Verónica Gago: “Las ultraderechas ven en las luchas feministas, migrantes y antifascistas una amenaza concreta a su modelo”

Por: Maby Sosa

La filósofa y referenta de Ni Una Menos analiza la situación global de los feminismos en el mundo. Qué pasa en la Argentina y qué signifca el fallo contra Cristina.

Los enemigos públicos de las nuevas derechas son los feminismos. Si son populares, más aún. En la Argentina, la participación activa de este movimiento en los espacios políticos cobra nuevas dimensiones, y esta semana tuvo un protagonismo especial con las acciones de repudio a la condena de la expresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.

“En la condena a Cristina hay un mensaje de disciplinamiento, de criminalización y de persecución a los liderazgos populares. En particular cuando esos liderazgos son de mujeres, de lesbianas, de travestis, de trans”, dice Verónica Gago, filosofa y referenta de Ni Una Menos. “Este tipo de persecución y de ensañamiento ya se anticipó en este gobierno con la criminalización de las trabajadoras de la economía popular o de las madres que en las protestas llegaban a sus hijes”, agrega. En abril, Gago recibió el premio Martin Diskin por su compromiso con la justicia social, la docencia y el activismo.

-A nivel global, ¿por qué el ataque hacia la agenda de género y el transfeminismo es tan feroz?

-Muchas veces se le baja el precio a las luchas feministas y a la importancia de la transformación feminista. De que hablemos de revolución en el sentido común, en la subjetividad, en las formas de hacer política; de que discutamos sobre justicia, sobre economía, sobre desde régimen alimentario por fuera de las trasnacionales hasta pensiones para las amas de casa. Pero me parece fundamental tener en cuenta el tipo de amplitud programática y de radicalidad del programa político que ha abierto el feminismo, que se ha dedicado a intervenir sobre una enorme cantidad de zonas de la vida económica, política, social, personal y colectiva. Digo “se le baja el precio”, porque muchas veces se restringe el feminismo a una agenda limitada. Como si fuese que solamente se habla de femicidio y aborto, cuando lo que hemos experimentado es que el feminismo como movimiento, con sus lógicas heterogéneas y plurales ha logrado transversalmente, intervenir, reconfigurar y disputar una cantidad enorme de ámbitos, insisto, de la vida económica, política, sensible, cultural, etcétera.

Y las ultra derechas son muy conscientes de eso y no le bajan el precio. Más bien todo lo contrario. Si no cómo entendemos el tipo de obsesión que tienen con la Educación Sexual Integral. No se trata de un contenido específico que sería marginal, al igual que el lenguaje inclusivo. Están viendo que ahí hay una disputa por las juventudes, por las generaciones futuras. A ellos les interesa que esas generaciones jóvenes hablen de educación financiera y no de educación sexual integral. O sea, hay una disputa que va al corazón del modelo de acumulación financiera. Las ultraderechas ven en esas luchas feministas, migrantes y antifascistas, una amenaza concreta a su modelo de acumulación financiero y del disciplinamiento de los cuerpos que ese modelo necesita.

-En el caso de Argentina, ataca esa agenda de diferentes modos, un día ataca a las diversidades, después desconoce al femicidio, luego habla de tasa de natalidad, ¿cuál es la intención de, cada tanto, hablar de esos temas?

Por un lado, tiene la función de la provocación política. Es una especie de mix de burla y de intentar banalizar las cuestiones que plantean los feminismos. Pienso en el modo en que Adorni comunicó esa idea del falso fin del cepo para los dólares, “tus dólares tu decisión”. Inmediatamente después el gobierno prohibió a Católicas por el Derecho a Decidir o intentó prohibir su presencia en la OEA. Creo que es una provocación contra el activismo, contra el movimiento, un intento de adscribir el guión global de las ultra derechas y hacer una performance extrema de ese guión, porque obviamente Milei genera mucha curiosidad a nivel mundial por sus formas extremas. Entonces creo que es sostener también esa tensión a nivel global. Y, por otro lado, creo que siempre intentan usarlo como maniobra de comunicación política.

–¿A qué se debe, en la Argentina, el ataque feroz a las trabajadoras comunitarias por parte de este gobierno?

-Obedece a que ellas, las trabajadoras comunitarias y especialmente las trabajadoras comunitarias organizadas han sido y son protagonistas del movimiento feminista en Argentina. Han sido también protagonistas de una experiencia de sindicalismo de nuevo tipo, que es el sindicalismo de la economía popular, pero con un énfasis que no tenía la economía popular en las tareas de reproducción, de cuidado, de educación, de alimentación y de atender situaciones por violencia de género en los territorios como promotoras, articuladoras de instituciones públicas y dinámicas territoriales. Creo que se ataca justamente ese papel de protagonismo político, de articulación territorial y de ejercicio de un nuevo tipo de sindicalismo. Y diría que también de protagonismo de clase trabajadora popular. Como dicen las mismas compañeras «hemos desnaturalizado la violencia como vínculo social en nuestros barrios».

-¿Y eso que posibilita?

-Que empieces a reclamar remuneración para las trabajadoras comunitarias como se intentó durante la pandemia, que ellas sean justamente capaces de discutir el salario, pero también sus lugares dentro de las organizaciones políticas. El segundo elemento que yo marcaría es que, a través de ellas, hay un ejercicio generalizado sobre lo que venimos discutiendo como ejercicio del poder como crueldad. Es decir, si vos te permitís atacar a quienes están cocinando en una olla y les cortás los alimentos eso después va a tener una secuencia que se replica. Que es que cortás los medicamentos para los pacientes terminales, o sea, mostrás situaciones de fragilidad donde lo que sostiene esas situaciones son el trabajo comunitario, el compromiso profesional de sectores del trabajo público, o compromiso político con esas tareas y tratás de destruir esas formas del vínculo social a través de la crueldad. Desde mi punto de vista, esos son dos elementos que, bueno, explican y un poco le dan el sentido político de por qué el gobierno elige esos ataques y se ensaña en particular con esos sectores.

Una condena misógina

El lunes 16 de junio hubo una histórica reunión en la sede del Partido Justicialista donde participaron desde diferentes sectores para pensar un plan de lucha para el acompañamiento a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

-¿Cuál es el mensaje del Poder Judicial a los feminismos en esta condena?

-Hay un mensaje de disciplinamiento, un mensaje de que cada quien piense para sí, “bueno, si esto le pueden hacer a una figura de la importancia y de la repercusión de Cristina Fernández de Kirchner, qué nos pueden hacer a otras personas y en particular a otras mujeres”, reforzando el carácter misógino y patriarcal del fallo. Y me parece que esto además se vio completamente confirmado porque hay toda una ecología del fallo, y es que inmediatamente después de que saliera, se presenta este Departamento de Investigaciones Federales. Pero, además, día antes y casi en simultaneidad con el fallo se estuvo discutiendo el nuevo Plan de Inteligencia Nacional. Entonces, me parece que la dimensión de disciplinamiento y vigilancia que está planteando el Poder Judicial en connivencia con el Poder Ejecutivo es un mensaje de criminalización y de persecución a los liderazgos populares y en particular cuando esos liderazgos son de mujeres, de lesbianas, de travestis, de trans. Y este tipo de persecución y de ensañamiento ya fue anticipado, cuando empezó este gobierno, con la criminalización de las trabajadoras de la economía popular, con la criminalización de las madres que en las protestas llevaban a sus hijes. Me parece que hay que enmarcarlo en este conjunto de elementos.

– Se dijo, y mucho, que Cristina no estaba incluida en las plataformas feministas, ¿cómo se dio la organización en este caso?

Hubo una caracterización en el 2022, que ella era vicepresidenta, de un femimagnicidio. Eso fue un aporte importante desde los feminismos en el momento para caracterizar esta dimensión de odio misógino, odio patriarcal y de inscribir el intento de asesinato no sólo como magnicidio sino como femimagnicidio. Vale la pena recordar que eso se instaló por lo menos desde los feminismos en ese momento. Pero también creo que, en ese momento, efectivamente no hubo una reacción general. Aunque se lo culpabilizó muy rápido a las feministas, los feminismos fueron los primeros en salir. Incluso a pesar de lo tiempo después, dijo Cristina de que los feminismos no habíamos estado. Me permitiría decir que no fue así y que esa caracterización sí fue importante. Y que sí hubo en términos más generales, una falta de reacción ante la gravedad de ese hecho, que por suerte ahora no sucedió. Esta vez, incluso, vimos como una reacción capilar de esta gente suelta acercándose a su casa, repudiando el hecho y los feminismos de nuevo interviniendo, y ahora yo creo, con más visibilidad y más protagonismo.

-¿En qué cosas?

-Primero, de nuevo en la caracterización de esta dimensión misógina patriarcal, en la organización de una articulación desde los feminismos del repudio y de la protesta. Esto está conectado a que una semana antes, además, a diez años de Ni Una Menos, había sido también el movimiento feminista el que hizo el gesto y el ejercicio de celebrar el aniversario junto a jubilados y jubiladas con la consigna de «Unir las luchas es la tarea». Esto convocó a todas las luchas, que además esas semanas estaban en auge: el Garrahan, el sistema científico, etcétera. Esa energía se replica días después para repudiar lo de Cristina.

-Hubo un encuentro en la sede del Partido Justicialista, ¿cómo fue?

-Fue un hecho bastante inédito que haya una convocatoria del Partido Justicialista a los feminismos. La reunión fue desbordada por el movimiento feminista en una dinámica de tipo asamblearia, diría dentro del PJ que pone una lógica política que es la que hemos venido armando estos años: de pasar el micrófono, de listas de oradoras, de compañeras de movimientos y colectivas y no sólo de pertenencia partidarias. Esa escena me pareció interesante. Después de esa reunión y de esa convocatoria se marchó hasta la puerta de la casa de Cristina. Entonces, esta vez la respuesta ha sido muy organizada, muy contundente, muy visible. Pero no dejaría de remarcar también la presencia del feminismo antes y la diferencia de reacción en un sentido más general.

–¿Qué cosas tienen que volver a hablar o debe seguir hablando el feminismo?

La cuestión de la precariedad laboral, la precariedad económica, sigue siendo un punto clave, porque analizar en qué tipo de crisis estamos, pero sobre todo dar cuenta de cómo eso se expresa a nivel de la vida cotidiana. Es lo que los feminismos venimos hablando: lo que está significando hoy el pluriempleo, por ejemplo, para las mujeres, para los hogares monomarentales, para las disidencias. El aumento de las violencias por razones de género conectadas a esta situación de violencia económica y violencia financiera. El eje de violencia financiera que venimos hablando desde hace tiempo, que ya se hizo popular hablar del endeudamiento de los hogares, de lo que significa que estés pagando un alquiler en cuotas con tarjeta de crédito, es una situación hoy ya bastante común. Me parece que es importantísimo, intervenir en el debate sobre las formas de organización política, un debate que nunca puede saldarse. Eso frente a la crisis de representación política en la que hoy estamos, hay algo muy interesante que pueden hacer los feminismos de seguir interviniendo, problematizando, abriendo y apostando una imaginación política.

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