Premios Emmy 2018: una transición ordenada

Por: Belauza

La ceremonia de este año pareció indicar que el traspaso de la televisión al streaming entró en una nueva etapa. Con su toque ecuménico, los premios de la industria procuran darle orden y lineamientos a esa transición.

En la entrega anual de los premios de la Academia de Artes y Ciencias de Televisión de los Estados Unidos se puede ver el final de la transición de la televisión desde su soporte tradicional proveniente del mundo analógico, a uno de streaming proveniente del mundo digital. El ciclo que en 2013 inició Netflix con House of Cards -que en su primera participación, 2014, fue ninguneada- el lunes recibió su consagración definitiva, aunque no sin que previamente se la establecieran las reglas de juego, porque como sucede en todo gran negocio, las revoluciones no existen: ni en la época en que Henry Ford comenzó a fabricar el Ford T (a partir del nuevo concepto de organización laboral alrededor de la línea de montaje) los cambios no significaron la desaparición total de la competencia; para el negocio es tan malo el monopolio como la libre competencia. Y porque pese a todas las preferencias de los espectadores y de las virtudes artísticas de cada uno de los nominados, nunca hay que perder de vista que se trata de un premio de la industria, y como tal se usan para señalar sus rumbos de preferencia: aquí, como en los Oscar, priman los criterios orientativos de producción antes que los artísticos, y mucho menos los gustos personales. 


Eso, que en parte avala la lectura general, indica también que la industria no está dispuesta a que la cuestión de género les arruine el negocio: la ola del #MeToo se llevó puestos, entre otros, a dos puntales: Kevin Spacey, House of Cards (la primera serie producida por Netflix tuvo que arrancar su última temporada con Robin Wright como protagonista, algo que bajó considerablemente las visualizaciones) y Louis CK, de quien sólo se dejó en el aire su serie Better Things (Louie fue bajada) y que sólo tuvo una nominación. Que la cada vez más popular (y radicalizada) The Handmaid’s Tale no se haya llevado ni el premio a mejor actriz de reparto en drama, donde tenía tres nominadas, habla de un cambio de posición respecto al tema.


Por supuesto que sólo los años por venir darán certeza a esta lectura sobre el comienzo de una nueva etapa en la transición hacia la televisión por streaming, que es mucho más que un cambio de soporte: es un cambio conceptual. Pero esta entrega de los Emmy 2018 ofrece fuertes indicios de una idea: en streaming o por cadena, luego del período que devolvió a la televisión a su estado de gracia, la televisión debe volver a ser televisión; puede tomar criterios de producción cinematográficos (ahí está Game of Thrones); puede tomar excelentes historias formidablemente escritas (para The Americans y Black Mirror, los guiones); pero lo que no puede tomar del cine son sus valores disruptivos, sean de lo que se considera producciones de excelencia como The Deuce, The Americans o The Handmaid’s Tale, o de sus series populares más rústicas, como The Walking Dead (la serie más ninguneada de la historia de los Emmy): que la profundidad de campo -que siempre es conceptual antes que técnica- vuelva al cine. Si esto es así, entonces como John Lennon en otro tiempo y otra circunstancia, podremos decir: “El sueño terminó”.

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