Como comentábamos en una columna anterior, el presidente Mauricio Macri ostenta desde hace muchos meses y en forma constante una imagen positiva de algo más de 30 puntos. Que se traduce casi automáticamente en intención de voto (algo menos esta última, en rigor). La persistencia de ese 30% y la altísima correlación entre apoyo y voto nos lleva a concluir que estamos ante un núcleo duro electoral. Esto se agrega al hecho de que buena parte de ese 30% no está satisfecho con la marcha de la economía: el núcleo duro macrista es político.

Lo que sí ha sufrido algunas modificaciones en estos meses es el resto de la sociedad. Fuera del 30%, la insatisfacción con la economía creció. Eso fue lo que hizo pensar a muchos que Cambiemos dejó de ser competitivo con vistas a 2019. Que ya no podría crecer para convertirse en una mayoría electoral.

Sin embargo, así como sorprende la persistencia del núcleo duro macrista –que luce no muy diferente, en volumen y cohesión, al núcleo duro kirchnerista–, observadores internacionales destacan que los económicamente insatisfechos no se convierten en opositores.

Un reciente informe elaborado por los economistas del FMI señala que «a pesar de la complicada situación económica y la difícil historia con los préstamos del FMI, la oposición social al programa es más tenue que la esperada». Esto comienza a constituirse como una nueva fortaleza del oficialismo: la sociedad parece dispuesta a aceptar ajustes que afectan su nivel de ingreso y poder de compra.

Esta «oposición social tenue» se presenta como un enigma para el análisis. ¿En qué consiste? Lancemos algunas hipótesis.

Una de ellas se relaciona con una falta de organización política. Los opositores al gobierno y su política económica –que incluye al FMI– están divididos y fragmentados. No cuentan con un liderazgo unificado, su principal referente electoral está bajo asedio de la justicia federal, y se dividen en diferentes bloques legislativos y agrupamientos proto-partidarios. Asimismo, algunos de los instrumentos más característicos de la oposición política enfrentan una notoria deslegitimación: las movilizaciones, las huelgas sindicales y los movimientos sociales son duramente criticados por muchos medios de comunicación, lo que termina neutralizando la eficacia de sus acciones.

Otro factor a considerar es la eficacia de la contención social del Estado. Unida a la paciencia del núcleo duro. Cambiemos aprendió: abajo no se ajusta. Buena parte de los efectos del plan económico recae –por ahora, al menos– sobre trabajadores formales y las clases medias urbanas, que son los sectores más comprensivos y cercanos a Cambiemos. Esto quiere decir que, al menos en una primera etapa, la aceptación social se ha visto auxiliada por la estrategia política.

Una tercera opción, más imaginativa y audaz, sostiene que puede haber un cambio en las prioridades del electorado. En Brasil, una mayoría del electorado apoyó a un candidato que no prometía nada. Durante años el saber político sostuvo que proponer al votante «sacrificios presentes en pos de bienestares futuros» estaba destinado al fracaso. Que de ninguna manera podía funcionar. Bueno: tal vez el saber político estaba equivocado. El presidente Macri reafirma el rumbo con convicción, pide paciencia a la sociedad, dejó de anunciar segundos semestres… y mal no le va. Un clima de época desafía todo aquello que creíamos saber acerca de la opinión pública y las preferencias de los votantes. Podríamos estar ante el surgimiento de segmentos grandes del electorado que se rigen con criterios ideológicos y mayor prescindencia de las lógicas del bolsillo.

Finalmente, hay una cuarta alternativa: que el informe del Fondo Monetario Internacional se esté equivocando completamente. Los economistas del Fondo nunca se caracterizaron por el análisis político certero, y no tienen por qué haber comenzado ahora. En varias oportunidades, los técnicos propusieron programas políticamente inviables, y eso les creó una suerte de estigma. Eso puede tentarlos de ver apresuradamente un éxito político allí donde quizá no lo hay. Los economistas locales vienen advirtiendo que los efectos del ajuste presente se hacen ver en cámara lenta, y tal vez algunas evaluaciones sociales no se han acomodado. En ese último caso, hay que ir con cuidado: la «oposición social tenue» podría ser un estado pasajero de las cosas. «