La empresa de venta de electrodomésticos no cumple con lo pactado ante el Ministerio de Trabajo y se tensa la relación con los empleados, quienes denuncian un "desgaste" intencional por parte de los nuevos dueños.
Las sucursales de Mar del Plata, del barrio porteño de Belgrano, o la de Merlo fueron algunas de las tiendas de Garbarino que en esta semana plantearon diferentes medidas de fuerza para visibilizar el conflicto. Los empleados afirman que el nuevo dueño, Carlos Rosales, “juega” al desgaste de sus trabajadores con la idea de reducir en un porcentaje importante el personal y precarizar las tareas.
La situación se replica en cada negocio de la cadena: los salarios, en el mejor de los casos, son pagados en cuotas y se deben aportes a la Obra Social, Asignaciones Familiares y parte del bono de fin de año, contemplado para los empleados de comercio de todo el país, que siendo esenciales nunca dejaron de trabajar durante la pandemia.
“Venimos padeciendo esto hace un año. La empresa estuvo al filo de la quiebra y entendemos que el contexto de pandemia no ayuda. Pero Rosales se presentó como el salvador y está muy alejado de eso”, explica a Tiempo Claudio, delegado del Sindicato de Comercio de Zona Oeste (SEOCA) desde hace 15 años en la sucursal Garbarino de Merlo que esta semana realizó un cese de tareas.
“Es la primera vez que estamos pasando por algo así. Los viejos dueños jamás nos hicieron esto. Uno trata de ser tolerante en este escenario, pero ya lo sentimos como un abuso, porque la empresa tuvo ATP y REPROS del gobierno y seguimos cobrando en cuotas”, añade el dirigente gremial quien precisa que “nunca se dejó de vender. Marzo fue un mes excepcional en ventas”.
De hecho, Rosales declaró en diferentes notas periodísticas que la facturación de Garbarino creció entre un 900% y 1000% desde su llegada a la empresa. Sin embargo, esos ingresos no impactaron en el bolsillo de los trabajadores.
Ante el Ministerio de Trabajo de Nación y la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios, a cargo de Armando Cavalieri, los representantes de Rosales se comprometieron hace unas semanas atrás a abonar el salario de marzo en cuatro cuotas en abril. Dicho de otra manera, el 25% cada viernes. “Pero la última cuota no llegaron a pagarla. Ahora, el 7 de mayo es la segunda audiencia. Veremos qué excusa ponen”, se queja Claudio, quien recuerda que el SEOCA, al mando de su secretario General Rubén Ledesma, también mantuvo encuentros con Garbarino en la cartera laboral bonaerense donde hubo promesas similares, pero los acuerdos fueron discontinuados.
“Cuando vimos que se podía armar un plan para reestructurar una empresa de 4.500 empleados, con ventas online y no tantos metros en sucursales, era un cambio de paradigma que teníamos por delante y debíamos implementar. Garbarino entró en crisis porque el accionista principal no quería pasar por un nivel de estrés para reconvertir la empresa: 15 años antes, los Garbarino daban vuelta la empresa sin venderla”, expresó sin eufemismos Rosales en una entrevista a Forbes, medio especializado en mercados y finanzas.
Del mismo modo, el dueño dio más detalles: “Tenemos 4.325 empleados y hay mucho retiro voluntario con muchas personas cerca de la jubilación. Pero vamos a reorientar los nuevos empleos hacia lo digital. En un mes estamos en break-even. Y la rentabilidad en el segundo semestre podría estar tranquilamente en un ebitda del 20% de rentabilidad”.
Rosales evitó mencionar que ya hay unas 30 sucursales en todo el país que bajaron sus persianas y cientos de trabajadores fueron suspendidos o bien despedidos, como en el caso de los 23 empleados de las sucursales de Merlo, Morón y Gregorio de Laferrere que fueron echados hace unos meses atrás por haber reclamado el pago de los salarios. Finalmente, el Ministerio le ordenó a Garbarino que debía reincorporar a estos trabajadores y abstenerse de tomar represalias sobre ellos.
“Incumplen los pagos básicos como la prepaga, la jubilación. No se ponen al día nunca. Los embargos familiares, por ejemplo, lo descuentan todos los meses pero después ese dinero que tiene que ir a las exparejas de los trabajadores no se deposita. Es un desgaste constante. Es claro que buscan que los compañeros arreglen un número y se vayan, pero luego ni eso cumplen”, resume Claudio.
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