A fuerza de talento, trabajo y constancia, se impuso como una figura ineludible de la dramaturgia argentina. Su infancia, su carrera y los universos compartidos con su hermana gemela.
Actualmente protagoniza junto a su hermana su ya clásico Lo que el río hace, en el Teatro Astros (de miércoles a sábados) y No duermo la siesta (los lunes), también en el Astros.
—¿Cómo te llevás con tu camino profesional?
—Soy agradecida de poder hacer lo que me gusta, plasmar lo que escribo e ir armando con esfuerzo un estilo propio. Soy una privilegiada de poder armar un equipo, porque el teatro es algo que se hace en conjunto o no se hace.
—¿Tenés tu gente?
—Sí, me rodeo de gente que me gusta, que ya son familia. Tengo la familia de la vida y la del teatro: vestuaristas, iluminadores, asistentes, actores y actrices que se repiten en mis obras. En esa confianza podemos soltar la creatividad. Hago lo que amo, y eso hoy es mucho.
—¿Cuál era tu sueño de pequeña?
—Quería ser cantante y maestra. Me gustaba jugar a ser eso. En mi casa siempre hubo arte: mi papá cantaba y escribía, mi mamá también, y nos llevaban al teatro. Mis abuelas eran maestras, por eso quizás me gustaba la docencia, pero el arte era lo que más me atraía.
— ¿Tu juego favorito en el recreo?
—El elástico me encantaba, también la payana. La escondida no, me ponía nerviosa. Recuerdo armar coreografías con música de Los Parchís o hacer casitas. En casa teníamos un buen patio y patinábamos con ruedas, no con rollers, que no existían.
—¿Con tu hermana cursaban en la misma aula?
—No, solo coincidimos dos años cuando mi papá se fue a España y fuimos a una escuela más cerca. Por lo demás, íbamos a cursos distintos.
—¿Qué tal te iba en la escuela?
—Era buena alumna. En la secundaria fui a un colegio industrial exigente, muy técnico, con Matemáticas y Física. No me gustaban esas materias, pero era estudiosa, prolija y siempre cumplía.
—¿Esa forma de trabajo se replicó luego?
—Sí, aunque nunca lo había pensado. En la escuela aprendí a ser responsable y organizada para no repetir. Eso forjó mi personalidad: intentar siempre hacer lo mejor, aunque no siempre depende de uno.
— ¿La presión te vino bien?
—Sí, siempre desde el disfrute. Fue una época de camaradería y compañerismo. Aprendí a encarar la responsabilidad en grupo y con alegría, algo que sigue siendo mi modo de trabajar.
—¿Era otra Rosario?
—Sí, era más tranquila. Jugábamos en la vereda sin problemas. Ahora me preocupa que ya no sea así. Aunque vivo lejos, me entristece la violencia en la cual vivimos.
—¿Tenés más hermanos?
—Tengo un hermano de parte de mi papá y tuve una hermana que falleció. Con mi papá y mamá, sólo somos María y yo.
—¿Qué se siente hacer lo mismo que tu hermana gemela?
—Nos llevamos bien y nos entendemos. Compartimos miradas y formas de trabajar similares. Es lindo poder compartir el trabajo y también apoyarnos cuando hacemos cosas separadas.
—¿Existe una conexión especial por ser gemelas?
—No en un plano místico, pero sí es un vínculo especial. Fuimos una misma célula, compartimos nueve meses en la panza. Nos entendemos inconscientemente, es distinto a cualquier otro vínculo.
—¿Cómo recordás tus inicios, en el programa de TV Atorrantes?
—Fue lo primero masivo que hicimos. Trabajábamos mucho, escribíamos guiones, editábamos y estábamos en el piso. Aprendimos muchísimo en equipo, con gente como Pato Galván y Fierita.
—¿Y el teatro?
—Siempre hicimos teatro, pero menos visible. Estudiamos y lo fuimos integrando poco a poco. El entusiasmo por escribir y actuar fue creciendo. Hoy el teatro es mi casa, mi familia y mi forma de vivir.
—¿Qué te gusta hacer fuera del teatro?
—Leer, ver exposiciones, escuchar música. Mis hijas tocan piano, me gusta acompañarlas. Hago actividad física como caminar, nadar o andar en bici. También disfruto pasar tiempo al aire libre y mirar la naturaleza.
—¿Cuál es tu placer prohibido?
—No tengo placeres prohibidos. Me doy gustos con equilibrio: una copa de vino, un chocolate. Fumé tabaco, pero dejé.
—¿Cómo dejaste de fumar?
—Probé de todo, no fue fácil. Me ayudó un libro llamado Chau pucho, que explica la adicción desde la psicología. Tenía mucho deseo de dejarlo y el libro me dio el empujón.
—¿Tu comida favorita?
—Asado.
— ¿Color predilecto?
— Amarillo.
— ¿Mejor punto cardinal?
—El este, porque por ahí sale el sol.
—¿Te preocupa el paso del tiempo?
—Trato de disfrutar, sé que pasa rápido. Me gusta recordar con alegría, no soy melancólica. Agradezco cada día, intento vivir el presente y no me molesta envejecer.
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