La audiencia contó con la participación de tres ex detenidos desaparecidos y dos hijas.

También se escuchó a familiares de detenidos desaparecidos: María de las Mercedes Estévez, Ana Manzotti Percivati Franco, hija de María del Carmen Percivati Franco y Daniel Aldo Manzotti. El primer testimonio no fue público.
María de las Mercedes Estévez, familiar de detenidos desaparecidos, fue la segunda en declarar. “Yo tengo tres familiares desaparecidos”, contó ante el Tribunal, y dio precisiones de los secuestros de sus dos hermanos y su cuñada, quien pudo estar embarazada al momento del operativo por lo que buscan a ese niño o niña que habría nacido en cautiverio.
“A José María Estévez lo secuestraron y desaparecieron cuando tenía 27 años. Estaba trabajando en la sede de Ezeiza de la Comisión Nacional de Energía Atómica”, precisó. “El 2 de mayo de 1977 fue secuestrado por un grupo de ocho personas que irrumpió en su casa de Haedo. Estaba durmiendo con el resto de los habitantes de la casa, su suegro, su esposa y su bebé (Pablo). Revolvieron toda la casa”, explicó.
Tres meses después, el 22 de agosto de 1977, fue secuestrado su otro hermano, Gabriel, junto a su esposa María de las Mercedes Funes en Haedo. “Estaba mi padre y mi hermano mayor, los hicieron tirar al piso boca abajo y se llevaron a mi hermano y mi cuñada”, mencionó.
“Una testigo del Pozo de Banfield dice reconocer que ellos dos estuvieron ahí”, aseguró. “Creemos que Mercedes pudo estar embarazada y existe la posibilidad de tener un sobrino o una sobrina que buscamos”, apuntó. Debería haber nacido a principios de febrero de 1978. “Después de 47 años, no tenemos ninguna información de ellos. Este crimen continúa en el presente y pido justicia”, reclamó.
La segunda testigo fue Ana Manzotti Percivati Franco, hija de María del Carmen Percivati Franco y Daniel Aldo Manzotti. Fueron secuestrados cuando ella tenía poco más de 1 año y su hermano, apenas nueve días de vida. Él estudiaba Agronomía en la UBA y su madre, Psicología.
El 24 de agosto de 1977 fueron secuestrados por un grupo de personas “muy armadas”. “Cuando se llevaron primero a mi papá, mi mamá dice ´si se lo llevan a mi marido, me llevan a mí´ y mi abuelo dijo ´si se la llevan a mi hija, me llevan a mí´. Se los llevaron a los tres. Mi abuelo fue liberado a las horas y a partir de ahí comenzó una búsqueda incansable“, relató.
“Hace muy poco tiempo nos enteramos que mi mamá había estado en el Pozo de Banfield. Hasta ese momento, lo creíamos por datos que nos llegaron pero no lo teníamos corroborado pero hace dos años una testigo”, explicó.
Héctor Bonet, sobreviviente, contó que fue secuestrado el 7 de mayo de 1975 cuando era estudiante de Arquitectura de la UBA. “Casi llegando al departamento, me detuvieron y me metieron a la fuerza. La cosa comenzó a los golpes e inmediatamente me tabicaron”, relató. Estuvo detenido en el Pozo de Banfield.
“Me llevaron a un subsuelo, me tiraron en una camilla que tenía algún tipo de gomaespuma húmeda, me ataron las manos, los pies y me arrancaron la ropa. Fue mi primera sesión de tortura con picana”, describió, y mencionó que no sabe si fueron minutos u horas. Luego, fue trasladado a una celda. “Durante los días que estuve ahí, entre el 7 y el 19 de mayo, esta situación se repitió en dos oportunidades más”, completó. También mencionó que las zonas más elegidas eran “dientes, cabeza, testículos, el pene, el corazón… cualquier parte del cuerpo que sirve justamente para provocar el estallido”.
De allí fue trasladado a Sierra Chica. “Estuve desde el 20 de mayo hasta el 19 de marzo de 1978”, precisó.
Antes de comenzar el relato, se preguntó si haber sido convocado a declarar tras 48 años era “triunfo o fracaso”. “Aún no lo sé”, sostuvo, pero también calificó como “conmovedor” el hecho de poder contar lo que vivió.
Julio Mogordoy fue el último testigo de la jornada. Fue secuestrado el 4 de noviembre de 1975 en Capital Federal. “Tiraron más de 200 tiros, había niños y nos entregamos”, contó. Eran siete los que fueron detenidos en esa casa y una mujer fue fusilada delante de ellos, relató.
Fue trasladado a Puente 12, pero como había dos heridos primero fueron llevados al hospital Fernández. “No nos pudieron matar”, remarcó. Fueron “días de mucha tortura” y hubo “simulacros de fusilamiento” en el traslado al Pozo de Quilmes, donde estuvo una semana. “Nos siguieron golpeando, pero ya estábamos para la legalización”, apuntó.
Finalmente, fue trasladado a la Brigada de Investigaciones de Lanús (El Infierno) con asiento en Avellaneda. “Ahí fuimos legalizados. El último tema es que ahí nos fue a visitar la patota que nos secuestró para decirnos que no nos habían podido matar pero que eso iba a suceder en la cárcel“, explicó.
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