Pablo «El Profe» Borda: «No hay un consenso democrático de condena al bombardeo a la Plaza de Mayo»

Por: Solana Camaño

El docente, investigador y divulgador de historia afirma que el bombardeo "no tuvo precedentes ni en la historia argentina ni en el mundo". El "mayor ataque terrorista de nuestra historia" perdura invisibilizado, sin monumentos ni estaciones que lo recuerden. "Es un trauma incómodo de mirar y precede a la escuela”.

Los 70 años del bombardeo a la Plaza de Mayo no parecieran llevarse la atención de las redacciones y las cámaras (aunque sea algo cuyos efectos y sectores protagonistas perduran hasta hoy). Tampoco de los manuales escolares o del propio espacio público de la Ciudad de Buenos Aires. Para Pablo Borda, más conocido como “el profe Borda”, aún hay mucho trabajo por hacer en la construcción de una memoria colectiva a la altura de la magnitud de una masacre que dejó un saldo de 300 muertos y más de mil heridos: “Nunca antes en la historia de la humanidad las Fuerzas Armadas de un país habían bombardeado a su propia población sin el inicio de una guerra civil”.

Es licenciado y profesor de Historia por la Universidad de Morón y fue docente durante siete años en escuelas secundarias del Conurbano oeste. Hoy, a sus 31 años, se dedica a la divulgación en redes sociales, un auténtico ‘youtuber de historia’. Al principio se especializaba en historia europea moderna, pero ahora se define como un apasionado de la historia argentina del siglo XX. Le interesa, particularmente, la violencia política: “La ‘Revolución Libertadora’ es un punto de inflexión porque en ese antagonismo peronismo-antiperonismo solo se ve la posibilidad de defender la república y la libertad a partir de la eliminación física del otro”.

Foto: Mariano Martino

—¿Cuál fue la importancia histórica del bombardeo?

—El bombardeo a Plaza de Mayo no tuvo precedentes ni en la historia argentina ni en el mundo. Representó una matanza colectiva a plena luz del día frente a toda la sociedad con fines políticos. Fue la primera acción armada a gran escala realizada por aviones argentinos en territorio nacional: un bombardeo sobre su propia población civil. No se podía argumentar que era una respuesta para contener una explosión social o una revuelta obrera, sino que se hizo de forma inesperada, a traición, en un día común. De repente, trabajadores y ciudadanos fueron víctimas de lo que se puede considerar el mayor ataque terrorista de nuestra historia. En ese sentido, marca un punto de inflexión en la historia de la violencia política, no solo por la dimensión de la atrocidad, sino por la impunidad de la que gozaron los perpetradores, ya que en el periodo posterior no se llevó adelante una reparación inmediata de lo ocurrido e incluso hubo una condecoración y un proceso de valorización positiva de aquellos que se habían sublevado contra la “tiranía peronista”.

—¿Cuál fue el gran motor de ese 16 de junio?

—Siempre se habla de que el objetivo era asesinar a Perón. Sí. Pero eso no termina de explicar la dimensión del ataque, porque se bombardeó la Casa Rosada, pero también el Ministerio de Guerra, el edificio de la CGT, la residencia presidencial. De hecho, incluso cuando los sublevados ya estaban derrotados, siguieron realizando ametrallamientos y bombardeos sobre las masas de la población civil amontonadas en la Plaza de Mayo y los alrededores. Hubo un objetivo de hacer tronar un escarmiento hacia el peronismo. Fue una acción conjunta concebida para derrocar al gobierno. De cierta manera, fue una violencia aleccionadora que incluso se borró del relato oficial, de la visión de la Historia construida desde el Estado, a las víctimas.

—¿Qué registro ciudadano y colectivo quedó de todo eso?

—Lamentablemente, un registro limitado. A pesar de que desde los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner se emprendió una política de reconocimiento estatal, no solo de los años del terrorismo de Estado sino también del ciclo que le precede, sobre todo el bombardeo de Plaza de Mayo y la Revolución Libertadora, y a pesar de que esté incluido, por ejemplo, en los manuales escolares, no merece el tratamiento que debería. La masacre quedó reservada a la memoria del peronismo, cuando hubo víctimas civiles que podían ser o no peronistas. Pareciera que no se puede superar el antiperonismo histórico de un sector importante de la sociedad y que esa barrera ideológica impide darle la entidad que merece a un hecho que debería generar una condena unánime.

—¿Qué lugar tiene la enseñanza del bombardeo en las escuelas?

—Creo que la mayor parte de los docentes hoy intenta abordarlo. Hay casos en los que no, pero quienes tienen niveles mínimos de ética profesional y tratamiento de la Historia tratan de que quede en el estudio de sus alumnos. Me consta de montones de colegas que lo hacen. Pero también hay otras limitaciones que tienen que ver con el propio ámbito educativo. Yo no tuve historia del siglo XX en la escuela, para dar un ejemplo, y por lo tanto tampoco vi el bombardeo de Plaza de Mayo. Es algo de lo que me enteré, primero por mi abuelo y después por mi carrera.  En la universidad, dando clases, muchos de mis alumnos decían que nunca lo vieron. En general, capaz no trabajaban en profundidad la historia del siglo XX argentino o el bombardeo aparecía en una nota al pie. Lo que siento es que dentro de los dispositivos de enseñanza no ocupa un lugar central. Si bien forma parte de los contenidos que aparecen en los manuales, a veces puede figurar con una notita y no como un episodio clave en la historia de nuestra violencia política. Hay algo del trauma ahí que pareciera incómodo mirar y precede a la escuela.

—¿Dónde notás esa falta de memoria y reconocimiento?

—En varios puntos. Resulta llamativo que no tengamos más monumentos o recordatorios por el hecho más trágico que vivió la Ciudad de Buenos Aires, como lo tiene Guernica, por ejemplo. Tenemos una estación de subte dedicada a los muertos de Cromañón, pero ninguna dedicada al bombardeo. Después, el hecho de que el episodio es principalmente recordado por la militancia peronista o por historiadores -cada vez hay más trabajos al respecto-, pero no todos los historiadores realizan homenajes. Tampoco está presente en nuestro calendario escolar o institucional. Lamentablemente no se ha constituido como un consenso para el desarrollo de la democracia, sino que ciertos sectores temen verse partidizados por condenarlo.

—¿Y vos cómo lo trabajaste en las aulas?

—Siempre hice mucho hincapié en la excepcionalidad del hecho y a los alumnos de Quinto les impresionaba mucho pensar que eso había ocurrido a esa escala. Trabajábamos el enfrentamiento peronismo-antiperonismo y cómo llegamos de junio a septiembre. Ahora se habla mucho de que fue un golpe que duró tres meses porque lo que hubo el 16 de junio fue un intento abortado que fracasó en el intento de derrocar a Perón militarmente. Entender la escalada de la violencia es central para ver que esos procesos políticos no son naturales.

—Ezequiel Adamovsky habla de la emergencia del peronismo como un hecho traumático para las clases medias y altas. ¿Cuánto de ese trauma persiste hoy? ¿Sigue explicando la coyuntura política y social argentina?

—El trauma persiste en el debate sobre qué país somos. Una parte de la población pretende mostrar que la Argentina es el país de los hijos de inmigrantes blancos de clase media que viven en la Ciudad de Buenos Aires, pero hay un país real que es muchísimo más diverso e incluye a esos sectores que fueron históricamente los más golpeados, reprimidos e invisibilizados en la Historia. Esos sectores que son descendientes del mestizaje impuesto violentamente en la colonia, de la conquista del desierto patagónico, pero también del desierto verde del Chaco y que fueron históricamente los hijos de las clases que con sangre, sudor y lágrimas han mantenido el motor de esa economía de la cual se terminan beneficiando otros grupos. La imposibilidad de asimilar que el país tiene caras más diversas, que no es un país europeo y que no se reduce a CABA es lo que lleva que una y otra vez volvamos a este trauma, que es el desprecio, por ejemplo, a la población del conurbano y el surgimiento de un discurso racista. Se presenta una cuestión otra vez dicotómica entre la civilización y la barbarie. El presidente constantemente habla de los argentinos de bien, lo que presupone la existencia de los argentinos de mal. Así, reaparece la visión totalitaria en la cual el desarrollo y el progreso es posible a partir de la eliminación física del otro.

Su abordaje curricular depende de cada docente

Los últimos diseños curriculares de Historia de la Provincia y Ciudad de Buenos Aires no mencionan específicamente el Bombardeo a la Plaza de Mayo, pero sí el Golpe del ’55 como contenido a trabajar. La profundización en lo acontecido el 16 de junio depende de cada docente.
En PBA, en 5° año se enseña “el derrocamiento del peronismo -el golpe cívico militar de 1955-, las políticas de desperonización y las semidemocracias con proscripción del peronismo”.
En CABA, en 4° año también se estudia el Golpe del ’55 y se busca que el alumnado sea capaz de “conocer las características específicas de los procesos de inestabilidad y violencia política en la Argentina y en la región”. Y hablan de «considerar las alianzas y oposiciones al movimiento peronista para la comprensión de la naturaleza de su proscripción y el impacto posterior que tuvo en los procesos históricos”.

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