Abel Pintos: «Soy un renovador de mí mismo»

Por: Diego Gez

El cantante presentará "Universo paralelo", un espectáculo que repasa de su obra acompañado por una orquesta sinfónica, este jueves, viernes y sábado en el estadio Movistar Arena. Los desafíos de un formato inédito en su carrera, la influencia de Metallica y el valor de los silencios.

Con la paciencia de los que saben esperar. Esa podría ser la consigna vital de un músico que supo esperar años para materializar un viejo sueño. Hoy, con cientos de records batidos y kilómetros recorridos llevando su música a múltiples lugares de nuestro continente, la idea de cristalizar ese viejo anhelo dejará el terreno de la imaginación para transformarse en una exigente realidad.

Bajo la única y tajante premisa, la de transformar su cancionero en un concepto que no lo incluya como figura dominante, Abel Pintos finalmente encontró el momento, la oportunidad justa de llevar sus “canciones hacia otro nivel”, una instancia a la que bautizó Universo Paralelo. Se trata de una acotada serie de shows orquestales (para ser más precisos, tres únicos conciertos) con una orquesta de 40 músicos con los que trabaja desde hace meses bajo la dirección de Guillo Espell como conductor del proyecto musical.

Aunque él no lo pretenda, porque como dirá más adelante “no intenta ser un renovador de nada”, lo cierto es que propuestas como la que presentará el 21, 22 y 23 de noviembre en el Movistar Arena  se inscriben dentro del camino que supo trazarse como el artista más éxito del folklore local. ¿Llama la atención entonces que la primera de esas fechas, unas 15 mil entradas aproximadamente, se hayan vendido a la velocidad de la luz, y que las otras dos fechas restantes vayan por el mismo camino? Con sonrisa de por medio, sostiene que “está clarísimo que hoy en día comprar una entrada para un show de cualquier característica es un esfuerzo grande para la gente. Es algo que me llena de responsabilidad, pero para mí es un privilegio llevar adelante a un proyecto como este”, afirma antes de meterse de lleno a explicar mucho de lo que vendrá.

–¿En qué momento de tu carrera surge llevar tus canciones a este tipo de estructura?

-Siempre pensé a una oportunidad como esta como algo lejano, como una materia a cumplir. Hay varios artistas a los que admiro que tuvieron esa chance, la de hacer un concierto sinfónico fusionando su música -algunos de índole popular, otros no tanto-, junto a las formas de la música sinfónica. El primer caso que se me ocurre, o tal vez el primer concierto que yo escuché con estas características es el de Metallica en San Francisco, allá por 1998. Si bien es un concierto que tiene mucho tiempo, para mí fue impactante porque la música de Metallica, me refiero a su sonoridad y se concepto parecía transformarse en algo totalmente distinto y poderosísimo que me llamó la atención. Uno siempre tiene ideas pero por mucho amor que se tenga hay que esperar las posibilidades físicas para hacerlas y el momento adecuado. Me gusta dedicarme con pasión y energía a las cosas que hago, pero como siempre venía con mucho vértigo y velocidad en mis giras resulta que no podía ponerme a pensar en eso. Todo esto era así, hasta que el año pasado decidí que en 2019 me iba a hacer el tiempo y las ganas para hacer estos conciertos que llevan mucha preparación. Yo vivo a todo esto de tal forma que lo percibo como algo totalmente diferente a lo anterior, como un separador de etapas. Cuando lo propuse a mi producción todos lo observaron como un desafío en todo sentido, es una idea exige mucha producción que suma a más de 40 músicos en escena.

-Trabajar con una orquesta sinfónica implica respetar la dinámica de todos los músicos que mencionás. ¿Cómo manejaste esa instancia de trabajo?

-Tuvo mucho que ver el haber acudido de inmediato a alguien muy idóneo y profesional como Guillo Espel. Él es el director y el creador de los arreglos, además fue el que diseñó a una orquesta que no pertenece a ningún organismo o teatro en particular. Se trata de grupos de músicos académicos que vienen de varias orquestas y que se juntaron para este proyecto. Cuando le conté a Guillo este concierto le llevé una idea del repertorio y quería saber cuán posible era transformar eso en algo importante o un terreno fértil. Necesitaba su sinceridad ante todo porque tal vez las canciones no se podían adaptar a la complejidad de los movimientos sinfónicos. Finalmente me pasó su devolución después de escuchar el repertorio, y me dijo que podíamos lograr algo interesante y divertido reinterpretando mi música. Así que él fue un nexo entre todo este mundo de códigos e idioma que yo no conocía, sobre todo porque trabajar con una orquesta de este tipo es diferente a todo en muchos niveles, especialmente en lo productivo, logístico, comunicativo, y ni que hablar en lo artístico y musical.

-¿Cuánto te movilizó esa instancia? Sobre todo porque, si desde afuera es diferente, desde adentro debe ser mayor todavía.

-Uh, muchísimo. Literalmente le dije a Guillo que quería ser sólo el vocalista de la orquesta, ser uno más. Por eso le pedí hacer todos los arreglos conmigo como un instrumento. No voy a cantar lo que me venga en gana, ni interferir en los arreglos, ni frecuencias. Sólo quiero ser una parte de todo el cuadro, y así se hizo. El mensaje más grande que me está dejando todo esto es la importancia de los silencios y los compases de espera, algo que es, a diferencia de todo lo que pensaba, donde la música sinfónica se hace fuerte.

-El valor de los intersticios.

-Exactamente. No se trata del volumen de 50 personas tocando al mismo tiempo, sino en el impacto de cuándo y cómo respetar el silencio luego de una presión sonora de muchos músicos. Por eso fui entendiendo que la acentuación de las canciones cambió por completo.

-Eso puede vincularse directamente con el concepto de «Universo paralelo».

-Sí, sobre todo porque lo que fui descubriendo me fue tirando esa idea. Entendí en estos ensayos que estaba transitando algo parecido, pero paralelo, al que recorro con mi música. Acá lo importante es el espectáculo, porque no es un concierto sinfónico de Abel Pintos, y por eso no se llama Abel Sinfónico, sino más bien un concepto, una obra musical en la que yo canto y en la que me corro del centro. El protagonismo de este espectáculo es de todos los que subimos al escenario.

-¿Van a grabar los conciertos con vistas a publicarlos?

-Sí, porque soy de grabar todo, hasta los ensayos, y por eso vamos a capturar el audio y el video, aunque no tenemos expectativa ninguna de editarlo físicamente o llevarlo a redes, ni idea tengo del resultado. Lo que si tengo claro es que de hacerlo será algo conceptual y de gran escala. Después que pase todo esto el material tendrá que descansar.

-¿Más allá de estas tres fechas, volver con este show es una posibilidad palpable?

-Para mí estas tres noches serán algo único, algo que hoy por hoy te digo que no se van a repetir. No habrá una cuarta noche.

-Por mucha gente sos visualizado como un renovador del folklore, que con cada disco fuiste cambiando al género. ¿Lo percibís de esa forma?

-(Piensa…) No, ni tampoco me pongo a pensar si estoy haciendo eso, y mucho menos a la hora de crear algo. El llamado folklore joven de finales de los ’90 con Los Tekis, Nocheros, La Sole o yo mismo siendo un niño, fue la llegada de un concepto a nivel masivo, marketinero y comercial donde los grandes medios daban cuenta de algo, pero que se venía gestando desde hacía mucho tiempo. Para que haya llegado eso antes hubo otros grandes modernos como Daniel Toro, el Chango Farías Gómez, Peteco Carabajal, Raúl Carnota que lanzaron muchos de los discos que fueron verdaderamente modernos para el género. Lo que sí siento es que soy un renovador de mí mismo, un tipo que se pregunta qué aprendió hasta ahora y qué le queda por aprender. Me gusta más pensar en todo lo que no conozco que en las cosas que aprendí. La clave pasa por ver nuevos paisajes para no quedarme siempre viendo el mismo, y por eso hago cosas distintas para aprender cosas distintas.


Abel Pintos. Presenta Universo Paralelo – Un concierto sinfónico. 21, 22 y 23 de noviembre a las 21. Estadio Movistar Arena, Humboldt 486.

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