El estudio fue producido por una red federal de 65 investigadores. El sector, además, está marcado por la precariedad laboral. “Si en una fábrica sabemos quiénes son los obreros, ¿por qué dudar de quién es artista?”, se preguntan los investigadores.

Los resultados publicados por RGC Ediciones fueron presentados en el Encuentro Internacional de Derechos Culturales, organizado por la propia editorial y el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA) a principios de septiembre. Constituyen una herramienta clave para artistas, colectivos, gestores culturales e investigadores que buscan visibilizar y transformar esta realidad.
Los resultados revelan un panorama complejo: artistas que combinan múltiples trabajos para sostener su carrera, desconocimiento generalizado de la normativa laboral, discriminación y jerarquías ocultas en los circuitos independientes, escasa organización gremial y concentración de beneficios en otros sectores de la cadena de valor.
Argentina cuenta con una larga tradición de instituciones culturales, pero nunca logró consolidar políticas estables, señala en el prólogo de la publicación Rubens Bayardo —experto en políticas y economía de la cultura—. Además, en el estudio se advierte que históricamente el Estado argentino ha priorizado el fomento a la producción mediante subsidios más que la protección del trabajo artístico, y hoy incluso ese apoyo limitado corre riesgos.
Según Karina Mauro —doctora en Historia y Teoría de las Artes por la UBA, investigadora independiente del CONICET, docente de la UNA y directora del proyecto— se da una paradoja: “en Argentina y desde larga data, existe una enorme y diversificada oferta de bienes y servicios artísticos. Esto se vio fortalecido en los últimos años por el llamado “paradigma de la cultura”, es decir, la consideración de la cultura como bien de desarrollo económico; y por una gran oferta de carreras artísticas y de gestión cultural”. Ahora bien, “todo este panorama coexiste con un trabajo artístico precario, gratuito y sin derechos”, concluye.
La pandemia de 2020 profundizó estas fragilidades. Así, mientras en Berlín o Broadway artistas denunciaban la imposibilidad de cubrir necesidades básicas instalando la discusión sobre el arte y el trabajo en la esfera pública, en Argentina el Ministerio de Cultura ni siquiera contaba con información sistemática sobre la situación laboral del sector.
En este escenario se inscribe el trabajo del grupo Estudios Interdisciplinarios del Trabajo Artístico (EITyA), creado en 2014 con el objetivo de investigar las condiciones laborales de los artistas a partir de herramientas de la sociología, la antropología, la economía y la historia.
En 2023, el equipo llevó adelante el proyecto PICTO Redes “Desigualdades ocupacionales en el trabajo artístico”, financiado por la Agencia I+D+i (desmantelada por el gobierno de Javier Milei).
A pesar de la pérdida de fondos, la investigación se mantuvo gracias al compromiso de 65 investigadores —en su mayoría del CONICET—provenientes de nueve universidades públicas de todo el país (UBA, UNA, Córdoba, General Sarmiento, San Martín, La Plata, Jujuy, Río Negro) y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES). También colaboraron asociaciones, sindicatos y colectivos culturales que ayudaron a difundir las encuestas para construir un relevamiento federal inédito. Después de dos años de trabajo, el informe se publica en un contexto de ajuste agravado que afecta tanto al sector artístico como al sistema científico.
El estudio abarca tres dominios —la escritura, la música y el teatro independiente—, y reúne datos hasta ahora dispersos o inaccesibles. Uno de los primeros desafíos del equipo fue decidir a quién encuestar ya que eso implicaba definir quién es artista. }
Sobre este punto, Mauro plantea: “Si en una fábrica sabemos quiénes son los obreros, ¿por qué dudar de quién es artista?”. La complejidad radica en que, a diferencia de otras actividades, “la demanda de arte no siempre existe antes de la oferta”. En otras palabras, es el artista quien crea primero y luego tiene que mediar una convocatoria para que el público se acerque y participe, ya sea asistiendo a un evento, o comprando libros o discos. Así, en este estudio se considera artista “a todas las personas que tienen algún tipo de dedicación artística ya sea como segunda, tercera actividad o incluso como pasatiempo; y que generan y ponen en circulación recursos materiales y simbólicos que son apropiados por otras instancias”.
A diferencia de otros informes que siguen estándares internacionales, este distingue entre los trabajadores y los dueños de los medios de producción (productores, gestores, empresas o instituciones que organizan, financian o comercializan el arte). De este modo, busca comprenderlas particularidades locales de las condiciones laborales de quienes trabajan en el ámbito artístico.
Según los datos de la publicación, presentados mediante gráficos y descripciones, apenas el 30% de los encuestados logra dedicarse exclusivamente al arte, mientras que más de la mitad combina su actividad creativa con la docencia. A pesar de que el 92% posee estudios superiores generales y el 60% formación artística específica, el 80% percibe ingresos inferiores a cuatro salarios mínimos, y las actividades estrictamente artísticas aportan menos del 10% de esos ingresos, siendo la docencia y otras ocupaciones no artísticas las principales fuentes de sustento.
El estudio también evidencia las desigualdades estructurales y falta de conocimiento sobre la normativa laboral: el 75% desconoce los convenios y normas que rigen la disciplina, y el 42% no forma parte de colectivos o asociaciones profesionales.
En cuanto a discriminación y violencia, los datos muestran que el 45% de quienes trabajan en artes performativas ha sufrido discriminación y el 50% violencia en su ámbito laboral o formativo. Entre los resultados, surgieron datos sorprendentes: entre músicos, la discriminación se relaciona principalmente con el género musical, mientras que entre actores, el factor más citado es la contextura física. Estos datos subrayan la necesidad de visibilizar y abordar las desigualdades en los circuitos artísticos independientes.
En última instancia, el estudio evidencia las dinámicas laborales que se esconden detrás de la lógica emprendedora, que idealiza la autonomía y la creatividad, dejando a los trabajadores del arte con derechos limitados y sin regulación efectiva.
“La situación que estamos atravesando se explica por el desamparo que han sufrido el trabajo y los trabajadores en los últimos 50 años. Por cómo el trabajo fue obligado a asumir los riesgos del capital, por cómo los trabajadores fueron seducidos por ideas falsas acerca de la autonomía, del uso de la tecnología, de un manejo más libre del tiempo propio; y en alguna medida, los artistas fueron utilizados como un modelo de este ideal del trabajo más libre y autónomo”, plantea Mauro. Pero no todo es desesperanzador: el relevamiento también invita a repensar el lugar de los escritores, músicos y actores en el mundo laboral, y a la realización de futuras investigaciones sobre otros sectores artísticos como la danza o el cine.
En ese sentido, la directora del proyecto advierte que “los artistas podrían ser la punta de lanza de un nuevo modelo de trabajador, más libre y creativo, también con derechos garantizados, remuneración justa y en estrecha relación con los saberes, las prácticas y las emociones de todos los sectores de la sociedad y no solamente de algunos”.
Finalmente, el Informe abre la puerta a debates fundamentales para repensar la relación del arte y el trabajo en el país y en el mundo: “lo ideal sería poder replicar este tipo de estudios en distintos países y momentos […] Solo así podremos visibilizar la verdadera dimensión económica y social del trabajo artístico y cultural, y generar políticas más efectivas”, señala Mauro. La idea es que la difusión del relevamiento impulse la discusión, la reflexión y acciones concretas que contribuyan a garantizar derechos, condiciones dignas y un reconocimiento real del valor social y cultural del trabajo artístico.
El informe completo está disponible en Desigualdades ocupacionales en el trabajo artístico y cultural
*Eugenia Blanco, música y tesista de la Licenciatura en Antropología Social y Cultural en UNSAM, especializada en investigación de prácticas artísticas y musicales. Creadora del Círculo de estudio “Investigar las prácticas musicales” e integrante del Núcleo de Comunicación y Cultura de EIDAES, con experiencia académica internacional en estudios sociales del arte en la EHESS de París.
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