Demián Cisnero se formó en las inferiores de Independiente y jugó en Primera C y D, hasta que un “grupo económico” fantasma le aseguró un pase a la MLS que nunca se concretó y le hizo perder dinero y oportunidades. Su caso no es el único.

Pero antes de que estampe la firma con Chicago, de que salte de la C a la Primera Nacional (segunda categoría), recibe una oferta imposible de rechazar: Dayhana Celeste Herrera le asegura que va a transferirlo a un club de la Major League Soccer (MLS) de Estados Unidos o, en su defecto, a un club–trampolín de la United Soccer League (USL), segunda estadounidense. “No firmes –le indica Herrera–. Quedate tranquilo: lo nuestro es seguro y, si firmás, van a querer sacar tajada”. Fue el inicio del calvario para Cisnero, quien no juega como profesional desde 2023 y quien ahora, un año y medio más tarde, se pone a punto de lunes a viernes en GA Fútbol Argentina, centro de entrenamiento del exfutbolista Leandro Gioda.
Dayhana Celeste Herrera se presenta en las redes como “licenciada en Gestión Deportiva” y “periodista”, aunque la escuela de periodismo de la que dice haber egresado no registra su paso. Y, también, como “scouting” en “Golden Group DH” desde mayo de 2022. Herrera, cuenta Cisnero, primero le pidió dinero para tramitar las visas de él, de su hermana y de su madre. Y más honorarios para una gestora (resultó ser Herrera desde otro celular). Como había firmado contrato como profesional tanto en Claypole como en Atlas, a Cisnero, después de seis meses, le otorgaron la visa. Pero la supuesta transferencia al FC Dallas de la MLS no se concretaba. Le llegaban correos electrónicos con la membresía de la MLS. Le preguntó a Alan Velasco, en el Dallas antes de que pasara a Boca, si reconocía los nombres en los mails. A Velasco lo conocía de las inferiores del Rojo. Fueron más de 120 correos falsos o adulterados (y un formulario de trabajo truchado).
En el medio, durante 2024, Herrera le pidió dinero prestado porque, le dijo, tenía cáncer de ovarios. A Cisnero le cancelaron revisiones médicas. Y, lo peor, un vuelo a Dallas al día siguiente de que hiciera una despedida con familiares y amigos en Retiro. Se encerró en su pieza. “Qué voy a hacer, qué voy a hacer…”. Pensaba que la única salida era Estados Unidos. No quería asomarse a la calle. “Toda la gente en el barrio se va a burlar –pensaba–, van a decir que soy un fantasma, un mentiroso”. No podía dormir. “Lo único que sabía hacer era jugar al fútbol. Me quería matar, me sentía inservible, porque explotar, ir a buscarla, no me servía”. En octubre de 2024 empezó a salir del pozo depresivo. Volvió, un poco, a ser. Federico “El Ruso” Scurnik, ex compañero en Atlas, había asumido en septiembre como DT de San Martín de Burzaco. Lo invitó a sumarse a los entrenamientos. “No le des más bola a lo de Estados Unidos”. Pero le llegó otro mail. Aún creía que eran verídicos. Le decían que, como Velasco pasaría a Boca, se abriría la puerta. También que los jugadores Rafael Ferro y Tomás Cuscueta viajarían con él. Por su cuenta, Cisnero les preguntó a Ferro (hoy en El Linqueño, del Federal A) y a Cuscueta (en Cambaceres) si era así. Les dijeron que no: que Herrera les había preguntado si querían jugar en Liniers, en la C, club en el que trabaja en el área de prensa.
Más tarde, ya en 2025, las transferencias supuestamente enviadas por scoutings desde Estados Unidos como “resarcimiento” por la demora de la transferencia resultaron haber sido enviadas desde Argentina por gente enlazada con Herrera. Cisnero cree que fueron para mantenerlo callado. Pero el 25 de abril se hartó de las mentiras y denunció a Herrera en las redes (lo hará en la Justicia). Y, ahora, afirma que hay más jugadores estafados en el Ascenso. “Lo peor –dice Cisnero– es que me hizo perder oportunidades de laburo”.
No hablamos, en esta oportunidad, de futbolistas estafadores de los clubes (y de los hinchas y de los socios). Que van “para atrás”, que juegan a perder, a dejarse meter goles, a tirar la pelota afuera o a cometer penales a propósito, todo para favorecer a las apuestas (ilegales). Pero también conviven en el fútbol de Ascenso argentino. Una vez, cuando jugaba en Centro Español, un ex compañero en las inferiores de Independiente lo citó a Cisnero en un café porteño en el barrio de Monserrat. Es el hijo de un empresario cercano a la dirigencia de Independiente. Pensó que quería ser su representante.
–Te voy a ser breve, te conozco: estamos con el tema de las apuestas. Hay 3.000 dólares si se dejan hacer un gol en el primer tiempo. ¿Vos te llevás bien con el arquero?
–Vos estás re loco, ni en pedo. Te equivocaste –le respondió.
“La red era de un colombiano al que él le giraba el dinero –cuenta ahora Cisnero–. Comenté en el club que me había hablado esta persona, y se lo pasaron a la AFA. Él era intermediario. No sé cómo te conocen, cómo saben, pero están metidos y se ve que les rinde. Sé también que algunos jugadores fueron para atrás en la C y en la D y después ni les pagaron, los cagaron. Pero imaginate que pasa, si hasta Kevin Lomónaco estuvo metido en las apuestas en Brasil”.
Lomónaco es el defensor figura del Independiente que perdió la semifinal del Apertura ante Huracán. Central, de 23 años, uno menos que Cisnero. Después de que sacara su caso a la luz, Luis García –actual DT de Atlanta, a quien conocía de Chicago– lo llamó y le consiguió una prueba en Yupanqui. Se sintió fuera de estado, pesado. Pero Nicolás Martínez, DT de Yupanqui, le dijo que tenía las condiciones técnicas. Que, si le interesaba, volviera en junio. A Cisnero también le quedó un pasaje abierto a Estados Unidos, comprado por Herrera, dice, “en su desesperación”. Por cuestiones judiciales, no sabe si lo utilizará. Velasco, con quien se reunió en Argentina tras su llegada a Boca, le dijo que no le iba a costar jugar en el fútbol de Estados Unidos. Mientras se entrena, compite los domingos en el torneo de la Villa 31 de Retiro con “Los Turros”, su equipo del barrio Güemes, el de los amigos, el de siempre. “Fui la voz para otra gente, porque ahí empezaron a aparecer otros a los que habían cagado. ‘A mí también, a mí también, a mí también…’”.
–Después de lo que viviste, ¿qué es, para vos, el fútbol?
–Soy un enfermo del fútbol, nunca me desligué; por ahí me escondí, sí, pero nunca quise dejar de jugar. Solamente que me quería cortar la cabeza porque no podía jugar, no podía entrenar. El fútbol fue lo que siempre, desde chico, me despejó. En casa soy solo con mi mamá y mi abuela, y siempre que tuve un problema, lo único que me despejaba era ir a entrenar, al club, o mismo ir a jugar a la canchita de la vuelta. Soy tan enfermo que, cuando estaba por llegar a la Primera de Independiente, me volvía loco por jugar acá también. Por ejemplo, viajábamos a Tucumán con la Reserva, y le pedía al micro que me dejara cerca el domingo al mediodía, así llegaba para jugar los campeonatos del barrio; me encanta, sigo loco por jugar. No voy a dejar de jugar. Voy a conseguir jugar, sea por dos mangos. Retomando, por ahí puedo llegar a dejar una huellita.
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