Viaje sin mapas, caminos sin ley

Por: Eric Calcagno

En versión libre de los principios del derecho romano, diríamos que “quien consiente lo más, consiente lo menos”.

Para desarrollar estas pinceladas acerca de la actualidad global, hemos compuesto el título en base a dos escritos de Graham Greene, el escritor británico. Lo “de viaje sin mapas” refiere al análisis mismo de la realidad internacional. En efecto, asistimos a muchos estudios que destiñen categorías de la guerra fría, de modo tal que el análisis cuadre dentro de la clasificación preestablecida, tanto desde la metodología -si se puede decir- como de los resultados esperados. Ese tipo de reflexión no crea conocimiento, justifica una forma de poder.

En Francia, la extrema derecha acuñó el término “islamo-izquierdistas” para estigmatizar a los adversarios, es decir todos los que pretendan ejercer el pensamiento crítico. No son imaginativos, aunque sí bastante originales en la unión de conceptos que no tienen nada que ver, pues el musulmán practicante poco tiene que ver con la lucha de clases, del mismo modo que el izquierdista suele tener una visión más agnóstica de la vida eterna, cualquiera sea la religión. Sin embargo, estos conceptos calan en las mentalidades, alimentados que están gracias a los miedos de la “teoría del reemplazo”, que supone una inmigración masiva extra-europea que desplazaría a la población “blanca”. No es más que sembrar el pavor como disciplinador político y social, tal como el sonsonete del peligro “judeo-bolchevique” agitado por los clases propietarias occidentales después de la Revolución Rusa de 1917. Y bastante tiempo después, por cierto. Por América Latina nos han tratado de “castro-chavistas”, lo que al menos tiene la ventaja de la coherencia y del compromiso. Como sea, nada más eficaz y duradero que los prejuicios, espejo de los temores. “El ministerio del miedo”.

Asistimos en vivo y en directo a un genocidio que nos permite apreciar qué es una masacre con toda magnitud y de múltiples maneras. Sin embargo, no se habla de ello en proporción a los crímenes cometidos y los que se realizan mientras Usted lee estas palabras. Es cierto, hay instituciones que condenan los hechos, como la Corte Internacional de Justicia de Naciones Unidas, pero son condenadas por el gobierno estadounidense; existe persecución contra personas como Francesca Albanese, que estudia y denuncia los hechos; las flotillas humanitarias rumbo a Gaza son víctimas de actos de piratería en aguas neutrales; Israel bombardea el sur del Líbano, ocupa parte de Siria y avanza en la colonización de Cisjordania.  Y por supuesto sin remordimientos: hay violadores de palestinos presos que son presentados como héroes en los medios locales y el X-Twitter de Elon Musk desactivó la traducción al inglés de mensajes en hebreo, habida cuenta del carácter racista y violento de las opiniones expresadas. ¿Será que el peligro existencial que acecha a Israel no es tanto el terrorismo de Hamas -inexistente en Cisjordania- como los crímenes de Benjamin Netanyahu? ¿Acaso pueda ser eso la expresión de “el poder y la gloria”?

Pero las élites occidentales aceptan, son pocos los que protestan, la mayoría calla o apaña. En una versión libre de los principios del derecho romano, podríamos decir “quien consiente lo más, consiente lo menos”. Por lo tanto lo que viene abajo del genocidio sobre quien fuere también es tolerable. Pasamos a los “caminos sin ley”. En estas condiciones es tolerable que entre el 15 o el 30 por ciento de las minas de cobalto de la República Democrática del Congo sean explotaciones artesanales, donde abunda el trabajo infantil que podemos ver en los celulares que funcionan gracias al mineral que extraen esos mismos niños esclavos que ya no serán nunca adultos. Pero al menos eso ayuda a la transición energética. Hasta Glencore tiene intereses por allí, como en los puertos del Paraná. Si nos quedamos en África veamos lo que sucede en Sudán del Sur. “Una vez más, los civiles son bombardeados, las mujeres son violadas, los niños son desplazados y forzados al reclutamiento militar, una comunidad entera vive en el miedo y todo es una repetición del doloroso pasado de Sudán del Sur” nos informan las Naciones Unidas. “Esta guerra contra el pueblo de Sudán del Sur es el resultado de decisiones políticas” y por lo tanto evitable. Miles de millones de dólares en minerales y petróleo, continúa el relato, “son apropiados por una élite que se enriquece y los fuga al exterior a través de contactos opacos” (…) “La corrupción no es una consecuencia del conflicto, sino uno de los motores”. “El factor humano”, nos recuerda Graham.

Los Estados Unidos han tomado la costumbre de filmar los bombardeos de lanchas tanto en el Caribe como en los mares del lejano oriente. No parece que esos asesinatos realizados sobre la base de sospechas disminuyan al narcotráfico ni el poder de los carteles. Es que comerse a los caníbales no parece ser la mejor forma de combatir la antropofagia, ni que sea verosímil eso de “si los matamos, es porque son narcos”. Lo arbitrario pasa a ser la nueva legalidad que impone el poder de siempre, y cuanta más violencia es ejercida mayor legitimidad puede reclamar y menos críticas recibir. Donald Trump, ¿“Un americano impasible”?

Digamos que a través de la obra de Graham Greene, en todo recomendable, hay una fascinación por los personajes desgarrados. A veces es entre el bien y el mal, el conformismo etílico transformado en coraje o el deseo de rebelión hecho deber, en ese arriesgado margen que supone viajar sin mapas por caminos sin ley. ¿Pero qué otra cosa podemos hacer? Bon voyage.

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