Soledad Deza: “El caso Belén nos invita a poner en valor la desobediencia y el compromiso con otras luchas”

Por: Maby Sosa

La abogada tucumana se refiere a la película dirigida por Dolores Fonzi. Recuerda cómo fue el proceso de lucha para liberar a la joven acusada de abortar y que esta semana llegó a los cines de todo el país.

Belén recibe de manos de la abogada Soledad Deza (a quien recién conoce) el libro Jaque a la Reina. Lleva injustamente presa dos años en la unidad penal de la Banda del Río Salí en Tucumán. La acusan, sin pruebas, de haberse provocado un aborto. Es abril de 2016 y en pocos días, será condenada a 8 años de prisión. Belén tuvo una defensa técnica deplorable y hasta esa tarde, había perdido las esperanzas de salir en libertad. Sin saberlo, pero deseándolo, la presencia de Deza fue para ella una nueva y definitiva oportunidad. Y las historias de ese libro que llegó a sus manos ese día, la certeza de que no estaba sola. Que esto no le pasó solo a ella y que, podía ser que alguna vez les deje de pasar a muchísimas otras mujeres. 

El caso Belén fue emblemático para la historia de la lucha feminista argentina, pero sobre todo, para la tucumana. El cartel de “Todas somos Belén” se reprodujo desde las calles de la provincia norteña hacia las plazas de todo el país hasta llegar a escenarios internacionales. Una de sus voceras fue la actriz Dolores Fonzi, quien dirige y protagoniza el film Belén estrenado el 18 de septiembre, basado en este caso. 

La abogada feminista Soledad Deza está representada en el film por Fonzi. Allí se cruzan aspectos de su vida personal y el tan arduo como desesperado trabajo que realizó en la defensa de Belén. Dice le da mucho pudor pero que agradece la recreación amorosa de su propia vida. Después de ver dos proyecciones de la película recibe a Tiempo Argentino en la sede de allí la Fundación MujeresxMujeres, en Tucumán.

Soledad Deza durante las manifestaciones en pedido de Libertad a Belén.
Foto: Soledad Deza

Belén, Soledad y una mesa de mujeres 

Belén es el nombre ficticio de la joven de 24 años que en 2014 entró a la guardia del Hospital Avellaneda por un dolor de abdomen y salió días después esposada y rodeada de policías. A Deza, esa imagen (que abre la película dirigida por Fonzi) le vuelve todo el tiempo, a pesar de que Belén está libre desde hace varios años. Y a pesar de que su nombre hoy representa el triunfo de una lucha colectiva, una intuición que tuvo la abogada apenas se encontró con el caso. 

-¿En qué momento advertiste que era a través de la lucha colectiva que tenías que plantear la libertad para Belén?

-Cuando me di cuenta que teníamos dos hechos jurídicos. Tomo el caso con ella condenada y tenía que plantear un recurso para revisar la condena y otro para pedir el cese de prisión. Técnicamente era pesado porque tenía que dar vuelta todo un proceso. Pero una vez hecho el trabajo de una defensa feminista legal, nos quedaban los tiempos de la justicia. Para que el caso no pierda interés, teníamos que lograr empatía, de allí salen las marchas. La estrategia de la Mesa para la Libertad de Belén surge con la finalidad de amplificar esa demanda de justicia reproductiva. A la vez, luego de la primera marcha, nos dimos cuenta que la despenalización social del aborto de la que hablaban las compañeras de Buenos Aires, en Tucumán no existía así. Porque las propias compañeras de base que integraban la mesa no estaban familiarizadas con la demanda de aborto legal. 

-¿Cómo lo debatieron? 

-Nosotras nos juntábamos todos los lunes y desde la abogacía traducimos a las representantes de cada uno de los espacios (sindicatos, agrupaciones estudiantiles, ONGs feministas, ONGs de derechos humanos, espacios de género de partidos políticos) los fundamentos de esa condena a un discurso que pudiera ser accesible porque nosotros necesitábamos empatía. Necesitábamos que esa “matahijos”, esa “asesina de bebé” que había construido la prensa hegemónica pueda lograr adhesión. De ahí sale “Belén somos todas”.

Una vez que las compañeras pudieron decodificar dentro de sus propios espacios que Belén, que había sufrido un aborto espontáneo y se había ido directo a la cárcel podía ser: la tía, la hija, la vecina, la madre, la prima, la compañera de colegio, de la facultad, o trabajo. Eso fue lo que hizo que las marchas crecieran acá en Tucumán. Y finalmente también fue estratégico. Antes del 12 de agosto, que fue la Marcha Nacional hubo una decisión política de la defensa legal y de la mesa de nacionalizar este reclamo. Necesitábamos que en cada plaza del país se pida la libertad para Belén. Ya lo había hecho el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, lo había hecho el Relator contra la tortura, lo habían hecho diarios internacionales pero nosotras necesitábamos acortar los tiempos de la justicia. Fue una forma de presionar y fue estratégico. En esa estrategia aprendimos las abogadas y aprendieron las compañeras. 

Soledad Deza durante el estreno de Belén.
Foto: Fundación Mujeres por Mujeres

-A pesar de haberlo pensado y tejido te escucho hablar y pareciera que seguís conservando cierto asombro de que haya funcionado, ¿cómo recordás esos momentos? 

-Estoy muy movilizada, porque con la película es como que reviví esos días. Si yo hubiera dimensionado esto en ese momento, quizá ni me atrevía. Porque la verdad es que fue un atrevimiento. Ya había defendido mujeres criminalizadas por aborto, pero nunca había sentido la urgencia y la responsabilidad de defender a alguien que estaba presa. Esa sensación de que la libertad de alguien depende directamente de vos es intransmisible. En lo personal, yo vivía disociada. Lo que la película muestra del insomnio, de casi no dormir eran mi sensación permanente. ¿Y si sale mal? Porque es muy épico y genera muchas ilusiones eso de la calle libera y la liberamos entre todas. Pero la verdad es que sin la movilización social quizá demorábamos más, pero sin la defensa técnica sólida que construya argumentos y que pelee dentro del proceso era imposible. Fue fuerte recordar que cada noche yo pensaba, “¿y si sale mal?”. O haberle faltado a la promesa de que su nombre no se iba a conocer y los jueces despechados, en ese despecho judicial al ver que salía en libertad tiren su nombre verdadero. Enfrentarme a ella diciéndome “no cumpliste tu promesa”. Eso es intransmisible. Pero también lo vivo con mucha gratificación, porque aprendimos mucho. Belén y yo. 

-¿Tenías muchas herramientas para aplicar perspectiva de género pero de pronto, te toca sortear materialmente todo ese patriarcado tan metido en el Poder Judicial. Me imagino que fue otro gran aprendizaje  

-Tenía mi maestría de género, estaba formada, tenía las herramientas teóricas. Ahora bien, el patriarcado judicial y de manera transversal a todos los poderes del Estado, el patriarcado institucional se expresa de maneras multiformes. Se expresa de formas por ahí ininteligibles o inimaginables. Es muy fuerte pensar que yo no acompañé ninguna evidencia nueva, no aporté pruebas nuevas. Entonces cuando te dicen la perspectiva de género lo que te da es otra mirada, otra lectura que incorpora las experiencias femeninas en espacios donde han estado invisibilizadas y por eso se ha razonado la solución de los conflictos de forma que marginan a las mujeres. Eso que uno estudia en la teoría fue lo que hice dentro de este proceso. Fue decir. “¿ustedes no leyeron la historia clínica? Porque si la hubieran leído veían ‘aborto incompleto’”. ¿Por qué no la leyeron? Porque los prejuicios y los estereotipos de género llevan a que el razonamiento judicial diga “hay un aborto, hay una delincuente”. Deconstruir el razonamiento es parte de la abogacía feminista. 

-Este caso se dio en Tucumán, ¿se hubiese dado de ese modo en otra zona del país?

-Creo que no. Después del caso de Belén se quisieron hacer otras mesas de pedidos de libertad y no funcionó. Porque la mesa es una estrategia que va articulada con la defensa y su función está subordinada a una estrategia legal. Llenar la calle para pedir libertad si vos en paralelo no tenés un planteo judicial no te va a revertir una condena. Parte de lo que tenemos en Tucumán y de lo que tuvo esta defensa es que cuando nos enteramos del caso, fuimos a buscarla a ella. Es algo fuera de lo común. En general, a las abogadas nos vienen a buscar. Me fui a la cárcel, hice un montón de cosas para dar con ella y eso es algo que tenemos en las provincias, no nos vamos a quedar detrás de un escritorio. Eso marca una diferencia. Buestra estructura provinciana, que es de cercanía, de pueblo chico, así como tiene sus infiernos propios también tiene sus propios paraísos. A vos te levanta el teléfono una compañera y te llegás hasta ahí. Te llegás a ver cómo está, a mirarle la cara. Abogadas de otras provincias me hablaban para preguntarme a propósito de que tenían un caso. Yo decía pero ¿la fuiste a ver? ¿vos la conocés? Porque que organices qué nota vas a sacar, qué paper vas a escribir o cómo vas a hablar con la prensa o qué mesa vas a articular si vos no le viste la cara y le dijiste “compañera, yo te voy a ayudar”, no sé si vale lo mismo. 

Mesa de Libertad para Belén, San Miguel de Tucumán.
Foto: Fundación Mujeres por Mujeres

En el activismo se logró, pero ¿cómo transformaron esa “mala palabra” aborto en la sociedad?

-El aborto nos costó ingresarlo en nuestras propias movilizaciones, porque el derecho a decidir no estaba legitimado en nuestra sociedad. El caso logró empatía porque era un aborto espontáneo, un aborto sin voluntad. Un cuerpo que no es capaz de retener, que no es lo mismo que una mujer que desafía el mandato de maternidad obligatorio. Son dos cosas distintas. El caso Belén lo que hizo para mí es actuar de bisagra para lo que fue luego la discusión de legalización del aborto. Porque después de ese “Belén somos todas”, pudimos dar esa discusión de tuvo un aborto espontáneo y todas podemos ser Belén. Pero ojo, ¿qué pasa con esa compañera que no está en condiciones de cuidar? ¿porque no está en condiciones económicas? Porque no es su proyecto de vida, porque es chica, porque quiere estudiar, porque tiene otros planes. Por lo que fuera. ¿Qué pasa con esa mujer que no está en condiciones de gestar y parir o de cuidar en este momento? Y ahí pudimos dar la discusión. Hubo quienes decían “yo jamás abortaría” “yo no estoy de acuerdo, me parece moralmente reprochable”, “mi religión no me lo permite”… Pero dimos la discusión de ¿alguien de acá piensa que esa mujer debe estar presa? Y todas estaban de acuerdo en que no. Y eso fue muy revolucionario. Ese fue el verdadero cambio social de construir ese consenso. Y eso fue bisagra para el 2018 y para el 2020, y por eso el caso de Belén estuvo en boca de diputados, diputadas, senadores y senadoras. 

De la injusticia a la lucha colectiva

Soledad Deza recuerda esos días en que conoció a Belén. Ya había llevado el caso María Magdalena (una mujer que ingresó a otro hospital público por una peritonitis diagnosticada y allí se enteró que estaba sufriendo un aborto espontáneo) pero, dice, este caso era totalmente distinto.

-¿Qué te despertó Belén? 

-Me despertó la injusticia de clase más brutal, la desigualdad más cruel, me despertó la culpa burguesa más profunda y descarnada. La culpa porque no nos habíamos enterado y ella se pasó dos años solita, abandonada por su defensa técnica, arrumbada por los poderes biomédicos, demonizada dentro del Poder Judicial. ¿Para qué hice una maestría de género si después existe alguien que hace dos años está viviendo la peor de las injusticias? Después, cuando la conocí, me despertó la ternura y la convicción de una rabia que se tenía que volver lucha. Conocí una Belén súper culpabilizada, autoculpabilizada. Sola, quebrada. Le dejé el libro Jaque a la Reina y hablamos mucho ese día. Nunca me voy a olvidar ese sábado gris de lluvia. Estuve como tres horas en el penal. Lo del libro parece una estupidez, pero luego me di cuenta que preparó lo que iba a decir en su alegato, en base al libro donde estaban esas historias y experiencias atravesadas por el derecho contadas en un libro. Verse reflejada en otras que antes, por contar con una abogada, la pasaron diferente generó en ella un cambio clave. Yo me encontré con otra Belén. Una Belén quebrada en la condena por saberse una víctima de una defensa deficitaria, también una víctima de un Poder Judicial patriarcal, una víctima de la crueldad de los poderes biomédicos, y además autoculpabilizada. En pocos meses Belén empezó dentro de la cárcel a empoderar a sus propias compañeras. 

-¿Qué aporta recordar el caso de Belén?

-Nos invita a pensar en momentos donde las gramáticas neoliberales y los discursos fascistas de esta realidad nos quieren convencer que podemos ser felices como sociedad viendo la inmensa infelicidad de la mayoría de la gente. Me parece que esta película nos invita a poner en valor la desobediencia y el compromiso con otras luchas. No necesariamente tenés que compartirlas. Discapacidad por un lado, jubilados y jubiladas, por otro, trabajadores y trabajadoras por otro, precarizados y precarizadas, por otro, comedores por otro, mujeres y diversidades por otro. Incluso dentro de los feminismos, feminismos, transfeminismo… Si caemos en la tentación de poner a competir desgracias, somos funcionales al neoliberalismo y a los poderosos. A ese 1% que es el que se alegra con los datos de la inflación porque el 99% restante somos subalternos. Y los feminismos en definitiva, si entendemos por feminismo aquel movimiento político que quiere que las mujeres y las diversidades tengamos poder sobre nosotras mismas y no poder sobre los varones, vamos a entender que feministas somos el 99% restante que no quiere que las mujeres sean sometidas, estemos calladas, seamos dóciles o sirvamos a los poderosos. 

-¿Cómo fue la experiencia en las proyecciones de la película?

-La gente se emociona y se conmueve mucho y nos dicen “gracias por recordarnos esto”. La película nos recuerda lo que hicimos y lo que podemos mover. Lo que tiene la película es que nos conecta con lo que es posible y con la necesidad de mirar al otro. Estamos en un momento histórico, donde las nuevas ultraderechas nos han desconectado y nos tratan de convencer que es individual la vida. Esta película lo que hace es decir, “hay que unir las luchas porque estamos todos y todas en la misma”. Es una invitación a pensar que es posible y que la felicidad que vivimos en aquel entonces no solo es una posibilidad, es un derecho. 

-¿Belén vio la película?

-Sí la vio. Lo que ella dice es como un broche de oro a esta historia. Y también es una forma de pensar que sus 29 meses en la cárcel no fueron en vano. El hecho de que esta historia se haya convertido en película, que su identidad no se conozca y que Belén verdaderamente podamos ser cualquiera me parece a mí que va a ayudar a que todas las Belén, que seguramente están en algún rincón, olvidadas puedan también tener esperanza. “Es mi broche de oro para cerrar este capítulo de terror”. Porque sí salió bien, pero ella estuvo encarcelada 29 meses presa.

Registros

Belén, la película, está basada en el libro Todas somos Belén de Ana Correa. Fue dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi junto a un elenco conformado en su mayoría por actores y actrices tucumanas.

Se estrenó el 18 de septiembre y fue seleccionado para la competencia oficial del Festival de San Sebastián.

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