El padre de la Parroquia San Cayetano en el barrio la Teja, de Merlo, se refirió a la "desaparición" del Estado nacional, al desamparo de las organizaciones sociales, y a la pérdida de "idea del futuro" de los adolescentes: "La vida termina valiendo poco o nada".

Son las organizaciones sociales y actores claves del territorio como las parroquias lideradas por curas villeros, quienes afrontan la lucha, tan desigual como peligrosa. Desde la Parroquia San Cayetano, en el barrio La Teja (distrito Pontevedra, partido de Merlo), al comienzo del Tercer Cordón del Gran Buenos Aires, habló con Tiempo Rodolfo Viano, padre franciscano y Cura en Opción por las y los Pobres (COPP).
-¿Se nota un alejamiento del Estado en los barrios populares? ¿En qué aspectos concretos?
-Sí, está muy a la vista el tendal de pobreza e indigencia que van dejando las políticas macroeconómicas de este gobierno, como para pretender disimularlo con estadísticas “dibujadas”, con métodos que impidan verificar la sombría realidad. Entre otras cosas, el “supuesto logro”, antipopular, del ajuste fiscal, del déficit “cero”, que provoca el aumento del costo de vida, el desempleo formal privado y público y la desaparición del trabajo informal, la desinversión en obras, salud, educación y seguridad públicas impactan directamente en las condiciones de vida de nuestras familias, empezando por su insuficiente alimentación. Precisamente en esta necesidad básica, las organizaciones y movimientos sociales venían cumpliendo, en comedores y merenderos, una inmensa tarea territorial cotidiana de contención, que el Estado nacional decidió, desde el comienzo del actual gobierno, desconocer y declararla sospechosa, pero sin auditar, hasta forzarlos a cerrar por falta de recursos. Y la desaparición del Estado nacional que quitó recursos directos para obras de infraestructura, ejemplo las que quedaron pendientes a través de la destruida Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU), que eliminó otros recursos para obras de infraestructura mediadas y/o coparticipadas por el Estado provincial, frustró expectativas de mejorar la calidad de vida de nuestra población.
Viano hace una distinción entre los estados de las distintas jurisdicciones: «El Estado Provincial y el Estado Municipal han diseñado políticas que permitan atenuar semejante merma, desde los centros de salud municipales más cercanos, desde los jardines y las escuelas públicas, desde los hospitales públicos municipales y provinciales, pero la coparticipación negada se hace notar también en las limitaciones que hay en cada servicio público. Por ejemplo, en nuestras barriadas se han multiplicado ‘Puntos Solidarios’, ollas populares, que funcionan una o dos veces por semana, en cada uno de los cuales se elaboran y distribuyen hasta 250 raciones de comida por vez. Semanalmente el Estado municipal asiste a estas ollas con alimentos secos y frescos; en nuestra capilla, tanto la secretaría de salud pública de Merlo como Región Sanitaria VII de la Provincia lograron desembarcar puntualmente dos jornadas de salud (una en septiembre del año pasado, otra en agosto de este año) que logró acercar servicios de medicina general, pediatría, ginecología, salud reproductiva, odontología y fonoaudiología, una población distante incluso de centros de salud que hay en otros barrios».
-¿Se ve un avance narco? ¿El narco ofrece la protección e idea de futuro a los pibes, haciéndose cargo de cosas que antes hacía el Estado?
-El deterioro y la desaparición de ámbitos de contención para adolescentes y jóvenes, a cargo de movimientos sociales, en las barriadas cercanas, y la insuficiencia de propuestas de salud y prevención integrales, como son los clubes barriales de fútbol o vóley y los grupos juveniles de iglesias en nuestro barrio, son oportunidad, “zona liberada”, para el “avance narco”. Además, la posibilidad de “plata fresca” por ejemplo para el consumo problemático, ludopatía incluida, predispone a chicos y chicas a ser oferta laboral como dealers o trabajadoras/es sexuales en su ambiente. Hay sectores del barrio, ejemplo la plaza y algunas cuadras y fondos, que a ciertas horas de la tardecita o la noche, todo el vecindario sabe que hay venta de droga y “fiestas privadas”, pero se necesita que las instituciones de seguridad hagan mejor inteligencia e intervengan de manera decidida, y no tanto ni solo sobre las víctimas sino sobre los narcos, que viven lejos del barrio, hasta posiblemente en countries.
-¿Los pibes hoy van perdiendo la idea de futuro?
-No hay idea de futuro si escasea o falta, como hoy, cultura de trabajo heredada familiarmente o vecinalmente, no para sobrevivir sino para aspirar colectivamente a una cada vez más lejana movilidad social ascendente. El futuro se torna incierto cuando solo hay expectativas del disfrute inmediatista, consumista, sin valoración ni reconocimiento de la dignidad de sí mismo y de las y los otros. La vida termina valiendo poco o nada, pareciera dar igual el cómo, con quién y para qué vivir. Tampoco ayuda la escuela, a pesar del esfuerzo de buenas y buenos maestros y profes, dentro de la crisis sistémica que padece en este cambio de época, en la que la capacitación tecnológica urge que vaya acompañada por la formación integral en autoestima y en el sentido comunitario y social. Hasta el emprendedurismo es ocasión para fortalecer la convicción individualista errónea del “sálvese quien pueda”.
-¿Qué cuentan las familias (madres, abuelas, tías, hermanas) que van a la parroquia?
-Suelen traer noticias y comentarios frecuentes, “boca a boca”, acerca de episodios de robos, violencias, vidas en situación de calle, en el barrio, protagonizadas por adolescentes y jóvenes del mismo barrio o de otros –también mamás jóvenes con niñeces pequeñas–, que suelen ser consecuencia de consumos problemáticos, a veces también heredados de papás y mamás víctimas de las mismas problemáticas. En ocasiones, se desahogan de estar sufriendo en carne propia problemas que parecen insolubles si el horizonte barrial social no muestra alguna alternativa concreta y convocante de esperanza. Para esto urge también la contribución desde nuestras iglesias, a la urdimbre de un proyecto político participativo, que amalgame, que enlace, un Estado presente con una sociedad civil que promueva el desarrollo y la solidaridad inter e intra generacional. Digo proyecto “político”, reivindicando una palabra que huele aún hoy a decepción y frustración, hay que recuperar lo que el Papa Francisco enseñaba – y otros antes que él – acerca del amor “político” como la forma sublime del amor, que no se restringe a la familia, la pareja, lo grupal, sin que se amplía al amor por el pueblo, por el bien común de este pueblo, empezando por contribuir a que los sectores más postergados tengan oportunidades de vida digna personal y colectiva.
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