El estreno de la quinta temporada de la serie redobla los dramas y misterios de la familia Pearson. ¿Qué se esconde detrás de la corrección política de cierta clase media estadounidense retratada en esta producción de Fox?

El 31 de agosto de 1980 Jack Pearson (Milo Ventimiglia) y Rebecca (Mandy Moore) esperaban trillizos, pero sólo nacieron vivos Kevin y Kate. Así que casi en lugar del niño que nació muerto, adoptaron a Randall, que estaba en el hospital y supuestamente había nacido el mismo día. Tanto Jack como Rebecca estaban convencidos de que el destino quería que tuvieran trillizos. Así la pareja conformó su familia con Kate (Chrissy Metz), Kevin (Justin Hartley) y Randall (Sterling K. Brown).
En la actualidad Kate, cuya vida carece de dirección, padece su obesidad, y Kevin, todo un galán, soporta a negación permanente su derrotero de actor principal de malas comedias. Por su parte Randall es un exitoso financista al que le llegó el momento emocional de buscar a su padre biológico. La serie va y viene en el tiempo, mostrando cómo Jack y Rebecca (que después también hace de madre de hijos grandes) están a punto de ser padres de los trillizos que no serán; y también cuenta cómo Randall fue abandonado. En este ida y vuelta reside la clave del éxito de la serie.
En esta temporada los niños llegan a los 40. También aparecen el coronavirus y la violencia racista. Al respecto Randall le dice a Kate que, por su condición de blanca, siente la necesidad de pedirle perdón: “Vos, yo y Kevin nos criamos en la misma casa. Crímenes así pasaron durante años en este país, aunque nunca hablamos de eso en cuarenta años. Es más, en todo este tiempo me tuve que callar muchas cosas. Yo era el que no quería decir algo equivocado”. Y concluye el diálogo: “Normalmente te abrazaría y te diría que hiciste lo correcto. Pero, ¿eso a dónde me dejaría a mí? Para serte sincero, estoy agotado.” No más explicación para los motivos del racismo, excepto, acaso, la falta de diálogo; la autocensura como toda crítica. Pero no debería sorprender.
Luego de cuatro temporadas y de este inicio ya no caben dudas que This Is Us es una expresión contemporánea de la corrección política de cierta clase media estadounidense. La que llama carente de recursos al pobre, moreno al negro, casas humildes al hábitat indigente y hasta destino a una expectativa (la de tener trillizos) a la que ninguna arbitrariedad de la vida debe oponerse, y por eso hay que adoptar otro.
En ese embarazo de trillizos que llevan adelante, Jack y Rebecca anuncian los padres que serán: los que harán de la crianza de su hijos la buena nueva de un mundo en el que las decisiones individuales serán lo verdaderamente importante de la existencia, las que serán más fuertes que las estructuras de clases, más potentes que el racismo, superiores a la herencia, las que, pese a lo que incluso diga la biología humana, construirán el destino.
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