El director del Instituto Teatral Ricardo Rojas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y subdirector del Teatro Nacional Cervantes ocupará el sillón de otra personalidad del teatro, el autor del siglo XIX Ventura de la Vega.
Más allá de su producción académica, Dubatti es también un difusor del teatro en otros ámbitos. Tiempo Argentino contó cada semana con su firma en el suplemento de Cultura y aún continúa colaborando con este medio en diversas oportunidades.
El acto de ingreso a la Academia Argentina de Letras (AAL) se abrió con un discurso de la presidenta de la institución, Alicia María Zorrilla, al que le siguieron las palabras de bienvenida del académico Santiago Sylvester .
Luego, una mesa integrada por los académicos Antonio Requeni, Leonor Acuña, Hugo Beccacece, Hilda Albano, Eduardo Álvarez Tuñón, Pablo DeSantis, además de la escritora Esther Cross y la lingüista Andreína Adelstein, quienes se incorporarán próximamente a la AAL, Dubatti disertó sobre «El acontecimiento teatral y sus literaturas”.
En su intervención no sólo corroboró una vez más su erudición, sino también su pasión por el teatro y por el conocimiento en sí. Su lectura iluminadora fue ilustrada en varios pasajes por la intervención del actor Osmar Núñez, quien hizo pequeños fragmentos de obras teatrales y de textos que no siendo concebidos para el teatro, en su voz permitieron descubrir su teatralidad no evidente. Precisamente de esasteatralidades que se dan más allá del hecho teatral en sí y de la capacidad de ese hecho para producir otras escrituras trató su alocución que logró imprimirle una gran carga de pasión a la formalidad académica.
Dubatti remarcó especialmente el carácter convivial y territorial del teatro: “Una de las fórmulas culturales más maravillosas –expresó-: «Dos o más personas se reúnen en territorio, en el espacio físico y en presencia física; una de ellas, dentro de la reunión, empieza a producir con su cuerpo un mundo paralelo al mundo, un mundo con otras reglas diferentes de la vida cotidiana; alguien, dentro de la reunión, empieza a observar ese mundo. El teatro no se puede hacer en soledad. Es la única de las artes que no se deja desterritorializar y se funda en la fascinante capacidad humana de producir poiesis con el cuerpo”.
Luego señaló de qué modo el concepto de texto teatral considerado como obra literaria pensada para llevar a la escena se amplió hacia otros tipos de escritura. Al respecto ejemplificó: “Por ejemplo, el director Ricardo Bartís me dictó el texto de Postales argentinas, evocando el texto escénico; o con Eduardo Pavlovsky, grabamos en video el espectáculo Rojos globos rojos y ‘desgrabamos’ un nuevo texto en papel, muy diferente al preescénico de la primera edición. Ya no se trataba de un vínculo transitivo entre texto dramático previo y puesta en escena, sino de una escritura o reescritura de textos desde la experiencia del acontecimiento teatral con los cuerpos en el espacio, en el tiempo, en convivio. El acontecimiento teatral escribe o reescribe literaturas”.
Y agregó:“Una nueva conciencia sobre las literaturas del acontecimientos nos conduce a un nuevo programa de trabajo: estudiar estas literaturas en su diversidad, recopilarlas, editarlas, generar archivos, historizarlas. Y especialmente entusiasmar a los jóvenes investigadores. Hay mucho que hacer con y por la patria que configuran estos textos teatrales, mucho trabajo futuro con y por las literaturas del acontecimiento teatral”.
Se refirió también a la transformación que en las últimas décadas experimentó el teatro argentino o más bien “los teatros argentinos” a partir de la ampliación conceptual y territorial del concepto mismo de teatro. “Vivimos un auténtico big bang, afirmó. La idea de canon, tan cerrada y restrictiva, se lleva mal con estas ampliaciones. Siguiendo esta ampliación, los límites del canon se borran. Si se trata de brindar una imagen del teatro argentino, ¿cómo dejar afuera las dramaturgias de Pepe Podestá y Copi, del Periférico de Objetos y Paco Giménez, de Vivi Tellas y Ricardo Bartís, de Rafael Spregelburd y De la Guarda, de Niní Marshall y Ana Itelman, de Alejandro Finzi y Sarah Bianchi, de Víctor García y Ventura de la Vega, de Pepe Arias y Batato Barea, de Jorge Ricci y Luisa Calcumil? La idea de canon estalló, dichosamente, y nuestras nuevas conceptualizaciones se esfuerzan por aproximarse a las prácticas reales, a la diversidad heteróclita de los acontecimientos teatrales concretos y territoriales”.
Un público entusiasta coronó su discurso con una verdadera ovación al flamante académico de número.
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