Un disco en el que participa como instrumentista y como compositor y en el recorre de manera muy personal el territorio de la música folklórica argentina.

Dice Macchi: Son muchos años de búsqueda desde el año 2000 volcados en este disco, atravesado y abonado por la experiencia de haber vivido en tres ciudades donde fue creciendo y tomando forma: Paraná (semillita) Buenos Aires (nacimiento) Río de Janeiro (crecimiento) y Paraná otra vez (floración). En cada oportunidad que tuve de tocar en vivo en este formato solista fui dándome la oportunidad de modelar el repertorio, poner, sacar, dar espacio a la improvisación, precisar en cuanto a la escritura, a las dinámicas y al abordaje rítmico de las formas del folclore argentino (del cual el piano fue una incorporación no tan temprana). En cierto modo este disco fue para mí la oportunidad de aprender, experimentar e intentar llevar adelante lo que vislumbraba desde una libertad nacida del corazón y me motivaba a andar ciertos caminos».
Las palabras del músico -nacido en La Plata y radicado desde niño en Paraná-, que participó en diversos proyectos con artistas como Carlos Aguirre, Coqui Ortiz, Silvia Iriondo, Cecilia Pahl, Fernando Silva o Mario Gusso entre otros, quedan claramente traducidas en formato sonoro en este álbum, sustentado en estructuras armónicas y recorridos melódicos diáfanos, en los que con su piano se interna en composiciones de gestos cercanos, por momentos, al impresionismo.
Tomando elementos del folklore local, Macchi moldea las melodías y las invita a mecerse en entramados rítmicos cargados de sutileza (principalmente llevados adelante con el trabajo de su mano izquierda y con un acertado manejo expresivo de los pedales), como se percibe en «Huella de arena», en el dinamismo de «Alma matinal», en la austeridad del anónimo «Canten señores cantores», en la canción litoraleña «Camalote nocturno» o en la casi litúrgica »Invierno». La placa respira placidez, a pesar de algunos momentos en los que no huye de sutiles rasgos de tensión necesarios en temas como «Chaya de los vientos» o la versión de «El arriero» de Atahualpa Yupanqui.
Todo el disco transita un espíritu en el que pareciera que Claude Debussy o Erik Satie hubieran recorrido musicalmente el territorio folklórico argentino. Y no es casual que como bonus track, Macchi decidiera cerrar el CD con «20 trajes verdes», el tema de Charly García dedicado precisamente al «Maese pauvre de Arcueil».
Piano solito es un retrato actual de estructuras folklóricas en el que Macchi se muestra como un compositor de inspirada libertad creativa y un pianista de sobrados conocimientos de los recursos del instrumento.
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