente tiene la particularidad de decir lo que piensa-, se ha peleado con los narcos y ha sentado una posición. Las disputas internas han mellado a los candidatos de izquierda, pero si llega a segunda vuelta uno de ellos, se lo va a apoyar. La derecha ha generado una campaña mediática muy negativa contra Arce, afeándolo totalmente, magnificando el tema de la corrupción como si ellos fueran angelitos, o posicionar el problema inflacionario como culpa exclusiva del gobierno, cuando sabemos que es producto de ellos mismos; y también tienen de su lado a los medios, con lo cual, estamos pesimistas, preocupados. Pero cualquiera que gane va a tener enfrente a una bancada opositora fuerte. Lo que está buscando Estados Unidos es declarar a Bolivia como un país fallido, y entonces justificar el desmembramiento y el enfrentamiento. Pero la población boliviana es rebelde y por tanto tampoco va a aceptar fácilmente. Estoy desalentada pero no pierdo la esperanza de que se vuelva armar un espacio de gobernabilidad desde la izquierda y, de momento, armar grupos de resistencia y un nuevo instrumento de luchas revolucionarias.
-Además de haber sido ministra de salud, usted ha tenido un rol político de lucha contra la dictadura de Banzer y en la actualidad es la presidenta de la Comisión de la Verdad. ¿Cuál es la tarea de la Comisión y que han logrado hacer?
-Bolivia fue el primer país que formó un comité de búsqueda de los desaparecidos (Comisión Nacional de Investigación de Ciudadanos Desaparecidos-Forzados – 1982) y el primer país que llevó a juicio a uno de los presidentes -García Mesa, por la muerte de seis compañeros del MIR, pero fue el último país que ha hecho una comisión de la verdad y no ha hecho juicios a los responsables. Pero se han hecho pocos avances y en parte debido a los golpes de Estado que hicieron desaparecer gran parte del material. Recién logramos que se constituya la comisión de la verdad después de 30 años de lucha. Yo también he sido presidente de la Federación Latinoamericana de Familiares de Detenidos-Desaparecidos. Y con la federación logramos, junto a las Madres de Plaza de Mayo y todos aquellos que integran la federación, que las Naciones Unidas acepten e incorporen la figura del desaparecido forzado como una figura penal y como delito de lesa humanidad. Eso fue en 2006, y recién en el 2017 se formó la Comisión de la Verdad en Bolivia. Y se formó gracias a que la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas exigiera a Bolivia que resolviese las demandas a nivel interamericano. En aquel momento hubo una controversia, porque Evo se preguntaba cómo los luchadores van a pedir indemnización. Porque ocurrió lo siguiente: en el año 2002, un senador del grupo de Banzer, el dictador, presentó una ley de resarcimiento económico a los familiares de los detenidos-desaparecidos. Muchos de nosotros dijimos que no lo íbamos a aceptar, que no habíamos luchado para que nos paguen, pero lo cierto es que había familiares que quedaron muy solos, familias quebradas y en la miseria. A partir de ahí, los organismos se dividieron en dos y eso retrasó muchísimo la formación de la Comisión de la verdad y hubo que recuperar memoria de más de 30 años atrás. En 2019 se produjo el golpe de Añez, y como la comisión había sido la única de Latinoamérica que habíamos logrado entrar a los archivos del Estado Mayor, corríamos el riesgo de que nos allanaran y se robaran los documentos, que aún no se habían terminado de clasificar. En aquel momento, logramos resguardar todo, escondido, en el archivo de la vicepresidencia, porque el director era una persona fiable. Y quedó guardado. En secreto. Escondido.
-¿Se puede acceder a ese material actualmente?
-Justamente en estos días salieron dos ediciones, dos libros editados por la comisión, que echa algo de luz sobre el tema, pero aún falta. Lo que queremos lograr es llevar a juicio los delitos, incluso si quiénes lo cometieron están muertos. Un ejemplo de ello es el caso de mi compañero, que era argentino, pero de origen italiano -su apellido era Stamponi-, y fue secuestrado por los operativos del Plan Cóndor en Bolivia y extraditado ilegalmente a la Argentina. En su caso, logramos llevar el juicio a los tribunales de Roma y allí fueron condenados en ausencia los responsables. Ese fue un logro, pero aún falta.
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